Jesús Martínez Caro se ha encargado de la adaptación teatral de La Soga, que se puede disfrutar en el Teatro Fígaro de Madrid de martes a domingo a las 20h. Él es nuestra Firma Invitada con un artículo titulado «El poder de las palabras».
“…letra pequeña, pensamientos elevados… mal negocio” esta frase encierra el significado de casi todo lo que hacemos en el tiempo que nos ha tocado vivir. Lo primero es lo primero, el resto carece de valor si lo primero no se consigue, y con esto justificamos nuestros actos.
El texto de La Soga nos muestra todas nuestras debilidades: la vanidad, la codicia, la envidia, la lujuria… es nuestro afán de ser mejor que el otro, de creernos con poder para decidir sobre los demás. El acto más cruel, el de arrebatar la vida, no es peor que el acto de someter o de despreciar a los demás, pero los personajes de la obra nos lo escupen a la cara. Uno como espectador se horroriza por lo que Brandon y Phillip acaban de hacer, pero si piensa un poco se da cuenta que todos somos capaces de hacer lo mismo que ellos.
Esa desviación del mono, a la que llamamos ser humano, interpreta lo que recibe como una amenaza y actúa en consecuencia; por autodefensa, es la ley de la evolución. Si hemos llegado tan lejos es por el poder de acabar con todo aquello que nos amenaza para conseguir esa calidad de vida a la que todos aspiramos a tener.
Las palabras encierran el poder más difícil de controlar, todo lo que decimos, escribimos y mostramos puede ser interpretado o mal interpretado dependiendo de la persona que lo recibe, por lo que callar en estos tiempos se ha convertido en un don.
Mostrar lo que este texto encierra se convierte en una tentación difícil de controlar y termina siendo una obsesión. Lo que fue una idea de barra de bar, hacer un montaje para una asociación cultural y poder hacer una gira, pasó a convertirse en algo imposible, luego probable, más tarde a un cajón durante varios años y, por fin, cuando estaba olvidada, surgió la posibilidad de hacerla. El año pasado pude ver mi obsesión encima de un escenario acometido por el esfuerzo de personas apasionadas y volcadas en hacer que el teatro siga llenando la vida de la gente del lugar donde vivo. Más tarde, cuando Brandon (Kiko) me llamó todo se convirtió en un sueño, un regalo de los dioses que aún no me acabo de creer. Verlo en el Fígaro de la mano de Nina, el maravilloso trabajo de los actores, Julián, Inge, Markos, Mariano, Aníbal y Kiko y el impresionante esfuerzo y dedicación de los productores Jesús y Edu es más que un sueño, es la esperanza de que el teatro sigue vivo y que las palabras siguen vivas y con todo su poder.
Si todos los años el festival de Cáceres o el de Almagro se llenan de gente que va a ver palabras escritas hace varios siglos es por un motivo, esas palabras encierran un poder de atracción que no entiende de tiempo, llegan al espectador vírgenes, como recién escritas por la mano de Cervantes, Lope, Shakespeare, Rojas…
Hitchcock mostró a mediados del siglo pasado lo decadente de una sociedad acomodada americana basándose en las palabras de Hamilton de principios de siglo. Ahora La Soga muestra a la sociedad corrupta de principios de este siglo el repugnante poder del superhombre en nuestro tiempo, por lo demás sólo tengo palabras de agradecimiento.
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