Había una vez una serie que llevaba tanto tiempo en el cajón que empezó a generar expectación, ¿Tan mala será? se preguntaban algunas «maliciosas» voces televisivas. Así, a priori, se parecía a series con argumentos ya manidos hasta la saciedad, llámese Fama o Un paso adelante. Perdón, que aquí hay una «peculiaridad» y es que los personajes no son totalmente ficcionados, tienen algo, poco o mucho eso habría que comprobarlo in situ, de los actores que los encarnan. La carambola de todo esto era que el equipo iba a convivir cual reality show juntito en paz y en comunión durante un montón de tiempo, tanto casi casi como lo que lleva «desterrada» de cajón en cajón en Mediaset esta serie. Así, de entrada, les avanzo que lo mejor han sido algunos números musicales y el making of posterior. Vamos que se pueden temer lo peor. El error de base está en el guión que, dicen, fueron improvisando con los actores. Está tan trillado y es tan cansino… Véase la madre alcohólica y llena de problemas que tiene el protagonista (momento deshaucio incluido, para variar…), la escena de «empotramiento amoril» de la pareja protagonista encima del capó de un bólido to guapo, momento Fast and Furious total… Nos han vendido la moto de que iba a ser la revolución o algo así, con la mezcla de ficción y realidad, pero el piloto nos ha dejado una sensación agridulce de nuevo, parece que es IMPOSIBLE hacer una serie musical en este país… Menos mal que salió un ratillo Natalia Millán y, a pesar del recauchutado acento, le dio un poco de interés al asunto… Y a pesar del despróposito inicial (la visita de Abraham Mateo casi me deja en el sitio…), le pienso dar una segunda oportunidad, todo sea por ver cómo «incrustan» a las estrellas (¡Hasta Anastacia ha participado!) en esta serie-telerealidad. Y si hablamos de audiencia, pues malamente, pero, ¿De verdad no han aprendido las cadenas que los viernes no son un buen día para la ficción española?. Curiosamente, Paco y Veva, también musical, se hundió en el fango cuando decidieron estrenar la segunda temporada en viernes. Cosas de la tele, que el común de los mortales no entenderemos nunca…
Mes: marzo 2014
El teatro desde «La banqueta» de Ricard Borrás y Pep Ferrer
Su línea de salida en la interpretación fue el Instituto del Teatro de Barcelona. Entonces se les metió el «gusano infeccioso» del teatro que les ha llevado a ser mil y un personajes que nunca desearían ser en la vida real. Y aunque el personaje se quede sobre el escenario, ellos impregnan a cada personaje de un trocito de su personalidad. Ahora Ricard Borrás y Pep Ferrer discuten por hacerse un huequecito en «La banqueta» que comparten en el teatro para seguir montando y desmontando cual cómicos de la legua en cada plaza de España. Comparten una mirada teatral semejante y una vocación innata: «Es mi vida y pertenezco a esta tribu, en la que moriré de hambre o de lo que sea» comenta un concienciado Ricard Borrás. Y con ellos compartimos este día tan especial en el que el TEATRO tiene tantas historias que seguir compartiendo con los espectadores.
¿Cómo es el humor que caracteriza a La banqueta?
Pep Ferrer: Es un humor que se ataca de una forma inteligible a través de las relaciones humanas.
Ricard: Caracterizado por el doble sentido. El autor coge temas aparentemente serios, pero se enfrenta a ellos con un esquisito sentido del humor. Toma un tema como la amistad para dar rienda suelta a un sentido del humor muy particular…
Pep Ferrer: Con un puntito surrealista, pero perfectamente digerible para el gran público.
¿Cómo son estos dos concertistas condenados a entenderse?
P: Tocan el piano a cuatro manos, su nexo en común es la banqueta. El roce hace que aparezca el conflicto. Son dos músicos mediocres que solo brillan juntos.
R: Juntos han descubierto la gallina de los huevos de oro y ahora están hartos de compartir experiencias. El uno cree que el problema es del otro y viceversa.
Ambos han trabajado varias veces a las órdenes de Paco Mir, ¿Qué tiene de especial el trabajo con él?
P: Ha llegado un momento de entendimiento tal que levanta una ceja y sé exactamente lo que me quiere decir. Además, es un director que va directo, tiene pocos remilgos, te dice a la cara si no le ha gustado. Te exige mucho y eso es bueno. Al público hay que darle lo mejor y él lo sabe perfectamente.
R: Cuando dirige, él presupone que ya conoces bien tu oficio, tus recursos… A partir de ahí, te empieza a exigir una dedicación y precisión totales… La obra se ha ido moldeando entre Paco y nosotros como actores… Hemos tenido que establecer una relación entre Pep y yo muy fuerte. Hemos creado un camino en el que Paco ha sido nuestro maestro. Noto que estamos en el mismo barco y es que es muy importante que no estés “solo” en el escenario. Decía un antiguo cómico que el teatro no es lo que tú hagas, sino que es la visión del otro y cómo llega al público. Llegar al público por tu relación con el compañero de enfrente…

P: Hay que estar con tu compañero, conocer sus resortes y si te lanza el texto de una forma diferente, saber responderle. Cada día te sientes de una forma diferente. El público no lo va a saber nunca, pero tú notas el estado anímico de tu compañero.
R: Es imprescindible en el teatro tener una constante observación del otro y eso te permite que el otro también pueda intervenir en tu trabajo.
P: Mi vida se podría resumir por todas las historias que he contado encima de un escenario.
R: El arte en vivo es insustituible. En un momento en que la tecnología ha llegado a unas cuotas inmensas, lo único que sigue siendo ritual es salir de casa y asistir en comunidad al teatro. Esa mentira compartida con el público creo que es lo que lo hace más transformador. El teatro implica a los espectadores, deja más huella en la psique de las personas que el contenido “enlatado”.
P: Llega la catarsis. Cuando sales de ver algo que te “toca” quieres comentar lo que has visto en escena. En La banqueta estamos intentando que al espectador le resuenen sus relaciones personales cuando vengan a vernos.
R: Lo que tiene de maravilloso La banqueta es que nosotros vamos sin red, solos ante el peligro. Es un reto hacer este tipo de teatro.
Me gustaría detenerme en dos experiencias que les han unido a creadores internacionales. En el caso de Pep trabajó con John Strasberg y Ricard trabajó a las órdenes de John Malkovich…
P: Hicieron un casting para el Centro Dramático Nacional y me cogieron para un papel pequeñito en María Rosa de Ángel Guimerá en el Condal. Allí conocí a Mario Gas, Julieta Serrano… Aluciné al entrar en esa compañía. Más tarde hice un curso con él y me dirigió en Espectros de Ibsen. Me hizo dar una vuelta de rosca a mis resortes interpretativos y quitarme los vicios que como actor tenía. Aprendí muchísimo de él y llegamos a compenetrarnos muy bien.
