Agencia de comunicación cultural especializada en gestión de campañas de prensa y redes sociales para teatro, cine, música y todo tipo de eventos culturales. Contacto: Desdemibutacacom@gmail.com
¡Pronto, los músicos que se preparen!; que se prepare el público, que se prepare la pista de circo (o el auditorio, o el teatro), que se preparen los pies para bailar y las palmas para aplaudir y la boca para sonreír.
Los acordes suenan, y muy bien. En el escenario están dispuestos 28 músicos y las músicas también están dispuestas a ser ejecutadas (que no liquidadas). No, no van a hacer mofa ni escarnio del concierto. Van a interpretar las mejores y más populares piezas clásicas pero con sentido del humor, que es el único sentido coherente.
Un director, no tan disparatado, pero sí emocional y visceral, entregado a su público si el público se entrega a él. Y eso hacemos. Nos pide aplaudir, aplaudimos. Nos demanda gritar, gritamos, pateamos, nos callamos si nos lo indica, nos batutea, nos maneja a su antojo y nosotros nos dejamos hacer porque queremos pasarlo bien, que ya están los tiempos para otros bochornos.
Él es, en la ficción, Josef Von Ramik, y en la realidad, Juan Francisco Ramos, miembro fundador y actor de Producciones Yllana, que son los que pergeñan este concierto de “no tan locos”. Le quiere hacer competencia, en la irrealidad, Gaspar Krause, que es un violinista virtuoso, Thomas Potiron, con no sé cuantos premios que no enseña, pero se le presuponen nada más verlo, cómo templa el arco y cómo le siguen todos.
Alberto Frías los dirige; ya, eso se cree él, porque en realidad, se dirigen solos. No hay más que ver la fanfarria de orquesta que tienen que, incluso sin batuta que los marque, sacan sonidos puros, pasión y sentimiento a raudales, cuando no nos hacen bailar como posesos en pos de perder el desdoro.
Royal Gag Orchestra, impecables en su vestuario, en los sombreros que no llevan, en sus instrumentos controlados hasta la última nota, en el fervor demostrado por ofrecernos un concierto no al uso, un concierto familiar que llega a los oídos más sordos.
El público es un maestro más, aunque se descoordine un poco. La pura realidad es que venimos a pasarlo de miedo; si al miedo se le transforma en humor, en bellos sonidos, en alegría desbordante, en gag, en real, en orquesta, que hasta se baila un zapateado con el regidor fingido.
La música, nunca mejor dicho, como antídoto. Como ejemplo de divertimento, como cauce universal de entendimiento, como ardoroso espectáculo para todos los públicos, seamos o no, entendidos en arpegios y cadencias, en notas y sonidos. Lo que queremos es… pasarlo divertido.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
El maltrato como tema. El infierno doméstico donde un padre abusa de sus hijos. Así de crudo. Así de real. Así de directo. Normalmente comienzo mis crónicas dando un rodeo sobre el tema del que se trata dando mi humilde opinión o constatando la de otros. En este caso, hay que entrar de lleno en ello. Y no porque la compañía Atreverse lo haga así. Al contrario, vamos enterándonos poco a despacio de las circunstancias que mueven a los personajes a expresarse y manifestarse como lo hacen. Nos van desvelando su interior en dosis de buen texto y magnífica interpretación. Comedida, descubriendo la necesidad de liberarse de tanto yugo opresor cuando eran tan solo unos niños. No eran “enfant” terribles, eran niños sometidos por un padre alcohólico, abusador, despótico, jugador, violento.
Van Deconstruyendo a l’enfant que cristalizó en lo que es ahora. También un alcohólico, pero ya no es violento, está demasiado marcado por las cicatrices del pasado. Nada hay que justifique tales desmanes que traerán consecuencias irreversibles. Tampoco es fácil hablar de este tema sin que te toque al corazón de la emoción. No son entendibles tales comportamientos humanos.
Con dramaturgia de Brel Martínez y dirección de él mismo junto con Jey Nazaré, que también la interpretan, es difícil abstraerse a su hondura, a su desgarro, a su realismo, por lo demás, demasiado más habitual de lo que nos pensamos.
