Texto: Adaptación de la entrevista de Carlos Rivera para la UIMP
Fotografías: Juan Manuel Serrano para la UIMP
Vídeo: Grupo Trévol para la UIMP
Hoy nuestras «Notas desde la Menéndez Pelayo» extienden la alfombra roja para disfrutar de todo un clásico de nuestra escena. El miércoles tuvimos la oportunidad de charlar para la Universidad Internacional Menéndez Pelayo -donde estaremos como parte del Gabinete de Comunicación durante todo el verano- con Rafael Álvarez ‘El Brujo’ justo antes de la representación de Los dioses y Dios que puso en pie al público al final con el éxito viral Jerusalema. Durante la función, que parte libremente del Anfitrión que representó en el Festival de Mérida en 1994 con versión de José Luis Alonso de Santos y del que cuenta una anécdota, no faltaron guiños constantes a la actualidad. El CASYC se llenó de risas de un público entregado que no pudo evitar la carcajada con sus menciones a la Cumbre de la OTAN o a esos que al final se dan cuenta de que ha dedicado su vida solo a ver Telecinco. Siéntense en sus butacas y disfruten del poder de la palabra de este maestro de maestro en el arte de Talía. Arriba el telón de las ‘Escénicas en Casyc’ de la UIMP donde pudimos volver a comprobar que sigue siendo «un niño feliz jugando con sus juguetes y compartiendo con el público ese juego».
“Tras la pandemia, hay una mayor conciencia sobre la fuerza del teatro”. Para el intérprete: “Cuando salíamos al escenario, ese público que siguió acudiendo valoraba el hecho teatral de otra manera, con una mayor conciencia y emoción escénica y una gran gratitud y esto creo que ha reciclado el teatro”. De alguna forma, el intérprete sintió en ese momento “que la vida continuaba cuando ibas al teatro”. Para el actor, al contrario de la música, que está reviviendo este verano con una sobresaturación de oferta, “las gentes del teatro ya llevan un año en el camino de forma activa”. Fue precisamente el año pasado «cuando yo experimenté esa fuerza del público».
Para el protagonista de Los dioses y Dios, el teatro “tiene una cosa muy especial que los conciertos no lo tienen por estar mediatizados por el sonido”. ‘El Brujo’ ha querido reivindicar que en el teatro “tienes esa misma fuerza pero íntima y cercana con un público al que te puedes dirigir como si estuviera en tu casa”.
En Mérida, como una rockstar
El imponente Teatro Romano de Mérida, con sus 3.000 localidades, “es lo más cercano que puede estar un actor a convertirse en una estrella del rock”. El intérprete nos comenta con una sonrisa que “es muy emocionante no solo por la cantidad de público”. Y una de las imágenes que se le vienen a la cabeza de tantas noches colgando el cartel de ‘no hay localidades’ es con la obra El asno de oro en la que “se quedó muchísima gente en la calle”. Un dato interesante es que el año pasado en plena pandemia consiguió reunir a 2.000 personas y comenta que “al subirme a ese escenario inmenso tuve una fuerte ovación y al final te das cuenta de que lo importante es la atmósfera que se crea en ese monumento. Es muy emocionante vivir algo así”.
La UIMP y el Brujo
“He venido a la UIMP desde mis tiempos de estudiante”, continúa el artista, que fue ‘Premio La Barraca’ en 2015 y se reconoce “un fiel seguidor de la institución». Recuerda con cariño aquellos “veranos maravillosos”, de los que reivindica “la confluencia de intelectuales, profesores, la intercomunicación de la gente y de los estudiantes”. Además “las representaciones de teatro tenían una mayor atención al ser un público más instruido y es que el teatro se nutre de la atención del público, cuanto más atenta está la gente tú más te creces”.

“Ha habido momentos de la historia reciente del teatro que se tenía a gala ofender a alguien”. ‘El Brujo’ ha rememorado como cuando comenzó en el oficio, hace más de 40 años, era impositivo ser especialmente “crítico”. Con el tiempo ha descubierto que “no es necesario ofender a nadie para que la gente se conmueva, se transforme y reflexione”. Para él, la clave está en que “si tú te ríes de ti mismo en primer lugar, nadie se ofende de que te rías de él”. Así “si tú haces una revisión crítica y humorística de tu propia condición, te sientes más libre y con más posibilidades de compartir complicidad con el espectador sea de la ideología que sea”.
El eterno juego del teatro
“Yo juego desde el primer momento en que me subí a un escenario”, comenta el artista, que desde sus comienzos haciendo teatro alternativo en los 70 y 80” ha tenido “el juego como protagonista”. Por eso, el intérprete sigue jugando cada vez que se sube a un escenario: “Cualquiera que me haya visto sabrá y podrá comprobar que soy como un niño feliz jugando constantemente con sus juguetes y compartiendo con el público ese momento de juego”.