Su línea de salida en la interpretación fue el Instituto del Teatro de Barcelona. Entonces se les metió el «gusano infeccioso» del teatro que les ha llevado a ser mil y un personajes que nunca desearían ser en la vida real. Y aunque el personaje se quede sobre el escenario, ellos impregnan a cada personaje de un trocito de su personalidad. Ahora Ricard Borrás y Pep Ferrer discuten por hacerse un huequecito en «La banqueta» que comparten en el teatro para seguir montando y desmontando cual cómicos de la legua en cada plaza de España. Comparten una mirada teatral semejante y una vocación innata: «Es mi vida y pertenezco a esta tribu, en la que moriré de hambre o de lo que sea» comenta un concienciado Ricard Borrás. Y con ellos compartimos este día tan especial en el que el TEATRO tiene tantas historias que seguir compartiendo con los espectadores.
¿Cómo es el humor que caracteriza a La banqueta?
Pep Ferrer: Es un humor que se ataca de una forma inteligible a través de las relaciones humanas.
Ricard: Caracterizado por el doble sentido. El autor coge temas aparentemente serios, pero se enfrenta a ellos con un esquisito sentido del humor. Toma un tema como la amistad para dar rienda suelta a un sentido del humor muy particular…
Pep Ferrer: Con un puntito surrealista, pero perfectamente digerible para el gran público.
¿Cómo son estos dos concertistas condenados a entenderse?
P: Tocan el piano a cuatro manos, su nexo en común es la banqueta. El roce hace que aparezca el conflicto. Son dos músicos mediocres que solo brillan juntos.
R: Juntos han descubierto la gallina de los huevos de oro y ahora están hartos de compartir experiencias. El uno cree que el problema es del otro y viceversa.
Ambos han trabajado varias veces a las órdenes de Paco Mir, ¿Qué tiene de especial el trabajo con él?
P: Ha llegado un momento de entendimiento tal que levanta una ceja y sé exactamente lo que me quiere decir. Además, es un director que va directo, tiene pocos remilgos, te dice a la cara si no le ha gustado. Te exige mucho y eso es bueno. Al público hay que darle lo mejor y él lo sabe perfectamente.
R: Cuando dirige, él presupone que ya conoces bien tu oficio, tus recursos… A partir de ahí, te empieza a exigir una dedicación y precisión totales… La obra se ha ido moldeando entre Paco y nosotros como actores… Hemos tenido que establecer una relación entre Pep y yo muy fuerte. Hemos creado un camino en el que Paco ha sido nuestro maestro. Noto que estamos en el mismo barco y es que es muy importante que no estés “solo” en el escenario. Decía un antiguo cómico que el teatro no es lo que tú hagas, sino que es la visión del otro y cómo llega al público. Llegar al público por tu relación con el compañero de enfrente…

P: Hay que estar con tu compañero, conocer sus resortes y si te lanza el texto de una forma diferente, saber responderle. Cada día te sientes de una forma diferente. El público no lo va a saber nunca, pero tú notas el estado anímico de tu compañero.
R: Es imprescindible en el teatro tener una constante observación del otro y eso te permite que el otro también pueda intervenir en tu trabajo.
P: Mi vida se podría resumir por todas las historias que he contado encima de un escenario.
R: El arte en vivo es insustituible. En un momento en que la tecnología ha llegado a unas cuotas inmensas, lo único que sigue siendo ritual es salir de casa y asistir en comunidad al teatro. Esa mentira compartida con el público creo que es lo que lo hace más transformador. El teatro implica a los espectadores, deja más huella en la psique de las personas que el contenido “enlatado”.
P: Llega la catarsis. Cuando sales de ver algo que te “toca” quieres comentar lo que has visto en escena. En La banqueta estamos intentando que al espectador le resuenen sus relaciones personales cuando vengan a vernos.
R: Lo que tiene de maravilloso La banqueta es que nosotros vamos sin red, solos ante el peligro. Es un reto hacer este tipo de teatro.
Me gustaría detenerme en dos experiencias que les han unido a creadores internacionales. En el caso de Pep trabajó con John Strasberg y Ricard trabajó a las órdenes de John Malkovich…
P: Hicieron un casting para el Centro Dramático Nacional y me cogieron para un papel pequeñito en María Rosa de Ángel Guimerá en el Condal. Allí conocí a Mario Gas, Julieta Serrano… Aluciné al entrar en esa compañía. Más tarde hice un curso con él y me dirigió en Espectros de Ibsen. Me hizo dar una vuelta de rosca a mis resortes interpretativos y quitarme los vicios que como actor tenía. Aprendí muchísimo de él y llegamos a compenetrarnos muy bien.
R: Malkovich viene a España a hacer una obra que se llama Hysteria y me llamaron para el casting. Lo hice en francés y nos caímos bien. Me gustó cómo empezó los ensayos. Nos dijo que nos olvidásemos de que él era una estrella, que pensásemos que era un director más para así poder intimar más con él. Fue una experiencia muy sugestiva, nos invitaba a restaurantes muy buenos… Es un tipo muy filosófico. Estuvimos mes y medio. Es una persona muy exigente y peculiar. Además, si yo me animé a producir es por su apoyo en esos momentos. Él tiene un teatro en Estados Unidos y me dió los contactos adecuados en Francia para poder sacar adelante mi carrera como productor.
