Cada vez que voy a visitar a Tere, la persona que me crió, es habitual que termine recordando aquellas mañanas de infancia en que tras sonar la campana del colegio salía escopetado a mi casa, a escasos metros. No era el hambre lo que incentivaba mis prisas. Era la presencia casi hipnótica de María Teresa Campos en televisión. Solo llegaba a ver el debate político en el que probablemente no comprendía gran cosa -lo más seguro. Era lo de menos, era una cita ineludible. Mis vacaciones estaban marcadas por cierto DÍA A DÍA por la oportunidad de ver a ‘La Campos’ haciendo un poco de todo como aquellos sketches en que descubrí a un señor de voz profunda llamado Paco Valladares, al que tuve la suerte de poder ver en teatro y por supuesto entrevistar. Tuve la inmensa suerte de vivir un tiempo muy feliz en mi infancia viendo sus programas. Encima tuve la oportunidad de conocer a María Teresa y a todo su equipo en la boda de Terelu en Santander en la que pude estar -cual reportero dicharachero infiltrado. Decir que fue uno de los días más felices de mi infancia es quedarme corto. Fue la única vez que la vi en persona y me quedo con lo cariñosa que fue conmigo en aquel día tan especial. Atesoro un álbum de autógrafos en casa de mis padres aún de ese día del que le hablé hace poco a Enrique del Pozo con el que tantas veladas culturales he compartido en los últimos meses.
DÍA A DÍA cumplió su ciclo en televisión y ‘La Campos’ siguió en diferentes proyectos, pero yo tenía ganas de volver a sentir aquello que me había provocado cuando sin darme cuenta entonces estaba sentando las bases de mi vocación periodística. Ese proyecto llegó y se llamó ¡QUÉ TIEMPO TAN FELIZ!
En una televisión huérfana de música en directo, María Teresa recuperó a nombres que a mi generación ni siquiera le sonaban. Es el caso del inmenso Albert Hammond al que encima pude entrevistar cuando se embarcó en el musical El último jinete. Pronto el programa supo combinar de manera magistral el legado y la nostalgia con la actualidad… y no solo la musical. Recordemos que desde Rajoy a Pedro Sánchez pasaron por su programa. ‘La Campos’ era un animal político muy comprometido, pero era capaz de entrevistar y conectar con todo tipo de personas y eso en una sociedad tan polarizada como la actual es digno de aplaudir.
Me encantó que después de esta etapa de pronto un día David Broncano la invitara a su programa y ocurriera lo que ocurrió. A María Teresa la encantaba el espectáculo -pueden rescatarla hasta haciendo un particular Hello Dolly!- Esa noche lo dio todo y el público joven se rindió a sus pies en Tiktok. Trabajadora incansable, tenía ganas de más y era difícil para ella asumir que su tiempo había pasado. Ese día sintió un subidón en su ánimo, pero la dura realidad es que ese esperado regreso televisivo nunca ocurrió. Machacada por Telecinco como no se mereció nunca, solo su desaparición hace un año puso las cosas en su sitio. Eso sí, ha tenido que ser la televisión pública la que la ha homenajeado primero con una gala en Reyes y ahora con el estupendo documental que a cargo de su hija Carmen Borrego podemos disfrutar en RTVE PLAY y que ha sido el motor de que escribiera este post.
Desde luego la sociedad no es la misma que ‘pasaba la vida’ con ella, pero nos quedamos con el legado de un tiempo en que TELEVISIÓN se escribía con letras mayúsculas.


