Notas desde la Menéndez Pelayo: Messiez, Lorca y La Barraca

Las representaciones teatrales de «La Barraca» se realizaban por la noche en la plazoleta, que ustedes ya conocen y el escenario se montaba delante de la torre de las antiguas caballerizas que entonces se llamaba Pabellón de la playa destinado a residencia de estudiantes. Durante los tres años «La Barraca» presentó un programa con este repertorio: en el primero se representaron los Entremeses de Cervantes, Fuenteovejuna y La vida es sueño, de Calderón. La escenografía estuvo a cargo, respectivamente, de Ramón Gaya, Ponce de León y Santiago Ontañón.

(Madariaga, Benito)

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En la publicación «García Lorca, La Barraca y el grupo literario del 27 en Santander» se recogen las estancias del grupo en la Menéndez Pelayo.

El pasado verano el director argentino Pablo Messiez ‘revolucionó’ la UIMP (Universidad Internacional Menéndez Pelayo) con un curso en el que aprovechamos para entrevistarlo. Ya entonces habló de La piedra oscura, sin duda alguna uno de los fenómenos teatrales de la temporada. Cuando aún quedan seis meses para la vuelta a la actividad estival, anteanoche pudimos disfrutar del citado texto en el María Guerrero, donde ya tiene asegurada la reentré para la próxima temporada.

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No todo el mundo conoce la estrecha relación que tuvo el famoso grupo universitario con la universidad de verano santanderina. Por eso, es tan interesante La piedra oscura como documento histórico vivo que es el teatro. Rafael Rodríguez Rapún (estudiante de Ingeniería de Minas, secretario de la Barraca y compañero de Federico García Lorca en los últimos años de sus vidas) es el misterioso prisionero que permanece herido en una cárcel cerca de Santander, una ciudad que conoce bien por sus estancias con La Barraca. En La piedra oscura, Pablo Messiez ha conseguido realizar un trabajo escénico impecable, en el que cada mirada, cada gesto de los protagonistas parece naturalmente medido. Daniel Grao nos regala el que, no tengo ninguna duda, es su mejor trabajo hasta la fecha. Messiez ha conseguido sacar la emoción más honda de sus actores gracias claro está a un texto de una belleza poética innegable que transita por las emociones humanas de una forma sublime. Es un delicia escuchar el texto de Alberto Conejero en voz y carne de dos actores de recursos dramáticos superlativos. Nacho Sánchez nos ofrece una interpretación emocionalmente intensa, que nos llega al alma. Cuando veía esta puesta en escena no paraba de imaginármela en las dependencias de Caballerizas de la Menéndez Pelayo. Sería un bonito recordatorio de que la institución académica fue parte de la historia de La Barraca. Una forma única de que ese recuerdo se vuelva a hacer carne gracias a la magia del teatro.

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