“En cualquier parte se puede encontrar algo mejor que la muerte”, por ejemplo, la libertad. La amistad, la solidaridad, la alegría de vivir, los deseos por conseguir algo, aunque ese algo sea algo tan poco valorado como el arte, la cultura, la música, el teatro.
Son muchos los temas y valores que trata este cuento: los anteriormente mencionados y añadimos el maltrato a los animales y las personas, cómo se aparta a los jubilados como inservibles, cómo se menosprecia la experiencia y pareciera que estamos abocados a la soledad, pero no, siempre hay esperanza, siempre buenas personas, siempre solidaridad.
El teatro Sanpol lleva 40 años haciendo estos montajes donde aúna valores, educación, artes escénicas, música, comprensión, atención por los peques, calidad, corazón,… en definitiva, sueños, gozo, vida, entretenimiento, cultura, positivismo,… porque cree, todavía, en una sociedad más apacible y menos crispada, en que el futuro son nuestros jóvenes espectadores, en que todo podría ser diferente si nos lo propusiéramos.
Los músicos de Bremen, de los hermanos Grimm, en adaptación y dramaturgia de Ana María Boudeguer y Julio Jaime Fistchel y puesta en escena de Natalia Jara, con música magnífica de Nacho Mañó (integrante del grupo Presuntos Implicados) y el elenco de la compañía de La Bicicleta del Teatro Sanpol, nos muestra un montaje espectacular, colorista cien por cien, eficiente, lleno de encanto y lleno de canciones y bailes, con toques de humor, bien cuidado con cariño y esmero, que mantiene el ritmo y abre ventanas a la diversidad, a la comprensión, a la dicha, al compañerismo, a los sueños.

Cuatro vidas que se abren al mundo, donde Bremen es más que una ciudad. Es un objetivo, es un salvavidas, es un empezar de nuevo. Es asirse a la bondad, que revierte en nosotros mismos, es luchar contra la intolerancia, es llegar a una tierra firme y apacible. Y si ese lugar queda a mitad de camino, ahí nos quedaremos, para enseñarle al mundo que lo importante no es el lugar, ni lo que se haga, ni lo que seamos, ni de dónde procedamos, lo importante somos nosotros mismos.
Después de ver esta representación dan ganas de conocer Bremen. Dan ganas de tener un burro, un gallo, un perro y un gato. Dan ganas de cantar y leer cuentos. Dan ganas de volver al teatro, dan ganas de recomendarlo, y eso hago porque, en este caso, se hace absolutamente necesario.