R: Malkovich viene a España a hacer una obra que se llama Hysteria y me llamaron para el casting. Lo hice en francés y nos caímos bien. Me gustó cómo empezó los ensayos. Nos dijo que nos olvidásemos de que él era una estrella, que pensásemos que era un director más para así poder intimar más con él. Fue una experiencia muy sugestiva, nos invitaba a restaurantes muy buenos… Es un tipo muy filosófico. Estuvimos mes y medio. Es una persona muy exigente y peculiar. Además, si yo me animé a producir es por su apoyo en esos momentos. Él tiene un teatro en Estados Unidos y me dió los contactos adecuados en Francia para poder sacar adelante mi carrera como productor.
Pep, esta temporada seguimos viéndole en la piel de Maurín, el socio de Antonio Alcántara, un personaje episódico cuya presencia se ha extendido durante varios años…
Nació como un personaje capitular para un único capítulo de Cuéntame cómo pasó, pero que ha ido creciendo a medida que ha ido evolucionando la relación con Antonio Alcántara. En esta temporada, estoy teniendo mayor protagonismo. Nunca sabes en qué dirección va a ir. Resulta que ahora soy hermanastro de Juan Echanove.
Ricard, entre los trabajos que ha realizado a las órdenes de Mario Gas imagino que fue especialmente gratificante participar en Mérida en el Golfus de Roma…
Pasa una cosa curiosa con esta obra. Yo me había comprometido con una obra para el Grec y cuando iba a mandar el contrato firmado, se estropeó la fotocopiadora… Entonces, me llama Mario y me ofrece Golfus de Roma, en un momento en el que yo andaba un poquito mal a nivel personal. No me lo pensé, ¡Había tanta gente que eran amigos en la obra! Total, que el director de la otra obra que iba a hacer aún está buscándome para darme una colleja…
(Risas)
La verdad es que fue una experiencia muy grata y encima conocí a mi mujer, con la que llevo ya 20 años. Era en Mérida y lo tuvimos que ensayar por las noches, hacía mucho calor por el día y nos corrimos unas fiestas… Y lo bonito es que mis hijos son producto de esa fotocopiadora que no funcionó.
Sus primeros pasos en la interpretación en serio fueron en el Instituto del Teatro de Barcelona, ¿Qué aprendieron de las enseñanzas de aquella época?
P: Es nuestro origen, aunque pienso que ya tienes cierto interés por este mundo antes de entrar en el mismo. Y cuando sales de allí, sigues aprendiendo, es la línea de salida. Empiezas a analizar los procesos teatrales y arrancar el motor de la interpretación.
R: Cuando yo empecé, el Instituto del Teatro era un sitio casi familiar, muy pequeñito. Éramos muy pocos, nos conocíamos todos, lo que hizo que los profesores se amoldasen en cierto modo a nuestros intereses. Nos enseñaron este oficio profesional emergentes de la época como Boadella, Lluis Pascual… Salíamos del franquismo y tuvimos la inmensa suerte de vivir un período en el que estaba todo por hacer… Había una energía y una creatividad enorme. Empezamos a trabajar fuera y eso fue una bocanada de aire fresco para nosotros. Todo ello redundó de alguna forma en nuestros trabajos futuros.
Imagino que si “apostaron” por este oficio, el veneno del teatro se habría instalado en ustedes antes de su paso por el Instituto del Teatro…
P: Tenía un amigo que era director de teatro en Tarrasa y nos invitó a un grupo de amigos a hacer una improvisación y a partir de ahí me animé. Hice un Ionesco y de allí me fui al Instituto del Teatro y se me metió el gusano infeccioso del teatro. Te pones la máscara de personajes que en tu vida no querrías ser. Con los malos puedes explicar más sobre el ser humano. Me gusta la dualidad de esta profesión. Tienes una personalidad que no es la tuya, pero que a la vez tiene mucho de ti. Son tus estados de ánimo que reproduces en la boca de otro.
R: Yo estaba haciendo COU y nos dijeron que nos darían un punto más por apuntarnos a teatro. Y allí que nos apuntamos Juanjo Puigcorbé y yo y triunfamos en la función de fin de curso. Queríamos dedicarnos a esto, pero teníamos la negativa familiar y tuvimos que estudiar una carrera. Nos plantamos un día y nos apuntamos juntos al Instituto del Teatro. Tuvimos que hacer el camino juntos. Para mi, esto no es un trabajo, es una vocación. No sirvo para otra cosa. Si no puedo hacer teatro, lo único que podría hacer es… Teatro sea en las condiciones que sea. Es mi vida y pertenezco a esta tribu, en la que moriré de hambre o de lo que sea.
Y Tras la emoción compartida con el público, ¿Son capaces de liberarse de la carga del personaje?
P: Indudablemente te quedas con algo del personaje. Es tu cuerpo y hay muchas cosas de ti. Eso sí, cuando sales fuera tienes que deshacerte del personaje. A mi personalmente cuando hago una comedia salgo como alicaído y, en cambio, cuando hago drama salgo del teatro con una sonrisa. Cuando el personaje te absorbe realmente es en los ensayos. Ahí te planteas hasta qué haría el personaje en cada situación.
R: Completamente de acuerdo.
¿Cómo ven su futuro en este oficio Ricard Borrás y Pep Ferrer?
P: Es tan inestable este oficio y tu vida… El futuro es una incógnita muy grande. Quiero seguir con La banqueta una buena temporada y luego ya veremos… Seguiremos por aquí. Lo primero que «compras» de esta profesión es la inestabilidad que conlleva.
¿Hemos evolucionado poco desde los “vagabundos” que citaba Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte?
R: Desde luego, eso es el espíritu de nuestra profesión, coger la furgoneta con la escenografía y seguir montando tu función por los pueblos de España. Somos nómadas y no tendríamos inconveniente en ir a trabajar a cualquier parte del mundo.
P: Los que no hacen teatro nos envidian por poder viajar tanto…
R: Y encima conocemos a chicas muy guapas. Todo esto lo que te lleva es a la conclusión de que a pesar de ser una profesión inestable, consigue compensarse con las “gratificaciones” que te da.
La Firma Invitada: Antonio de la Fuente Arjona
En esta semana en que estamos a punto de celebrar el Día Mundial del Teatro aprovechamos para dar voz a un espectáculo pequeñito, de esos que resisten contra viento y marea a estos infaustos tiempos para la escena. El director de Visiones de Margarita de Navarra, Antonio de la Fuente, es «La Firma Invitada» de esta semana.
El 3 de octubre de 1525, Margarita de Navarra viaja a Toledo para negociar con Carlos V la liberación de su hermano Francisco I, rey de Francia, hecho prisionero por las tropas imperiales el 24 de febrero de 1525 en la batalla de Pavía (Italia)…
Este viaje nos sirve de excusa para narrar acontecimientos de relevancia histórica desde una visión novedosa y vibrante en un espectáculo que ha supuesto uno de mis mayores retos como director teatral..
