«Te queremos volar a Los Ángeles, Sergio». En junio, hace una prueba para una serie americana. Para el director de Continuidad de los parques es una más: «He hecho unas 20 en los últimos cuatro años». Cuando estaba en el Festival de Almagro- donde se quedó literalmente afónico por el calor extremo del paraje manchego- recibió una nueva llamada. Querían que hiciese una nueva prueba. Ya de vuelta en Madrid, con la ayuda del actor Mario Tardón, grabó una escena que entusiasmó a los responsables de la serie Snowfall. Y entonces, llegó la llamada que cambió todo: «Cuando pienso que estoy dentro de la serie me doy cuenta del marrón que tengo encima con tantos proyectos teatrales en marcha en España». Hablamos con el actor y director en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, donde participó en el ya clásico ciclo «Noches de la Biblioteca».
Lluvia Constante en los Teatros del Canal, el primer escollo. Sergio Peris Mencheta lleva una temporada intensa: «Inconscientemente, me he hecho un sitio como actor, creador y director en España». Entre los proyectos que más alegrías le han dado está este texto en el que ha compartido escenario con Roberto Álamo bajo la dirección de David Serrano. Cuando se retrasó el rodaje del piloto de la serie, Peris Mencheta lo tuvo claro y decidió renunciar a la serie. Fue Jorge Culla, el intendente de los Teatros del Canal, donde se iba a reponer la obra, quien le hizo cambiar de opinión: «Suspendemos, no puedes renunciar a la oportunidad de tu vida». Fue entonces cuando el actor y director decidió escribir una carta al espectador que ha sido un éxito viral sin precedentes:
Querido Espectador.
En octubre de 2014 estrenamos LLUVIA CONSTANTE en la Sala Verde de los Teatros del Canal. Un viaje maravilloso en el que me embarqué junto a Roberto Álamo y David Serrano. Y el camino ha sido un goce, entre gente que entendemos el TEATRO como un vehículo para cambiar las cosas, dentro y fuera de uno. Hacer reír y llorar, pero también hacer reflexionar y cuestionarnos. Tratamos de elegir las obras que muestran nuestros ángulos muertos, que nos ponen al borde del acantilado, que nos alertan como seres humanos sobre nuestro comportamiento, nuestros valores, nuestros miedos, nuestros deseos, y en definitiva sobre el camino que vamos haciendo al andar en este mundo que vivimos y en este momento que nos ha tocado vivir. Y siempre me pregunto si la elección responde al afán de intentar que tú –Espectador- te veas en las mismas y te hagas preguntas; o simplemente recurrimos a ella con un afán psicoterapéutico más “onanista”…
Elegí ser actor por dos razones:
1-para contar historias que mejoraran el mundo
2-para que papá y mamá me quisieran más
Más allá del miedo evidente de saber si podría comer de esto, estas 2 razones desde el principio dibujaron ante mí 2 caminos.
El primer camino es el más divertido. Es el que te recuerda al niño que fuiste, que «jugaba a que era», y que jugaba en general. Que se ponía el mundo por montera y encontraba a todos en uno mismo. Sin pudor. Sin miedo al fracaso. Sin buscar el éxito. Y lleno de mí. El investigador y el investigado. El preguntador y la respuesta. El «mundo en pelotas», como me gusta pensar. La vida en el escenario de la misma vida. Momento a momento.
El segundo camino es el que me empuja a estar a la altura (no sé muy bien qué altura). A ser un “buen” actor. A pensar en mi “carrera”. A compararme con otros. A mitificar. A estar guapo. A brillar. A ir a fiestas, estrenos, festivales, show-rooms, alfombras… El segundo camino es el que está lleno de necesidad de reconocimiento, de halagos, de googlear mi nombre, de disfrazar mis carencias… Y en definitiva, de soñar con recoger el premio y llorar dando las gracias a papá y mamá por engendrarme. Ese camino está repleto de flashes, de opiniones, de guiños, en el mejor de los casos. O al menos está lleno de la búsqueda de todas esas cosas. Y ese camino en realidad está asfaltado y se llama “autovía”. Y pretende llevarme más y más rápido a un lugar que no existe. De hecho siento que ese camino me pone todo el rato fuera de mí: “qué dirán, ya no me llaman, ya no gusto, me ven gordo, me criticaron, salí parpadeando en la foto”,… etcétera, etcétera…¡Mucho etcétera!… En ese camino me vacío de mí, y me lleno del personaje que los demás crearon a partir de aquella frase que dije, de aquel personaje que interpreté, de aquella novia que tuve, o de aquel polémico discurso… Y ese camino de búsqueda del éxito (o sea: de insatisfacción permanente), inevitablemente, yo lo relaciono con Hollywood. Huelga decir por qué. Estos dos caminos, lejos de ser compatibles, son como aceite y agua, y cuanto más poder toma uno, más desaparece el otro. (Este capítulo da para mucho, pero no me enrollo más al respecto.) Y huelga decir también que ambos caminos son de paso obligado. Y de la cantidad de kilómetros que recorra en uno y en otro depende mi carrera, mi éxito, mis premios, mi dinero, mis portadas, mis seguidores en redes,… pero también mi entrega, mi conexión con lo que pasa en el mundo, mi conexión con lo que me pasa a mí, y creo que mi felicidad. Entre otras cosas, ser actor me obliga, consciente o inconscientemente a combinar estos dos caminos. Y uno trata, denodadamente de encontrar la fórmula para que aceite y agua congenien.