Pep, esta temporada seguimos viéndole en la piel de Maurín, el socio de Antonio Alcántara, un personaje episódico cuya presencia se ha extendido durante varios años…
Nació como un personaje capitular para un único capítulo de Cuéntame cómo pasó, pero que ha ido creciendo a medida que ha ido evolucionando la relación con Antonio Alcántara. En esta temporada, estoy teniendo mayor protagonismo. Nunca sabes en qué dirección va a ir. Resulta que ahora soy hermanastro de Juan Echanove.
Ricard, entre los trabajos que ha realizado a las órdenes de Mario Gas imagino que fue especialmente gratificante participar en Mérida en el Golfus de Roma…
Pasa una cosa curiosa con esta obra. Yo me había comprometido con una obra para el Grec y cuando iba a mandar el contrato firmado, se estropeó la fotocopiadora… Entonces, me llama Mario y me ofrece Golfus de Roma, en un momento en el que yo andaba un poquito mal a nivel personal. No me lo pensé, ¡Había tanta gente que eran amigos en la obra! Total, que el director de la otra obra que iba a hacer aún está buscándome para darme una colleja…
(Risas)
La verdad es que fue una experiencia muy grata y encima conocí a mi mujer, con la que llevo ya 20 años. Era en Mérida y lo tuvimos que ensayar por las noches, hacía mucho calor por el día y nos corrimos unas fiestas… Y lo bonito es que mis hijos son producto de esa fotocopiadora que no funcionó.
Sus primeros pasos en la interpretación en serio fueron en el Instituto del Teatro de Barcelona, ¿Qué aprendieron de las enseñanzas de aquella época?
P: Es nuestro origen, aunque pienso que ya tienes cierto interés por este mundo antes de entrar en el mismo. Y cuando sales de allí, sigues aprendiendo, es la línea de salida. Empiezas a analizar los procesos teatrales y arrancar el motor de la interpretación.
R: Cuando yo empecé, el Instituto del Teatro era un sitio casi familiar, muy pequeñito. Éramos muy pocos, nos conocíamos todos, lo que hizo que los profesores se amoldasen en cierto modo a nuestros intereses. Nos enseñaron este oficio profesional emergentes de la época como Boadella, Lluis Pascual… Salíamos del franquismo y tuvimos la inmensa suerte de vivir un período en el que estaba todo por hacer… Había una energía y una creatividad enorme. Empezamos a trabajar fuera y eso fue una bocanada de aire fresco para nosotros. Todo ello redundó de alguna forma en nuestros trabajos futuros.
Imagino que si “apostaron” por este oficio, el veneno del teatro se habría instalado en ustedes antes de su paso por el Instituto del Teatro…
P: Tenía un amigo que era director de teatro en Tarrasa y nos invitó a un grupo de amigos a hacer una improvisación y a partir de ahí me animé. Hice un Ionesco y de allí me fui al Instituto del Teatro y se me metió el gusano infeccioso del teatro. Te pones la máscara de personajes que en tu vida no querrías ser. Con los malos puedes explicar más sobre el ser humano. Me gusta la dualidad de esta profesión. Tienes una personalidad que no es la tuya, pero que a la vez tiene mucho de ti. Son tus estados de ánimo que reproduces en la boca de otro.
R: Yo estaba haciendo COU y nos dijeron que nos darían un punto más por apuntarnos a teatro. Y allí que nos apuntamos Juanjo Puigcorbé y yo y triunfamos en la función de fin de curso. Queríamos dedicarnos a esto, pero teníamos la negativa familiar y tuvimos que estudiar una carrera. Nos plantamos un día y nos apuntamos juntos al Instituto del Teatro. Tuvimos que hacer el camino juntos. Para mi, esto no es un trabajo, es una vocación. No sirvo para otra cosa. Si no puedo hacer teatro, lo único que podría hacer es… Teatro sea en las condiciones que sea. Es mi vida y pertenezco a esta tribu, en la que moriré de hambre o de lo que sea.
Y Tras la emoción compartida con el público, ¿Son capaces de liberarse de la carga del personaje?
P: Indudablemente te quedas con algo del personaje. Es tu cuerpo y hay muchas cosas de ti. Eso sí, cuando sales fuera tienes que deshacerte del personaje. A mi personalmente cuando hago una comedia salgo como alicaído y, en cambio, cuando hago drama salgo del teatro con una sonrisa. Cuando el personaje te absorbe realmente es en los ensayos. Ahí te planteas hasta qué haría el personaje en cada situación.
R: Completamente de acuerdo.
¿Cómo ven su futuro en este oficio Ricard Borrás y Pep Ferrer?
P: Es tan inestable este oficio y tu vida… El futuro es una incógnita muy grande. Quiero seguir con La banqueta una buena temporada y luego ya veremos… Seguiremos por aquí. Lo primero que «compras» de esta profesión es la inestabilidad que conlleva.
¿Hemos evolucionado poco desde los “vagabundos” que citaba Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte?
R: Desde luego, eso es el espíritu de nuestra profesión, coger la furgoneta con la escenografía y seguir montando tu función por los pueblos de España. Somos nómadas y no tendríamos inconveniente en ir a trabajar a cualquier parte del mundo.
P: Los que no hacen teatro nos envidian por poder viajar tanto…
R: Y encima conocemos a chicas muy guapas. Todo esto lo que te lleva es a la conclusión de que a pesar de ser una profesión inestable, consigue compensarse con las “gratificaciones” que te da.