El lenguaje como creador del mundo y del paisaje deshace la visión anquilosada de la historia y de las piedras. Es lenguaje en movimiento, donde lo importante no es el significado académico de la palabra sino su potencia sonora y visual, su fisicidad, su emotividad. Palabra e interpretación llenan el espacio de imágenes y sensaciones: es teatro del Siglo de Oro escrito en el siglo XXI.
Así cada visión supone un viaje sonoro y barroco para el público, y de transformación corporal y vocal para las actrices. Todo para componer el personaje atípico de Margarita y también el mundo íntimo y real que la rodea. Porque nuestra protagonista es una de esas raras perlas que se enfrenta al marasmo creador de su época, como mujer y como princesa, armada de una pluma afilada, única y solitaria. En una tiempo donde no se espera que una mujer escriba o cuestione su posición social, Margarita se desnuda, rechaza el corsé impuesto, abdicando de ser simple prenda de amor y de belleza, moneda de cambio entre reyes o villanos.
Margarita se atreve a pensar y dando rienda suelta a su mundo interior nos regala una inusual visión artística, una orgía verbal que no huye del enfrentamiento político o religioso. Adentrándose en las profundidades del alma preludia posturas feministas muy contemporáneas Una mujer en lucha con su tiempo, con su corazón y con el hecho creador.
Un espectáculo singular que cada sábado se repite (¡desde hace ya 2 años!) en una sala muy peculiar: El Taller del Callejón (Madrid), y para un grupo reducido de espectadores (máximo 20 personas), con vinito final y charla con el equipo. Una experiencia teatral diferente y cercana que siempre busca el encuentro, el intercambio.
Reservas en visioneseneltaller@gmail.com
Más información sobre el proyecto (fotografías, videos, opinión del público y reseñas de prensa): http://visionesdemargaritadenavarra.blogspot.com
Equipo artístico:
Autora: Ángeles Carmona Barrio
Director: Antonio de la Fuente Arjona
Actrices: Mercedes García Carrasco y Teresa Ruíz Velasco
Música: José Luis Cid
Vestuario y utilería: Juan Manuel García Álvarez
Fotografía: Javier del Real
Antonio Gil: «Dunia Ayaso ha dejado huérfana a la familia de Mujeres»
Hay historias que tienen una capacidad innata de calar en los espectadores y una serie sin grandes cifras de audiencia como fue «Mujeres», consiguió emocionar a sus seguidores. En la taquilla del Teatro Valle Inclán dos señoras se acercan a Antonio Gil y le cuentan que vienen a verle por la serie de Félix Sabroso y Dunia Ayaso y se le hincha el pecho por el reconocimiento por una serie tan «de verdad». Y más ahora que Dunia, la madre de esa familia televisiva nos ha dejado demasiado pronto. Esa serie fue la primera que Gil hizo en España tras un largo periplo europeo que le llevó a trabajar junto a creadores del calibre de Peter Brook. Este niño de orígen rural que «jugaba» a las batallitas sigue experimentando y divirtiéndose con un oficio que le lleva ahora ahora a encarnar «El viaje a ninguna parte» en el que parece que los actores vuelven a estar de nuevo embarcados.

¿Cuáles son los ingredientes de este montaje que cree que atraerán más al público?
Lo que universaliza esta obra es que resiste a la perfección al lenguaje teatral, es su medio natural. Es la historia de unos personajes muy entrañables y creo que el reparto es muy atractivo para el público. Lo hacemos con mucho amor, es un desafío contar las palabras de ese genio encima de un escenario.
¿Qué ha aprendido de este oficio que le ha tocado en suerte a Antonio Gil con El viaje a ninguna parte?
Hemos aprendido muchísimo, nos sentimos muy cercanos a los personajes. A pesar de que las circunstancias para la mayor parte de nosotros son mucho mejores, sí que nos une la dignidad por el oficio que hacían. Me ha hecho redescubrir las razones por las que hacemos este oficio. Además, he descubierto la riqueza del Fernán Gómez autor: La riqueza de los personajes, la profundidad de sus palabras, su sentido del humor, su inmensa cultura…
La suya es una trayectoria “curiosa” a caballo entre París, Londres y España, ¿Cómo ven el teatro que se hace en nuestro país fuera de nuestras fronteras?
Es una cuestión muy difícil de responder. La verdad es que sólo pueden valorar el trabajo de los grupos que salen fuera de España. Se admira mucho el teatro clásico, pero creo que lo que se hace ahora es poco conocido. Siento que estamos un poco aislados geográficamente y culturalmente. Arrastramos de alguna forma aún lo que supuso el franquismo para nuestra cultura, consiguió cercenar nuestras aspiraciones artísticas.Y aún no hay una política cultural que valore y promueva fuera nuestro trabajo (la subida del IVA es más bien lo contrario) Nos queda mucho camino hasta que nuestra cultura sea apoyada desde las instituciones al nivel que lo está en países del norte de Europa. Aún así, artísticamente hablando seguimos nuestro camino. Gracias a eventos tan importantes como el Festival de Otoño o Una mirada al mundo, u otros festivales que han enriquecido tanto a los profesionales como al público, y al trabajo de investigación e intercambio con el exterior de compañías y autores, se tiene cierta percepción de que aquí ya no sólo se hace teatro convencional, también puede haber una gran libertad creativa y a la vez un rigor y exigencia cada vez mayores. También creo que hay que reivindicar y valorar aquí profesionales españoles que trabajan más fuera que aquí, pero ese es otro tema…
Quizás el montaje más ‘celebrado’ que ha hecho en España fue ese diría que ‘mágico’ Agosto en este mismo teatro Valle Inclán, ¿Con qué se queda de esa experiencia?
Ponerte al servicio de una obra tan bien escrita con ese reparto es un lujazo. Cuando es tan sólido el texto tienes el desafío de hacerle justicia, y Gerardo fue muy generoso, dejó que la obra floreciese en voz y carne de los actores y eso creo que se notó en escena.
Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para ti para contar historias?
Creo que todos los géneros que permiten compartir un momento ‘mágico’ para contar historias son igualmente válidos. El teatro eso sí es el lugar donde se vive de una forma más intensa. Me cuesta abstraerme de la reacción del público cuando le lanzo preguntas en la piel de Carlos Galván en El viaje a ninguna parte. El teatro, como dice el personaje de Rellán: “No morirá nunca”.
¿Cómo es el trabajo junto a un creador de la magnitud de Peter Brook?
Esa es la gran pregunta a la que nunca he encontrado una respuesta certera. Es mucho más simple de lo que pudiese parecer. El primer día pasé terror, pero a los diez minutos sentí alivio. Tiene una visión privilegiada y tuve el sentimiento de que confía en tu trabajo. Lo que plantea es complejo por su simplicidad. Despojarte de todo lo que sobra. Normalmente no confiamos en la esencia del teatro: Unos seres humanos contándole una historia a otros seres humanos.
