Israel Elejalde vuelve a ponerse a las órdenes de Miguel del Arco en Misántropo tras un año intenso en el que pudimos verle en el Teatro de la Abadía «el lugar donde me pulí como actor» y en La fiebre, todo un reto interpretativo en el que contó una historia que incomodó a muchos espectadores. Y Tras la emoción compartida en la nueva genialidad de Kamikaze Producciones se siente con una energía muy negativa, pero que torna en positividad al redescubrir que cada noche hace el teatro que le gusta con una compañía con la que es capaz de tirarse a la piscina cada vez que se levente el telón.
¿Cómo es el Alcestes que ha creado Miguel del Arco?
Hemos intentado crear un Alcestes lo más humano posible. Si Moliére lo vio como un personaje cómico, Miguel ha sabido ver en él un dolor que está dentro de este tipo de personas. Hemos querido que el público empatice con él. Rechaza a todos los humanos, pero se ha intentado que sea lo más humano posible a pesar de todo.
¿Te has vuelto más misántropo haciendo este personaje?
Siempre algo del personaje que queda en ti, pero cuando es algo tan peligroso como la misantropía de este hombre, es mejor alejarse de ello. Su viaje es muy trágico, pero yo creo que en el fondo yo ya traía un poco de este personaje en mi propia personalidad.
Y ahora después de hacer la función, ¿Cómo te sientes Tras la emoción compartida?
Este personaje supone un viaje doble. Es un personaje muy negativo, provoca mucho dolor, pero a la vez disfruto de la maquina teatral que ha creado Miguel. Tras la emoción compartida me siento aún con el dolor de este personaje corriendo por mis venas, pero con la satisfacción de ser parte de un espectáculo en el que creo tanto.
¿Cómo fueron los ensayos?
La verdad es que quedaría muy bien decir lo que de fue un difícil trabajo de búsqueda del personaje, pero encontramos la forma de contar esta historia muy fácilmente. Nos hemos arriesgado, pero en el viaje que hemos hecho para crear este montaje lo que hemos encontrado ha sido mucha felicidad. Llevamos cinco años trabajando juntos y eso favorece que el clima de trabajo sea más abierto. Cuando te pierdes, tienes la certeza de que juntos encontraremos algo bueno al final del camino y eso es muy satisfactorio.
Y al mando de esta compañía, Miguel del Arco, con el que tu camino se cruzó hace muchos años…
Conozco a Miguel desde hace 18 años cuando hice mi primera obra, El anzuelo de Fenisa, que dirigió Pilar Miró con la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Yo me acuerdo que el primer día me senté en la mesa justo al lado de Miguel, que hacía del protagonista. Desde entonces, nos hicimos muy amigos y colaboré en sus cortos y en la primera obra que dirigió y que produje yo. Se intentó montar La función por hacer anteriormente con otro reparto, pero no cuajó y cuatro años después conseguimos reunir al elenco soñado.
Y a pesar de las trabas, ivazo mediante, la escena sigue fluyendo, ¿Todo lo puede la vocación?
Con eso cuentan nuestros mandatarios, con la parte vocacional que tiene este oficio que nos hace tener la necesidad de hacerlo a pesar de todo. En todas las artes se están reinventando. Espero que esto sea una situación temporal y que dejemos de ser los bufones de la corte cual siglo XVII. Mientras que eso no ocurra, contaremos las historias en los espacios que nos dejen. Se debería estabilizar la situación, consiguiendo una cierta seguridad en el circuito off que permita vivir dignamente a los creadores y, por supuesto, que sigan las grandes producciones que tanto bien hacen a esta profesión.
Y en esa necesidad de contar historias a pesar de la hecatombe supongo que tiene mucho que ver que montases La fiebre, todo un reto interpretativo…
Tenía la necesidad de contar esa historia, quería reflexionar sobre la posición burguesa en la que a veces me siento instalado. No me planteé inquietudes artísticas, pero para poder desarrollar ese trabajo sí que tuve que enfrentarme de alguna forma a mis límites como actor. Ese sí fue un viaje doloroso, en el que me perdí varias veces, es muy duro hacer un monólogo político para decir cosas que el público no quiere escuchar. A la vez es muy gratificante por, de alguna manera, haber ampliado mi registro actoral. Me ha hecho crecer a nivel personal y artístico. Es un proyecto muy personal en el que he reinvertido el dinero que he ganado como actor. Esta profesión es una forma de ganarme la vida, pero también de ver la vida.
Y si miramos hacia el futuro, ¿Con qué proyectos sueña Israel Elejalde?
Estoy muy contento en esta compañía, son mis amigos y tengo muchos lazos afectivos me gusta el teatro que hacemos y como lo hacemos. Tengo un camino del que sentirme orgulloso por poder hacer un trabajo que me hace realmente feliz.