Desde pequeña ha vivido el mundo del espectáculo en primera persona. Aprendió a cantar antes incluso de ser capaz de leer la letra de la primera canción que cantó encima de un escenario con sólo cinco años junto a su padre, el inolvidable Lorenzo Valverde. En el colegio, era la perfecta directora de cualquier función. Ya entonces se debía entrever el desparpajo y la naturalidad de una actriz que durante décadas ha conectado de manera instantánea con el público. Ella es la tercera integrante de ese trío del que tanto os hemos hablado esta semana. Cerramos estos siete días que hemos dedicado a consagrar el teatro musical con Marta Valverde, todo un referente del género.
¿Cuáles son sus momentos favoritos de ¿Hacemos un trío?, Algo más que un cabaret?
El trío de Sondheim es muy emocionante. Es un número musical complicado a nivel vocal. Tiene una carga sentimental muy grande y cantarlo juntos es un plus. También cuando contamos nuestros comienzos, es muy entrañable y divertido. Estamos contando un trocito de la historia del teatro musical en España.
La suya fue una infancia entre cajas…
La primera vez que me subí a un escenario tenía sólo cinco años con mi padre. Me aprendí una canción con viñetas, no sabía ni leer entonces. He vivido entre cajas. Lo hemos mamado. Al haber sido parte de esta profesión desde bien pequeña, te preparas con más rigor. Mi padre nos inculcó el respeto al público. Te preparas más intensamente. Tienes unos referentes familiares que te hacen esforzarte día a día para seguir superándote en tu profesión. Yo jugaba con mis muñecas a interpretar. En el colegio, siempre hacía de directora de las obras de teatro. Lo llevo en la sangre. Toda mi familia se ha dedicado a la música.
¿Qué queda de esa niña que ‘jugaba’ a ser artista en la Marta Valverde que hoy se sube al escenario tantos años después?
Queda la esencia. Como artista evolucionas. Lo que sí te puedo decir es que cuando eres joven te piensas que sabes mucho sobre este oficio, pero con los años te das cuenta de que te queda tanto por aprender… Cada día es un reto subirse a un escenario.
Una vida entera haciendo musicales, ¿Se valora ahora por fin más a los profesionales del género?
Creo que sí. Yo he vivido cómo se denostaba también el género de la revista y la zarzuela, nuestros géneros musicales, que yo he tenido la suerte de representar. Yo me acuerdo del esfuerzo vocal que me exigía hacer zarzuela… Vivía por y para el teatro, no tenía ni vida social. Los artistas que se suben a un escenario a cantar, bailar e interpretar son verdaderos atletas. Requiere disciplina y tesón a raudales. Creo que la gente empieza a valorar la preparación física y vocal que exige.
De las vidas que ha vivido en el escenario, ¿Sería capaz de quedarse con una?
En primer lugar, El diario de Ana Frank. Era una historia muy dura y se incrementaba aún la emoción más por el hecho de que era real. Estábamos contando hechos reales. Teníamos que documentarnos al ser un personaje real. Salíamos destrozados por la emoción de la obra. Con el personaje tenía que llegar a un clímax emocional realmente impresionante. Otro personaje inolvidable para mi es la Fraulein Kost de Cabaret. Tocaba el acordeón, bailaba borracha, tenía momentos patéticos y cómicos. Soy una actriz de extremos. Ha sido una de las obras que más me ha emocionado hacer.
Si miramos hacia el futuro, ¿Con qué proyectos le gustaría seguir jugando a esta profesión a Marta Valverde?
Me conformo simplemente con seguir en esta profesión. Me gustaría seguir haciendo musicales con personajes cada vez más comprometidos y poder vivir de esta profesión que me apasiona. Es un lujo poder subirme a un escenario con gente como Natalia y Alberto, con los que disfruto tanto encima de un escenario.