Acabamos de perder a Dunia Ayaso que le dirigió en la serie Mujeres, ¿Con qué recuerdo se queda de ella?
Me dices eso y solo me entra un hondo pesar. El día en que realizamos esta entrevista tenemos una reunión la familia de Mujeres para hacerla un homenaje íntimo y darnos un abrazo. Nos sentimos huérfanos sin Dunia. Era un ser humano realmente excepcional, era una madre por naturaleza. Félix y ella crearon esta familia que tuvimos la suerte de encarnar. Fue mi primera serie en España, pensaba que todo sería así, pero la verdad es que no. Consiguieron retratar a la gente sencilla, era muy de verdad lo que contábamos. Era un tándem de verdad el que formaba con Félix. Aportaron su talento y su amor por nosotros. Seguimos siendo una gran familia, que ha trascendido la pequeña pantalla.
Y de alguna forma se convirtió en una serie de culto con las reposiciones y la famosa edición en dvd con la lata de tomate…
Desde luego y también creo que tuvo mucho éxito en sus emisiones en el Canal Internacional. A mi, lo que de verdad me conmueve es que se me acerque la gente y me diga que ha venido a verme al teatro por mi trabajo en la serie. Parece que se quedó como una serie minoritaria, pero lo cierto es que caló muy hondo en los que la vieron.
Volviendo a este oficio de cómico que le tocó en gracia, ¿Cree que desde el juego infantil estaba predestinado a este oficio?
Sí, desde luego, fue una evolución natural. Nadie en mi familia se dedicaba a esto. Yo nací en un entorno agrario y en las vacaciones de verano recuerdo cómo con mis primos teatralizábamos chistes, hacíamos marionetas… Luego, empiezas a hacer obras de niño y no piensas que esto va a ser tu profesión, que tú vas a dedicarte a otra cosa, que vas a tener una vida “normal”. Aunque si lo pienso bien creo que esto ya lo tenía muy metido dentro desde pequeño. Recuerdo paseos que me daba haciendo batallitas. Este trabajo es pura evolución del juego infantil y el día que deje de divertirme con esto dejaré este oficio, que me apasiona.
Y si miramos hacia el futuro, ¿Qué proyectos tiene y con qué proyectos sueña Antonio Gil?
Me siento muy afortunado por los proyectos que me han llegado en España desde Hispania a Plutón Brbenero… Lo que quiero es seguir teniendo la oportunidad de experimentar nuevos terrenos. Van a estrenar Los tres cerditos en Antena 3, tengo proyecto teatral con Stefan Metz y otras cosas que están en el aire.
Del bazar a la abadía, sesión continua en el Nuevo Apolo
Son las tres de la tarde de un sábado más en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid. En apenas una hora comenzará la representación de Aladín, un musical genial, uno de los dos espectáculos que copan actualmente el espacio escénico de la Plaza Tirso de Molina. Y por los pasillos se escuchan ya las voces del elenco que está ya poniéndose los micrófonos antes de subir al escenario a probar sonido…
Ahora ya es momento de probar sonido y el elenco prepara las «telas» que utilizan en uno de los números del musical más mágico de la cartelera… Jafar (Aitor Caballer) está en su punto álgido, ahora ya es el hechicero y el aya (Fátima Gregorio) afronta con una sonrisa el destino del futuro amor de Yasmín…
Y de vuelta a los camerinos, Marino Muñoz, Ángel Crespo y Naim Thomas ultiman los detalles de maquillaje y vestuario. Hay que reseñar que todos los actores tienen varios cambios de ropa, por lo que deben tenerlo todo preparado para que los citados cambios se hagan lo más rápido posible…
Rápidamente volvemos al patio de butacas cuando el espectáculo está a punto de comenzar. Muchos niños acuden acompañados por sus padres que seguro esperan ver el típico musical infantil que les suele dejar literalmente dormidos en la butaca. Pero cuando se levanta el telón de Aladín, un musical genial se sorprenden y mucho. Empezando por la escenografía fija, diseñada por Luis Crespo, que se adapta a los diferentes espacios con sumo acierto. Siguiendo por las partituras originales de José Domenech que no puedes dejar de tararear cuando sales del teatro, muy especialmente ese número al más puro estilo del Broadway clásico, El genio vuelve a actuar. Y una diferencia esencial, es un espectáculo para todos los públicos, no un infantil. Me explico: El libreto de Josep Mollá tiene sus guiños al público adulto y más de un padre sale con una sonrisa después de ver el espectáculo y rememorar la magia de su añorada infancia. Aladín, un musical genial cubre un hueco en las propuestas de teatro musical actual. Un musical de formato medio para toda la familia, creo que sería una buena definición. Un espectáculo que sostiene un fantástico reparto de ocho actores. Lidera el reparto Naím Thomas, consagrado ya como una de las figuras de nuestro teatro musical, compone un Aladín lleno de energía (ojo a las piruetas que se marca) y con un amplio registro vocal como demuestra en Hoy ha cambiado mi vida. Su dulce y menos ñona que en el cuento partenaire es Erika Bleda, de cuya voz solo podemos enamorarnos, ¡No sabes cómo te entendemos Aladín! Aitor Caballer es un Jafar con una imponente presencia escénica, Mariño Muñoz es un divertido Sultán, Víctor Lucas se lleva una gran ovación del público con la comicidad que transmite su Yago, Fátima Gregorio es una entrañable Aya de la que solo puedes encariñarte y Ángel Crespo se mete con asombroso tino en los diferentes personajes que le tocan acometer. Y no, no me he olvidado del Genio. Carles Montoliu es un mágico ser lleno de estilo que brilla con luz propia en su número estrella, El genio vuelve a actuar. Y además, la alfombra vuela, hay números de magia y ¡un elefante gigante en escena! Y cuando suenan las últimas notas del musical, entra en la sala Juan Fernández, protagonista de El nombre de la rosa, que saluda animadamente a la compañía. Y entonces, caigo en la cuenta, de alguna forma esta experiencia será como una de esas sesiones continuas que había antiguamente en la que los espectadores podían »empalmar» varias películas seguidas…
*Horarios Aladín, un musical genial, ¡Sólo hasta el 30 de marzo!
