Un día, rodando Policías, Pedro Casablanc se encontraba junto al maestro Pou y le dijo: «Con lo mayores que somos y aquí estamos jugando a policías y ladrones». De eso, de juego, tiene mucho una profesión en la que no es siempre fácil huir del foco mediático. Casablanc es uno de los rostros más reconocibles de la pequeña pantalla, pero ha intentado apartarse de ese falso oropel que suele rodear al show business. Todo lo ha podido una vocación que le ha llevado a interpretar a Valle Inclán sobre las tablas del Español con Tirano Banderas (hasta el 8 de diciembre en el templo escénico de la Plaza de Santa Ana). El cine también ha llamado a su puerta con proyectos como Viral, que se acaba de estrenar en las salas españolas. Con este actor, crítico con una España en que no se valora demasiado la educación y la cultura, habló DESDE MI BUTACA.
¿Por qué cree Pedro Casablanc que Viral puede convertirse en un éxito?
La verdad es que habla de un mundo, el de las redes sociales que no comprendo y no me interesan mucho la verdad, pero el género de terror no muere nunca. Siempre acudiremos a él los que nos gusta pasar un mal rato en el cine. Además, es muy interesante al poner sobre la mesa la relación de la gente joven con las redes sociales, a las que mucha gente vive realmente enganchada.
¿Cómo ha sido el rodaje nocturno en un lugar tan reconocible como la Fnac de Callao?
No ha sido nada cómodo. Rodar de noche no me gusta nada, me cuesta mucho la verdad. Además, tenía todas las tardes una función de teatro, pero en el fondo ha sido un rodaje más, sin nada reseñable.
Estás acabando las representaciones de Tirano Banderas en el Español, ¿Qué le dice a Pedro Casablanc un autor como Valle Inclán en estos tiempos tan inciertos que estamos viviendo?
Me encanta que me hagas esta pregunta, soy un verdadero fanático de Valle. He tenido la suerte de hacer varias obras de este autor. Lo que más me inquieta es que su tiempo es demasiado similar a lo que está ocurriendo en nuestros días. Es alucinante ver como los males que criticaba en los años 20 y 30 se siguen repitiendo en pleno siglo XXI. Seguimos teniendo el mismo tipo de gobernantes y políticas caciquiles. Sus denuncias siguen sirviendo para el aquí y el ahora, eso le hace un autor valiosísimo. Además, es un artesano de la lengua que utiliza la palabra como nadie. Es el heredero de Rubén Darío y del Modernismo, palabras mayores.
¿Qué balance haces de la experiencia en el Teatro del Odéon?
Para mi, trabajar en el Odéon ha sido algo mágico, un sueño. Solo puedo sentir esta experiencia como un regalo. He sido invitado a una producción francesa- afortunadamente yo hablo francés perfectamente- con un director alemán de la categoría de Peter Stein, al que yo admiraba desde hace años…
Se dice que los franceses miman mucho su cultura, ¿Has tenido esa percepción en tu etapa allí?
Yo cogía el metro para ir al teatro y en la parada del Odéon había una estatua de Danton que rezaba: “La primera necesidad del pueblo después del pan es la educación”. Yo creo que eso se tiene muy en cuenta allí en Francia. Aquí, estamos viendo a qué niveles de educación se está llegando. La cultura empieza en el colegio y desde muy pequeños. Tiene que haber una necesidad por parte del país de que culturizar a la población es algo necesario. Yo creo que en Francia eso lo tienen muy claro. Siempre han tenido claro que preservar su cultura es la base, eso hace más libres a los ciudadanos. Más libres para decidir, para pensar, para comportarse cívicamente… Puede que tengan muchos defectos los franceses, pero tienen un mimo por su cultura realmente loable.
A pesar de ser parte de éxitos televisivos muy sonados, has sabido evitar toda esa parte de photocalls y flashes, ¿Ha sido muy difícil evitar la presión mediática o todo lo puede la vocación?
Tengo claro que éste es un trabajo vocacional, yo he querido ser actor toda mi vida. No me han regalado nada en mi carrera, me lo he currado mucho la verdad. La parte ‘mediática’ de mi oficio está ahí, pero no la he necesitado. Empecé haciendo teatro independiente de una forma muy artesanal y la verdad es que me he enfrentado a los proyectos como retos que he sabido aprovechar. El teatro siempre ha sido mi casa, donde más he aprendido y bien es verdad que le debo mucho a la televisión con series como Policías. No he parado de hacer series de un cierto nivel. No me ha interesado nunca estar en el foco mediático, he intentado evitarlo y cuando me invitan a eventos y a festivales no suelo poder, siempre estoy haciendo teatro la verdad. Es una escusa buenísima desde luego. Con la parte vocacional cuentan unos políticos a los que no les interesa el teatro. Está claro que vamos a seguir haciéndolo a pesar de las dificultades, es imposible liberarse de algo tan apasionante como este oficio.
Has tenido la suerte de To play (jugar) en proyectos históricos donde, imagino, has vuelto a encontrar el sentido último de esta profesión, ¿No?
Está muy bien la reflexión que haces. En francés también se dice jugar. Aquí decimos interpretar o actuar. Son como palabrejas muy grandes para lo que hacemos encima de un escenario, aunque sí es cierto que cada día me doy cuenta que la gente, que el público necesita de nosotros para que le contemos buenas historias. Hacer un histórico como en el caso de la mini serie que estoy haciendo ahora sobre el asesinato de Prim, con vestuario del XIX te da la oportunidad de redescubrir que esta profesión es un juego. Yo recuerdo que cuando hacía Policías con José María Pou, al que admiro muchísimo, le decía mientras estábamos corriendo escaleras abajo con una pistola que mira que somos mayores para jugar a estas cosas… Estamos al servicio de una cámara, pero en el fondo estamos jugando a ser policías deteniendo a unos malos que ni siquiera estaban ahí, ya que rodaban otro día.
Tras una larga carrera, ¿Con qué proyectos sueña Pedro Casablanc?
No tengo grandes sueños con respecto a la profesión. Yo solo le pido a este oficio poder seguir teniendo cierta estabilidad, vivir de esto en definitiva. Quiero que mi familia tenga un futuro. Está todo muy negro, pero no debemos perder la pasión ni la esperanza de que las cosas pueden ir a mejor. Me gustaría poder seguir contando buenas historias en todos los formatos, que no se privaticen los teatros y que la cultura por fin se convierta en un bien de interés nacional. Tengo la esperanza de que en el futuro se enseñe en las escuelas a amar el buen teatro y el buen cine…