Su expresión es convincente, y tierna al mismo tiempo, robusta y crítica con la tristemente respuesta de la sociedad, que en muchos casos, hace caso omiso de esta lacra que no se menciona hasta que un hecho aciago salta a la actualidad.
Pero para eso está el teatro, para tomar conciencia, y comunicarnos sucesos que en muchas ocasiones desconocemos si no nos tocan directamente.
Da gusto, aunque sea una paradoja (por la crudeza del tema), encontrarse con montajes humildes en sus presupuestos y grandes en sus textos, en sus interpretaciones, en sus planteamientos. Hallazgo en rincones de poco aforo, perlas que correrán una suerte dudosa, dependiendo de la publicidad boca a boca que se les dé. Abogo por ellos. Aquí hay que escribir y representar para la inmensa minoría, y luego que no me vengan diciendo que la oferta es limitada. Lo cierto es que son merecedores de los mejores premios. Por la constancia, por el arrojo, por el tesón, por el esfuerzo, por creer en ellos mismos, aunque cada vez se lea menos, en el sentido de leer obras en vivo, urgentes y necesarias, y que no todos vayan al mismo espectáculo bien situado y con presupuesto de sobra en los forros.
Necesidad social y circunstancial de forma, modo, tiempo y expresión. Temas que fuerzan nuestros sentimientos para removerlos y saber que, en medio de la opulencia, también hay sinceros montajes de calado hondo.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
Desde que Antonio Banderas instalase su Teatro del Soho en Málaga se ha escuchado aquello de ‘¡Esto parece Broadway!’ Se dijo de A chorus line, en cuya presentación tuvimos la oportunidad de preguntarle por si sentía que de alguna forma cubría su teatro la deuda que tienen nuestros espacios escénicos públicos con los musicales más complicados. El actor, productor y director lo ha vuelto a hacer y desde la iniciativa privada. El Company en el que participa Rubén Yuste entre otros es, sin medias tintas, uno de los mejores musicales que hemos visto en España. Yuste no solo continúa brillando como intérprete junto a este cast que roza la perfección con la punta de los dedos. También asume ahora el reto tras la marcha de Banderas de encargarse de la dirección residente. Con él hablamos de este espectáculo que ahora brilla en pleno Paralell barcelonés y que esperamos ver la próxima temporada en Madrid y ¿para qué negarlo? que venga con grabación de este impecable espectáculo en CD. Siéntense en sus butacas, vuelven las ENTREVISTAS DESDE MI BUTACA a ritmo de Company, solo hasta el 12 de junio en el Teatre Apolo de Barcelona.
Entrevista de Carlos Rivera y Fotografías de Javier Naval (Fotos de escena) y Jesús Domínguez (Foto de posado)
Carlos Rivera: Asumes el reto de ser el relevo de Antonio Banderas en la dirección residente deCompany, ¿Cómo lo estás viviendo?
Rubén Yuste: Pues es un reto difícil y gratificante a la vez. La función de un director residente es que las pautas marcadas por el director se cumplan y el espectáculo esté al 100% siempre. Antonio ha creado a su “bebé” después de muchos años de trabajo y lo ha hecho con una meticulosidad y detalle increíble. Nada ocurre al azar, todo tiene un por qué y un sentido… y eso es lo que hace que el espectáculo sea maravilloso para el público. A partir de ahora, yo soy el encargado de que ese bebé siga teniendo la misma esencia del principio, y Antonio está presente diariamente para conocer la evolución de todo. Un privilegio, la verdad.
El equipo en una imagen de Jesús Dominguez con Antonio Banderas a la cabeza
Carlos Rivera: Haces la función como actor, pero a la vez seguro tomas notas mentales como director residente, ¿Cómo vives el doblete?
Rubén Yuste: ¡Esa es una de las cosas malas de esto! jaja. No puedo desconectar, y como pasamos el primer acto toda la compañía en escena, no puedo evitar ir tomando notas mentales de cositas que luego, evidentemente, después de casi hora y media sólo recuerdo la mitad.
Junto a Roger Berruezo y Julia Möller en una foto de Javier Naval
Carlos Rivera:Como contamos en nuestro reportaje especial, Sondheim nos dejó cuando estábais en Málaga con el musical, ¿Cómo recuerdas esos días en los que supongo que de alguna forma fuisteis más conscientes del legado del autor de este maravilloso musical?