Sábados 16h
Domingos 12 y 16h
Y cuando baja el telón, volvemos a subir a los camerinos y tras felicitar a Jose Tomás Cháfer por una función «redonda» de Aladín, un musical genial, llamamos a la puerta del camerino de Juan Fernández, que ya nos espera maquillándose y nos confiesa de entrada que le encantaría hacer un musical por la energía que derrochan repartos como el del musical con el que comparten cartel en el Nuevo Apolo…Si os apetece podéis rescatar la entrevista con el actor que publicamos hace unos días…
Dejamos al actor dando los últimos retoques cuando ya está a punto de empezar El nombre de la rosa, la adaptación a los escenarios de la celebrada novela de Umberto Eco. Era difícil trasladar al teatro el universo de una novela instalada ya en el imaginario colectivo gracias a su adaptación cinematográfica, ¿Cómo olvidar la presencia de Sean Connery? En este aspecto, Juan Fernández decidió desechar la película, son lenguajes bien diferentes, y centrarse en la novela para construir a su Guillermo de Baskerville. Y como siempre, el actor de Tierra de lobos sale ‘indemne’ encima de los escenarios, donde su imponente y reconocible voz se ajustan a un personaje al que dota de una gran presencia escénica. Todo el reparto cumple a la perfección, pero si hay que destacar otro trabajo en la función es, sin duda, el de Cipriano Lodosa, un actor harto camaleónico. Dota a su Jorge de Burgos, claro trasunto borgiano, de un andar y una forma de decir el texto que inevitablemente llegan al espectador que al final de la función reconocerá su impecable trabajo interpretativo con un sonoro aplauso. El otro «problema» que tenía que dirimir Garbi Losada en la traslación al teatro eran los espacios, ¿Se pueden recrear todos los espacios de la abadía sin necesidad de hacer una escenografía «grandilocuente» ? Ante la aparente sencillez escenográfica de un simple libro del que «nacen» literalmente los personajes, van saliendo espacios recordados como el scriptorium o las cuadras donde vemos (bueno, si están en uno de los laterales del patio de butacas del teatro no lo verán) a una de las «víctimas». El portentoso e imaginativo trabajo escenográfico lo firma Markos Tomas. En conjunto, El nombre de la rosa y Aladín, un musical genial son dos buenas propuestas para verlas incluso «en sesión continua» como hice yo. Solo les quedan dos semanas por delante, no me las perdería desde luego.
*Horarios de El nombre de la rosa, ¡Sólo hasta el 30 de marzo!
Miércoles y jueves 20h
Viernes 20:30h
Sábados 19 y 22:00h
Domingos 19:00h
Concha y el palco de Iñaki
No voy a hacer un recorrido político, ése no es el cometido de este blog, de la figura de Iñaki Azkuna. Voy a hacer un guiño al hombre culto que se escondía detrás de la figura política que consiguió el consenso de la ciudadanía de Bilbao. Propulsor de la rehabilitación del bellísimo Teatro Campos Elíseos, era habitual verle viendo teatro y, más concretamente, en su palco del Teatro Arriaga, espacio escénico que ha sentido especialmente esta pérdida como manifestaban en el comunicado de prensa: «Ayer no solo despedimos al mejor Alcalde, sino también a un gran defensor de la cultura y de la libertad del arte. Un grandísimo amante de la música y de las artes escénicas, que compartió con nosotros muchas veladas de teatro como un espectador más y también como un gran amigo del Arriaga que fue. Su lugar en el teatro Arriaga será irreemplazable. El Teatro Arriaga invita al público asistente esta tarde a la función teatral de Misántropo a mantener un minuto de silencio como señal de duelo y respeto, en memoria de Iñaki Azkuna». Recuerdo haberle visto en su palco la mayoría de la veces que he acudido al Arriaga. Amante de la cultura como tantos bilbaínos, era el inevitable foco de atención de su amiga Concha Velasco cada vez que venía a la capital bizkaina. Recuerdo con especial cariño el estreno de Concha, yo lo que quiero es bailar, donde el considerado «mejor alcalde del mundo» recibió el cariño de la actriz y, por extensión, de sus ciudadanos presentes en la semana cuando ya andaba con la salud un tanto resentida. Y es que casi hasta sus últimos momentos, el alcalde continuó siendo parte de la vida pública de su ciudad, donde la cultura siempre ha ocupado un lugar importante. Y siempre acudía a la cita de «La Velasco». Me comentaba ella en una reciente entrevista el pasado año que en su última visita sacó fuerzas para verse en la ciudad y que él mostró una actitud de entereza envidiable. Ese palco hoy estará vacío en la representación de Misántropo, que seguro que le hubiese encantado ver como amante del teatro que era…

Pako Merino: «Queremos hacer un teatro que nos mueva por dentro»
La de Pako Merino fue una vocación relativamente tardía. Él quería hacer Medicina, pero no le dio la nota de corte y se metió en Enfermería. Y, sin ningún interés previo, se metió en la escuela del Palacio de Festivales de su Santander natal y se dio cuenta de que creía que valía para contar historias encima de un escenario, aunque entonces no tuviese muy claro que ése iba a ser su camino. Y tras acabar la carrera, terminó en la escuela de Jacques Lecoq, donde nació el germen de la compañía Titzina, que forma junto a Diego Lorca. Los suyos son montajes de creación en toda regla. Se ‘sumergen’ en las temáticas que les interesan y hacen un trabajo exhaustivo de investigación. Y de ahí nacen ‘criaturas’ teatrales que reflexionan sobre la muerte o la familia, temas universales que ‘conectan’ con todo tipo de espectadores. Tras su exitoso paso por el Teatro de la Abadía, Titzina trae «Distancia siete minutos» precisamente al lugar en donde nació la vocación de nuestro protagonista, el Palacio de Festivales, donde estarán este viernes a las 2o:30h en la Sala Pereda.
¿Cómo ha sido el proceso de creación de Distancia siete minutos?
Cuando Diego Lorca y yo sentimos que una obra ha cumplido su ciclo, nos planteamos una serie de temas a investigar. Llegamos a un acuerdo y lo trabajamos. Hasta ahora, nuestros espectáculos eran de una única temática. En este caso, tomamos como base la felicidad, en esta sociedad en que vivimos instalados precisamente en la infelicidad. Y en segundo lugar, el encierro. Entonces, buscamos un espacio para investigar estas temáticas. Nos fuimos a una convención sobre la felicidad, donde escuchamos a gente tan interesante como Marcos Rojas, director de psiquiatría de los Hospitales de Nueva York. Entonces, buscamos la ausencia de felicidad en el encierro, en la Modelo de Barcelona. En esa cárcel dimos un taller y vimos cómo se adaptan a ese encierro y cómo es su búsqueda de la felicidad. De ahí, nos fuimos a los juzgados. Lo bonito que tiene la creación es que nunca sabes hacia dónde te puede llevar. Se van abriendo puertas, que te llevan a caminos muy diferentes. Pedimos permiso para ver juicios menores, que son a los que se permite a la gente entrar, casos cotidianos. Curiosamente, encontramos el núcleo en los jueces, encontramos a unas personas que están en un estatus alto. Nadie conoce muy bien su trabajo… Es una carrera de formación de unos 10 años. Tienen que hacer unas oposiciones bestiales, perdiendo los mejores años de su vida. Luego tienen que enfrentarse a diario a casos menores, a disputas domésticas que bien se podrían solucionar en el ámbito privado. Nos pareció un poco trágico y absurdo que tuviesen que enfrentarse a casos así.
