Siendo un adolescente le llegó la fama de una forma súbita. Con una serie que ya está instalada en el imaginario colectivo, «Verano azul», llegó un momento en el que le ofrecieron esperpénticas y millonarias proposiciones de las revistas del papel cuché, pero supo decir que no. A partir de ahí, con las ideas muy claras de lo que no quería que fuese su carrera, empezó una trayectoria que le ha llevado a transitar por las emociones de personajes como el Charly de El comisario durante 10 años: «Cuando estás tanto tiempo se te queda algo del personaje». Una experiencia que revive en la entrevista con la que quizás fue la escena más emocional de su dilatada carrera. Ahora, tras girar más de un año con «No se elige ser un héroe», continúa con éxito en la gira de «Paradero Desconocido», que le sirve para constatar «Que la historia es cíclica y que nada mejor que recordar para que no se repitan los errores».
¿Qué le atrajo a Juanjo Artero de Paradero desconocido?
Si te soy sincero dije que sí sin pensarlo solo por ser parte del proyecto Andrea Dodorico, que es todo un referente de nuestra escena. Además, estaba Laila Ripoll y sabía que haría una gran versión de esta novela donde la palabra tiene un peso tan importante. Y así es, ya que ha rescatado al personaje de la hermana. Ella nos cuenta la historia desde la intemporalidad de un cabaret que está situado en una especie de limbo. Esta obra nos demuestra que la historia es cíclica y que hay que revisarla para que no se repita. Es inquietante ver la conexión que tiene con la actualidad. Ahora estamos asolados por el auge de los partidos extremistas en Europa.
¿Qué une a Juanjo Artero con la directora de la obra, Laila Ripoll?
La conocí en Verano Azul, ya que su madre trabajaba en la serie. Y montamos una compañía, Micomicón, que ella aún mantiene. Han sido años de vida, de meter los trastos en la furgoneta y ver cómo se ha hecho grande. Siempre hemos mantenido una amistad muy grande, somos de la misma generación, es muy especial esto. Me siento muy orgulloso de ver que lo que hablábamos de jóvenes se ha realizado, que ha sido coherente con lo que quería y ese esfuerzo tiene recompensa.
En Paradero desconocido su personaje sufre un viaje emocional muy fuerte, ¿Cómo se siente Tras la emoción compartida?
Aunque tú hagas un personaje que sufre, puedes disfrutar mucho encima de un escenario. Yo me lo pasaba bomba cuando era Romeo y lloraba en la tumba de Julieta. Si el público te aplaude, pues la emoción se queda ahí durante el aplauso, pero yo luego soy capaz de desconectar con tomarme una simple cerveza.
Viene de otra experiencia teatral como es No se elige ser un héroe…
Este tipo de personaje nunca lo había hecho y la experiencia ha sido un tanto agridulce. Nos hubiese encantado estrenar en Madrid, pero el riesgo para la productora era demasiado grande. Ha sido uno de las experiencias de las que más he aprendido. Poder trabajar con Roberto Cerdá y hacer también los ejercicios de cuerpo que hicimos con Carlota Ferrer fue algo maravilloso. Era muy curiosa la respuesta del público. Los aplausos eran fríos e in crecendo, pero creo que el público supo valorar el esfuerzo interpretativo que había detrás. Probablemente, iban pensando que era una comedia más, pero se daban cuenta de que los personajes como en la vida misma no dicen lo que realmente piensan.
Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias para Juanjo Artero?
El teatro no morirá nunca. Es el aquí y ahora y cada representación es diferente. El público valora el vértigo del directo. Es lo que lo hace mágico. El teatro es una comunión entre el público y los que estamos en el escenario.
Muchos años haciendo televisión, ¿Cree que es verdad eso de que en la ficción española se quiere llegar hasta a la “Señora de Cuenca”?
Sí, eso es lo que suele ocurrir, pero también hay excepciones. Sólo hay que ver la respuesta ante una serie con tanta personalidad como El tiempo entre costuras. En España no se pueden hacer series minoritarias, el mercado no lo permite. Se tiene que hacer ficción que llegue a varios estratos de la sociedad. Lo que le diría a la gente es que series como El barco se ha vendido a Chile y Rusia entre otros país. En España hay mucho talento y muy exportable y parece que sólo estamos por la labor de criticar. En El barco llegaban a criticar la calidad de las olas que salían en la serie. Si nuestros especialistas en efectos especiales- que están triunfando en Hollywood- tendrían el mismo tiempo y presupuesto que los americanos, otro gallo nos cantaría. El talento no entiendo de fronteras.