En este momento de mi vida el TEATRO se ha terminado de convertir en el vehículo sobre el que viajo por el mundo. El camino que elegí. Como actor, allí me toca vaciarme de mí un buen rato para dejar entrar al personaje que escribió el autor. Y como director, allí pongo en juego mi punto de vista y mis ganas de compartir la vida contigo, Espectador. Y hace rato que esto me hace plenamente feliz.
Hace una semana recibí una llamada «del otro lado del charco» con una proposición de trabajo como actor de esas que uno «no puede dejar pasar». El problema es que las fechas de rodaje coinciden de lleno con las fechas de LLUVIA CONSTANTE en el Canal. He estado peleando con producers, showrunners, managers, agents y Studios para tratar de hacerles entender que yo, antes de que me “descubrieran” ellos, ya existía. Y que tenía mis compromisos. Que muchos podían caer, pero que había que respetar esos 4 días que ya estaban anunciados en los Teatros del Canal. Finalmente hablé con Jorge Culla (Intendente de los Teatros del Canal), y le conté lo que estaba pasando. Tanto él como Albert Boadella (Director de los Teatros del Canal) entendieron que no podía dejar pasar esa oportunidad, y hablaron ellos mismos con los producers, showrunners, managers, agents y Studios de marras, y decidieron, ante la imposibilidad absoluta de aplazar el rodaje, anular las funciones para que pudieran contar conmigo y no buscaran a otro. Mi infinita gratitud hacia ellos.
En estos 7 días de estrés y negociaciones para defender que respetaran «mi» TEATRO, me he dado cuenta de que mi “ahora” (antes de la llamada de EEUU) es el mejor momento de mi vida. En lo personal y en lo profesional. Me gano la vida haciendo TEATRO. Es más: me la gano haciendo el TEATRO que yo quiero hacer, rodeado de la gente que lo entiende como yo, y a la que quiero. A bordo de un Barco Pirata pequeño pero matón, cuento las historias que me laten como director, y me meto en la piel del personaje que me late como actor. Y a ti, Espectador, la propuesta, por lo general, te gusta. Y disfruto el camino (que es el secreto de la felicidad, dicen).
Te escribo esta carta para despedirme de ti. Por un rato.
También para darte las gracias por vivir el TEATRO. Por comprar esa entrada. Por confiar.
Pero sobre todo para pedirte disculpas por haberte “traicionado” y haber tomado ese tren del que tantos hablan. Ese tren que “no se puede NO coger”. Y no tener que arrepentirme en el futuro de no haberme subido cuando tuve la ocasión. Ese tren que estoy seguro que no me hará más feliz de lo que me hacen, hoy, las tablas, y cuyas vías discurren por el segundo camino, claramente.
Espero que al menos sí me sirva para seguir haciendo camino y, en el mejor de los casos, no pierda de vista por la ventanilla el sendero de la alegría. Te aseguro que no cesaré en mi empeño de mezclar aceite y agua.
Disculpa, una vez más. I owe you one.
Hasta pronto.
Sergio Peris-Mencheta
En Montgat, a 28 de julio de 2015.
La Joven Compañía de Teatro Clásico, la gran renuncia: «Para mí, el gran sacrificio es no poder hacer el proyecto de la Joven Compañía de Teatro Clásico. No lo voy a poder hacer. Creo que entienden, pero no comparten mi elección. Me va a dar pena esa renuncia». El actor y director que siente el teatro como algo que le «alimenta el alma» siente que traiciona a su parte más creativa con esta renuncia. El que llegara a ser Capitán de la Selección Juvenil de Rugby y que comenzó en el teatro por una chica, vivió las mieles del éxito desde bien joven con la serie Al Salir de Clase, aunque ahora sea el teatro su gran amante artística y vital. También por el camino ha tenido que renunciar a dos películas: Que Dios nos perdone, cinta de Rodrigo Sorogoyen con Antonio de la Torre y Roberto Álamo y a la película interactiva francesa L’ Araignée Rouge (La araña roja), en la que los espectadores eligen el final mediante una aplicación de móvil.
Love Ranch, el otro sueño americano de Peris Mencheta: «Es algo así como lo que le ha pasado a Óscar Jaenada con Cantinflas«. El actor hizo una película con Hellen Mirren que nunca llegó a España. En sus palabras: «Tiene que ver con los paquetes de compra de las majors. Si entras en uno se estrena, si no no». En este sentido, el también director tiene la espinita clavada de que las 6 películas que ha hecho en Francia como actor no hayan llegado a España: «Tienes que tener un golpe de suerte para que se estrene el trabajo que haces fuera aquí. Parece que la marca España sólo sirve para el fútbol y no para el arte».
Barco Pirata sigue con viento en popa y a toda vela. Está ensayando La Puerta de Al Lado como director y en cuanto termine de grabar el piloto volverá justo a tiempo para terminar de dirigirla y estrenarla. La serie no retomará el rodaje hasta marzo, por lo cual en noviembre estrenará en Avilés la obra: «Me lo mandó Julián Quintanilla, me encantó y lo traduje». Como actor le veremos también en un episodio de la celebrada El Ministerio del Tiempo.