¿Cómo confluyen todas estas ideas en el argumento final de la obra?
La obra trata de Félix, un juez que tiene que dejar su casa por una plaga de termitas. Entonces, se tiene que ir a vivir con un padre con el que no ha solucionado las rencillas familiares del pasado. Durante ese tiempo de convivencia, se plantean temas como el destino, ¿Realmente ha elegido ese camino profesional por una verdadera vocación o por imposiciones familiares? Y por supuesto, están esos temas familiares que no podemos desvelar. Al mismo tiempo, el Curiosity, un robot que mandaron a Marte, va a aterrizar. Y tomamos la idea de los 7 minutos que no sabían si se iba a estrellar al atravesar la atmósfera o el trabajo iba a acabar con éxito. Nos parecía un curioso paralelismo que este padre e hijo, a miles de kilómetros, se encontrasen como instalados en esos minutos en que no sabían si su relación acabaría con éxito o terminarían hipotéticamente estrellando su relación, como el propio Curiosity. Y al final, de una forma que no puedo desvelar, todos los temas confluyen en un punto al final de la función.
¿Cuánto tiempo os ha llevado crear este montaje?
Hemos tardado un año y medio, cuando normalmente lo hacemos en unos 8 meses. La peculiaridad que ha tenido este montaje es que teníamos el texto ya escrito de forma previa. Entonces, lo leímos ante colectivos de jueces e incluso en la cárcel y nos dimos cuenta de que llegaba a emocionar ya sólo con el texto, lo que nos animó a empezar con la puesta en escena.
¿Se podría entender vuestro teatro sin la parte de catarsis a que se asocia al ritual teatral?
Desde luego que no. Los espectáculos que montamos los hacemos con temas universales. Pretendemos que lo que pase en escena no esté dirigido a una sociedad concreta, que sean temas que toquen a todos los seres humanos como la familia, el destino… Otra cosa que debe tener es que sea algo de lo que todos tenemos una visión estereotipada como puede ser la muerte o la locura, presentes en nuestros anteriores montajes. Nos gusta romper con los topicazos. El comentario que más se repite en nuestros espectáculos es que es como la vida misma. El espectador tiene cierta distancia con lo que está viendo en escena, pero conecta y eso es lo bonito. No nos interesa el teatro como mero entretenimiento. Queremos hacer un teatro que nos mueva por dentro sin manipular al espectador. Ponemos una realidad concreta y el espectador es el que tiene que tomar sus propias decisiones. Planteamos preguntas que esperamos que el espectador se responda. La gente se siente tocada y lo que más me gusta es que nuestros espectadores nos digan que este espectáculo continua, como la vida misma, cuando se baja el telón.
Compartimos origen teatral, la escuela del Palacio de Festivales de Cantabria, ¿Cómo fueron esos primeros pasos en el mundo de la interpretación?
Entré por cabezonería la verdad. Yo estaba estudiando Enfermería en la universidad y tenía una novia que estaba en la escuela, me lo dijo y pensé que yo también podía hacerlo. Me atrapó en principio lo “curiosa” que era la gente que hacía teatro, muy diferente a la que yo conocía entonces. Empecé a trabajar con una compañía amateur que llevaba José Piris y hacíamos verdaderas locuras tipo La Fura dels Baus en pleno Santander. Me pareció una forma de mostrar tu identidad. Entonces no veía el teatro como una cosa grandilocuente, sino como una forma de expresión. La sorpresa vino cuando me di cuenta de que eso realmente me llenaba. Me dieron ánimos para que siguiese por ese camino y, una vez acabada la carrera, me puse rumbo a París, donde había oído que había una escuela muy buena. La Fundación Marcelino Botín me dio una beca y me fui a estudiar a la escuela de Jacques Lecoq. Se me metió dentro el veneno del teatro entonces y hasta ahora. Allí comprendí que éste es un oficio muy serio, una forma de hacer arte contando historias con una técnica concreta.
Y si miramos hacia el futuro, ¿Le gustaría a Pako Merino embarcarse en proyectos ajenos a la compañía?
Nos pusimos la prioridad de que fuese una compañía que durase mucho. Nos han llegado otras ofertas, pero siempre hemos puesto en primer término a Titzina. Ya con 24 años nos pusimos la meta de perdurar hasta los 60 años. Nos han ofrecido cosas de televisión que nos hubiesen llenado de fama instantánea, pero eso se diluye con el tiempo. Lo que queremos es ser libres como creadores, eso es lo que realmente nos llena. Sí estamos abiertos a otros proyectos, pero nuestra compañía es lo primero.
Miguel Rellán: «Me interesan los proyectos que me compliquen la vida»
Con una larga trayectoria a sus espaldas, Miguel Rellán le pide a su profesión que le siga sorprendiendo con nuevos retos. Lo fue hace un tiempo el personaje de Al final del arcoiris y ahora se enfrenta de nuevo al teatro: «El lugar donde compartimos emociones», para contarnos la historia de los cómicos de la legua que bien retrató Fernando Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte. Sin duda, una de las mejores funciones del año. Pásense por el Valle Inclán. Están hasta el 6 de abril.

¿Qué ha aprendido de este oficio que le ha tocado en suerte a Miguel Rellán con El viaje a ninguna parte?
Me ha servido para reafirmarme en la precariedad en que vivimos. Fernando Fernán Gómez me lo ha recordado.
Coincidió con Fernán Gómez muchas veces, ¿Qué destacaría de su inabarcable personalidad?
Intentar contar a un personaje del calibre de Fernando sería harto difícil. Con las grandes personalidades, es imposible catalogarlas, poder describirlas con palabras… Es un todo en el que van incluidos desde la voz a esa rara inteligencia que tienen genios como Fernando. Él era capaz de plantear un tiro de cámara que solo a alguien como a él se le ocurriría. Tenía unos planteamientos nada vulgares, que se salían de lo que los demás pensábamos. Tenía una voz -le imita- poderosísima. Era toda una personalidad, muy distinto.
Y después de El viaje a ninguna parte se reembarca en el monólogo Novecento, un cambio radical…
El 14 de mayo retomo este espectáculo en la sala pequeña del Teatro Español. En esa aventura me enfrento al público yo solito tras esta experiencia tan coral que ha sido El viaje a ninguna parte. Tengo un mal concepto del ser humano, creo que somos egoístas y malvados, pero tenemos la extraña generosidad de querer compartir todo aquello que nos gusta. Por eso recomendamos una película o contamos un chiste, para que el de enfrente pase un buen rato. Y eso me ha pasado con este montaje, tengo ganas de compartir con toda mi alma esta historia.