Acaba de rodar el cortometraje El millón, ¿Qué le espera al espectador en esta sátira sobre la telebasura?
Es una crítica muy ácida a la telebasura. Creo mucho en el talento del director, Álex Rodríguez. Trabajé con él en Libres, una webserie. De hecho, acabamos de estar seleccionados con esa serie en un festival en Roma. Me hace mucha ilusión. Creo que la telebasura tiene su parte divertida y lúdica que no me molesta, pero ellos lo cogen a muerte. Mira aquí… Bueno, ya parece que se me han quitado las marcas que me hicieron para mi personaje que es un presentador de televisión. Me han escupido, me han esposado, me han tenido atado… Y han conseguido financiarlo por una esponsorización. En Valencia hay un talento creativo alucinante.
¿Está el futuro del cine en manos de los cortometrajistas?
Creo que la forma de aprender a rodar es hacer cortometrajes. Un director no puede torear, tiene que ir con novillos. Me interesa el lenguaje del corto. También para el resto del equipo como por ejemplo los que se encargan de vestuario, los atrezzistas… Es una escuela maravillosa.
El proyecto más inminente es la película Botas de Barro, ¿Qué le atrajo de esta película?
Es una película sobre superación personal que va a descubrir una ciudad como Melilla, de la que sólo suele aparece la imagen de la valla. Recogen a gente que no saben de qué países son y tienen que atenderles durante mucho tiempo. Nos pensamos que es una cárcel, pero ahí se fraguan unas relaciones humanas muy intensas. Me interesaba también por el tipo de personaje que me ha tocado en gracia, que nunca había hecho en el audiovisual. Es un personaje alcohólico, venido a menos, un perdedor que se tiene que superar.

Ha estado una década en El Comisario, ¿Qué ha aprendido sobre el medio televisivo?
Quizás lo más importante que he aprendido es que más es menos ante la cámara. Ahora también sé escuchar mejor a mis compañeros y he conseguido saber relajarme. Charly ha sido uno de los personajes claves de mi carrera. No sé qué hubiese sido de mi carrera sin haberlo interpretado. No me cansé de hacer el personaje durante una década. Lo enriquecedor era que tenías unos antecedentes del personaje. Llegué a saber lo que pensaba mi personaje. Cuando leí la falsa muerte de Pope por primera vez, lloré como si fuese realmente mi personaje. Decía el guión: “Charly ve a su compañero muerto y le sale un grito sordo”. Creía que no sabría hacerlo al verlo sobre el papel, pero al verle muerto con todo cosido conseguí recrear ese grito sordo en las ocho tomas que hicimos. Es una vida que es mentira, pero para ti existe ese personaje y esas vivencias tan fuertes.
¿Qué ha supuesto el éxito de No habrá paz para los malvados en su carrera?
Trabajar con Enrique Urbizu fue muy bonito y más aún cuando pudimos estar en el Festival de San Sebastián con ese recibimiento tan maravilloso que tuvimos. La nominación al Goya fue como un sueño y la verdad es que a nivel cinematográfico no ha tenido nada de repercusión. De hecho, no he vuelto a hacer cine después.
¿Cómo ha sido su relación con la fama desde aquellos tiempos lejanos de Verano Azul?
Cuando empecé en esto tenía 16 años y la prensa te respetaba bastante, eran otros tiempos… Yo creo que también depende de cómo plantees tu carrera. Me llegaron a ofrecer un millón de pesetas para mi y otro para mi novia por una falsa boda por un rito raro de esos… Sabía que si hubiese entrado en ese juego, hubiese empeñado mi futuro y eso que era muy duro decir que no a una oferta cuando tenías los bolsillos vacíos con 19 años. Si no muestras tu vida, la prensa te respeta. La verdad es que no he tenido muchos problemas en todos estos años. Se han inventado alguna cosa, pero pocas veces la verdad. Llevo una vida muy tranquila sinceramente.