Cine, televisión y mucho teatro, ¿Es para Miguel Rellán el teatro el mejor lugar para contar historias?
Sí, desde luego que creo que es el mejor lugar para contar historias. Tenemos que tener en cuenta que partimos de una enorme convención… Sabemos que es mentira, pero es más verdad que el cine. Me gusta la cita de Orsoll Welles para esto: “Cuando vas al cine te preguntas ¿Cómo lo habrán hecho? Y cuando vas al teatro te preguntas ¿Cómo lo hacen?”. Si tú ves a un hombre llorando a cinco metros de distancia, ahí no hay trampa ni cartón. Se está emocionando delante tuyo. Siendo mentira el teatro es más verdad que lo que ocurre en pantalla. El Titanic no se hunde en realidad en la película, pero en el teatro sí que compartimos emociones.
¿Por qué Beatriz Carvajal se lleva un túper cuando va a comer en verano a su casa?
-Suelta una sonora carcajada en mitad del estruendoso y castizo bar en que nos encontramos, enfrente del Teatro Valle Inclán-
Me lo contó ella hace unos días cuando la entrevisté…
Yo organizo paelladas en verano. Me di cuenta de que no comía mucho y es que no le gustaba el arroz. Ahora ya la hacemos algo especial para ella para que no se tenga que traer el tuper de casa.
¿Qué ha aprendido Miguel Rellán de Beatriz Carvajal en tantos años de trabajo juntos?
De Beatriz he aprendido muchas cosas, pero sobre todo la actitud ante el trabajo. En este oficio hay que estar muy atento y en eso Beatriz tiene una capacidad innegable.
Y con una carrera tan dilatada a sus espaldas, ¿Qué proyectos tiene y con qué proyectos le gustaría seguir soñando?
Jugadores es una función que haremos en los Teatros del Canal con Ginés García Millán, Álex Angulo… Me gustaría que los proyectos que vengan sean un reto. No por hacer grandes papeles, que me supongan un cambio. Lo decía Beethoven: “En esta profesión hay que hacer lo que no se sabe hacer” Quiero meterme en proyectos que me compliquen la vida. Para hacer lo de siempre, no me interesa.
Y en esas “complicaciones” recientes creo que estuvo el inolvidable personaje de Al final del arcoiris…
Me encantó el elogio que me lanzó el autor, Peter Quilter, que me dijo que era el actor que mejor había interpretado al personaje en todo el mundo. Por lo visto en otros países optaron por hacer un Tony que era una “locaza”, que es un recurso muy facilón. Yo decidí que quería que se notase que es homosexual, pero lo mínimo. Me costó mucho trabajo, me tuve que empollar un montón de espléndidos trabajos cinematográficos. Como dice Michael Caine en su libro Interpretar en el cine: “Cuando veas algo bueno, cópialo”. Yo lo hice y tomé como base a Ian McKellen en Dioses y monstruos.
La vida como una entrevista ad eternum
Cecilia abre un estuche. De allí va sacando una cámara de vídeo, un trípode de patas telescópicas y un manual de instrucciones.
Y así se introduce en la casa de Cecilia, Paula y Rosa la máquina del demonio que vendrá a hacer explotar por los aires la, hasta ahora, tranquila existencia de estas tres representantes de generaciones bien distintas. Cecilia, altiva, bohemia y llena de frescura en la voz y carne de una deslumbrante Elena Rivera, destapa la caja de los truenos y ante la cámara, la abuela Rosa, sumida en las lagunas desmemoriadas de su edad avanzada, se confiesa ante la inquietante mirada de la cámara con el pilotito encendido. Y comienza así El arte de la entrevista, la última reflexión sobre la memoria y la familia del dramaturgo Juan Mayorga. Y de nuevo un extraño se vuelve a colar en el núcleo familiar. En este caso no es el sibilino voyerista de El chico de la última fila, pero sí detecto en esta obra la esencia de aquel aroma de incomodidad que supone tener un extraño en el hogar familiar en las circunstancias menos propicias. Él viene a ayudar a la anciana que interpreta Alicia Hermida, a despertarla de su letargo físico, y en cierto modo, también mental. El papel recae en un actor al que seguía la pista desde su televisivo personaje en 2 de mayo, Ramón Esquinas, y que descubro con gusto que en teatro también cumple. Y en esta historia de secretos inconfesables, Mayorga plantea la vida como una entrevista ad eternum, en el que entrevistador y entrevistado se lanzan preguntas y respuestas, réplicas y contrarréplicas en una especie de flujo informativo constante que llega hasta el final de nuestros días. Y en este caso, al menos para mi como habitual entrevistador, la obra encuentra su «grieta» en este aspecto, en la ética de la entrevista que Mayorga introduce en el texto, ¿Es lícito publicar una respuesta que sabes va a hacer daño a los que más te quieren? El autor lanza esta pregunta, pero no nos da una respuesta cerrada, como la obra en sí, que desconcierta a parte del público por su, seguramente, deliberado final abierto. El gran teatro, en mi modesta opinión, es el que cuestiona, no el que nos da respuestas clarificadoras. Queda en el espectador la responsabilidad de sacar sus propias conclusiones.
De todas formas, quizás sea la obra más engañosa de Mayorga. Ante una aparente sencillez argumental, como ocurre con los grandes como Pinter, se esconde un trasfondo, muchas cosas que están «bajo la alfombra» de éste, hasta ahora, casi idílico reducto familiar. Juan José Alfonso ha dirigido este interesante ring de boxeo en el que convierte Mayorga a esta entrevista vital, inevitable acordarse de las referencias al mundo pugilístico en la reciente El crítico. Por último, destacar que de alguna forma siento que esta obra sirve como relevo generacional de nuestra escena. De alguna forma siento que la «feliz coincidencia» de que las excepcionales Luisa Martín y Alicia Hermida debutasen en el María Guerrero sirve para dar «la alternativa» a Elena Rivera, que sorprende por su seguridad encima del escenario. No es fácil encontrar a una actriz joven con ese brillo tan especial en la mirada, con tanta verdad encima de las tablas.
Juan Fernández: «El teatro es una bofetada que nos enfrenta a nuestros errores»
Cuando Juan Fernández entra en el Teatro Nuevo Apolo, aún no ha terminado la función de Aladín, un musical genial, espectáculo con el que comparte teatro El nombre de la rosa, función que protagoniza desde hace unos meses. Y comienza la entrevista con una energía especial tras pasar animadamente por la sala en el último número del musical: «Les veo en el escenario y la verdad es que me dan envidia. He cantado alguna vez en el escenario, pero nunca he hecho un musical como tal». Si algo le gusta del teatro con respecto al cine y la televisión es que le pone los pies sobre la tierra. Y es que no hay un acto más generoso que el de un ser humano que respira contigo y te da una bofeta para que ‘despiertes’ en una sociedad anclada en vicios que deberíamos haber subsanado ya. De voz y presencia escénica imponente, Fernández ha desarrollado una dilatada trayectoria en los escenarios, en la televisión, en el cine y en el doblaje: «Los empresarios quieren que rebajemos un 20% nuestro sueldo». Y las televisiones comienzan a temer que las series americanas no estén dobladas a tiempo. Mientras se solucionan las cosas, él sigue aprendiendo de Guillermo de Baskerville a mantener la calma frente a la adversidad. Y le veremos desde el 1 de abril en una nueva serie, que emitirá TVE próximamente, Victor Ros. Y antes de retomar la gira, se podrá disfrutar de su trabajo en el Nuevo Apolo hasta el 30 de marzo.
¿Ha sido difícil incorporarse a un montaje ya rodado?
Ha sido caótico. Me avisaron a mediados de septiembre para sustituir a Karra Elejalde y, de antemano, me pareció un reto. Por la disparidad geográfica de los actores era imposible que nos juntásemos para ensayar, así que les seguí en la gira. Me mandaron aprenderme diez escenas para el ‘bolo’ de Alicante y cuando vi la obra me quedé perplejo. Me parecía imposible “aprenderme” la puesta en escena. En Pamplona volví a ensayar con ellos y antes de estrenar en Lodosa, solo tuve la oportunidad de ensayar una vez más. Tuve que ensayar mucho por mi cuenta en mi casa. Tomé como base el personaje del cine, pero claro allí cuentan con el primer plano y en el teatro, se trabaja con un plano general continuado. Por lo tanto, tuve que desechar la idea de imitar a Sean Connery. Al final, la novela fue mi salvación. De ella cogí las claves para construir un personaje en el que me costó entrar bastante. Un técnico me decía que algunas frases no se entendían. Yo le contestaba que no me salían del cuerpo de lo inseguro que estaba. Ahora ya lo disfruto mucho la verdad. Es un personaje que siempre soñé con hacerlo, pero me parecía impensable que alguien se atreviese a hacer esta obra en España. Ha sido casi una cosa del destino. Lo estrena Karra Elejalde, pero por cuestiones personales lo tiene que dejar y piensan en mi para este personaje…
¿Que ha aprendido Juan Fernández de un personaje como Guillermo de Baskerville?
Me ha enseñado a calmarme un poco, pierdo los papeles con mucha facilidad. Soy muy impulsivo y me está enseñando a mantener la calma ante la adversidad, a pasarlo todo por el tamiz de la razón. Nada es casual, sino que todo es causal. He aprendido también algo que es esencial para los actores, saber observar lo que pasa a tu alrededor. Él saca sus conclusiones de los detalles y eso es esencial para nosotros a la hora de componer un personaje.
Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias?
Creo que el medio no importa, sino la calidad de la historia y que te la cuenten bien. En el caso del teatro destacar que es un espejo donde la sociedad se ha dado de bruces con la realidad. El ser humano ha evolucionado demasiado poco, siempre caemos en los mismos errores. Antiguamente funcionaba muy bien en el público eso de que viesen reflejadas sus taras, pero ahora parece que nos hemos vuelto un tanto insensibles. Aunque nos vistamos de frailes en esta función, de alguna forma el espectador se da cuenta de que esto éramos y qué no hemos hecho nada para cambiarlo. El teatro es una bofetada que nos sirve para darnos cuenta de todo lo que hacemos mal.
Saltamos al campo televisivo con esa experiencia de Tierra de lobos, ¿Qué balance hace de esta serie?
En la tele pasamos por tantas manos… Para mi, la tercera temporada sobraba. Por lo demás, ha sido una experiencia muy positiva. Está mal que yo lo diga, pero creo que he hecho un trabajo muy digno. He conseguido que Lobo fuese un malo con sus razones. Un cacique rural que se defiende como sabe, a tiro limpio.
¿Qué papel ocupa el doblaje en la vida y en la carrera de Juan Fernández?
Ahora mismo estamos en huelga. Los empresarios no nos han subido el sueldo desde 1993 y no nos han pagado el IPC desde entonces. Ahora, encima, quieren que rebajemos un 20% nuestro sueldo por take y convocatoria. Queremos seguir cobrando lo mismo que hasta ahora. Queremos que todo esté recogido en un convenio para que no puedan pagarnos lo que les de la gana, sino lo que creemos que es justo. Yo empecé por casualidad en este mundo. Ana Wagener y Ángeles Neira dirigían doblaje en Sevilla allá por los años 80. Yo no había doblado nunca y me llamaron para un serie malísima titulada Llamada del Oeste, que eran como 400 capítulos. Nos llamaron a unos cuantos actores de teatro y, para mi sorpresa, cuando me puse delante del atril me di cuenta de que sabía doblar perfectamente. Soy autodidacta, me explicaron un par de cosas y lo clavé. Iba a hacer un par de takes y en la siguiente convocatoria, me dieron un protagonista.
Muchos actores me recalcan la parte de “juego” que tiene esta profesión como motor de su vocación, ¿Nació así su interés por esta profesión?
Absolutamente… (Hace un gesto de aseveración hasta en cuatro ocasiones)
Yo siempre quería ser el jefe indio. Cuando estaba jugando yo era Jerónimo, el jefe apache de la serie que veíamos los niños entonces. El teatro es una evolución de esas vivencias. El que se lo tome más en serio, está un poco perdido en la vida. No entiendo a los compañeros que viven el teatro como un sufrimiento. Hay que disfrutarlo al máximo. Es el juego de la mentira y cuanto mejor lo haces, el público entra más en nuestro juego. Lo que no puedes es perder la perspectiva de que el personaje se queda aquí dentro. Los personajes viven, duermen, comen y mueren en el teatro. Yo me acuerdo que en Tierra de lobos cuando me montaba a caballo me imaginaba siendo Julio César, pero luego volvía a mi realidad. Ahora cuando me pongo el hábito de inmediato me convierto en un fraile. Es curioso cómo te cambia la actitud física. Colocas la voz de otra forma, cambia tu tempo… Estás jugando a como crees que es tu personaje.
Y ahora tras tantos años encima de un escenario, ¿Qué proyectos tiene y con qué proyectos le gustaría seguir “jugando” a Juan Fernández?
He hecho una serie para TVE llamada Victor Ros, basada en las novelas de Gerónimo Tristante. Trata sobre la primera polícía que hubo en España, la Metropolitana. Hago de un comisario que viene del ejército y lo colocan allí por influencias política, pero se va adaptando. No tiene nada que ver con Tierra de lobos. Aparentemente se parece a Lobo, pero yo lo he ido limando para que te pueda llegar a caer simpático.

Me encantan el cine y la televisión, pero me decanto por el teatro. El audiovisual te da fama y popularidad y te crees que estás por encima del bien y del mal. En cambio, el teatro te hace poner los pies sobre la tierra. Te da unas curas de humildad maravillosas.