Rubén Yuste: Pues con una tristeza inmensa. Fue Arturo esa misma noche el que se enteró y se lo explicó a Antonio. Justo hacía tres días había venido a ver la función su mano derecha, y felicitó a Antonio diciéndole que era una de las mejores producciones que había visto en todo el mundo. Teníamos la esperanza de que con estas buenas noticias Sondheim decidiera venir a ver el show. Así que la noticia fue terrible. Recuerdo que aquel día, al final de la función, Antonio leyó unas palabras muy emotivas que había escrito y la orquesta interpretó uno de sus temas. Fue muy triste y la vez muy especial.
Carlos Rivera: Tienes ya una dilatada carrera a tus espaldas en el campo del teatro musical, ¿Cómo has vivido la evolución del público?, ¿Crees que la afición por el género ha ido aumentando o seguimos aún un poco anclados en ciertos títulos que funcionan bien en todo el mundo? Afortunadamente incluso hay musicales de creación de gran formato como los de BEON…
Rubén Yuste: Pues por desgracia creo que todavía queda mucho camino por hacer. Es un pez que se muerde la cola. Si no hay mucho público, las producciones se centran en títulos comerciales que funcionen del tirón, y eso hace que no ofrezcamos al público otras opciones y lo “eduquemos” con otro tipo de shows. En este sentido, Antonio Banderas y el Teatro del SOHO Caixa Bank están haciendo una gran labor, puesto que se trata de una productora sin ánimo de lucro que lo único que busca es acercar espectáculos al público que no podrían verse en otros contextos con el objetivo único de la “excelencia”.
Carlos Rivera: El Teatro del Soho ha demostrado que se puede sacar el máximo partido creativo a nuestros profesionales, ¿Qué se siente al ser parte de esta factoría escénica que ha creado Antonio Banderas?
Rubén Yuste: Es un orgullo formar parte de un proyecto así. El equipo creativo es también de los más top en nuestro país y formar parte de un proceso creativo de estas características, pudiendo aportar también de nuestra esencia es mágico.
Carlos Rivera: Los ingleses dicen TO PLAY sobre vuestro oficio, ¿Recuerdas ese momento en que el juego dio paso a la profesión que ha marcado tu vida?
Rubén Yuste: Yo sabía de muy pequeño que subirme a un escenario era lo que más me llenaba. Pero la vida ordenó las cosas de maneras distintas. Empecé a hacer teatro con cuatro años y cuando llegó el momento de estudiar, decidí hacer una carrera (Ciencias Políticas). Me licencié, me doctoré y después de unos años decidí que mi vocación es lo que más pesaba en la balanza.
Carlos Rivera: Company reúne a buena parte de compañeros que son parte de nuestro particular star system del musical en España, ¿Cómo es compartir escenas con gente que acumula tantas tablas a sus espaldas?
Rubén Yuste: Es un lujo, un regalazo. Como dice siempre Antonio, se ha dotado de un Ferrari para este espectáculo, y es así. Admiro a cada uno de ellos y poder estar todos juntos en este proyecto es una maravilla. Además tenemos el lujo de vernos los unos a los otros cada día durante todo el primer acto… es algo muy especial.
Carlos Rivera: Estáis en una temporada muy limitada en Barcelona, anima al público en pocas palabras a ir a veros…
Rubén Yuste: ¡La gente que viene a vernos sale diciendo que están en Broadway! Poco más se puede añadir… un proyecto que nace del amor al teatro musical y que ha sido cuidado y mimado hasta el último detalle y con un elencazo irrepetible. ¡No os lo podéis perder, sólo hasta el 12 de junio, improrrogable!
Carlos Rivera: En tu labor como director esta temporada también has estado presente en la cartelera con Las chicas del coro y has puesto tu granito de arena también en Madrid 24H, ¿Qué destacaría de tu experiencia en ambos montajes?
Rubén Yuste: El Barcelona 24h y Madrid 24h ha sido un proceso muy bonito. He podido trabajar de ayudante de dirección y movimiento escénico de una pequeña joyita de musical, fresco, divertido y con una música muy bonita. Todavía seguimos con bolos aquí en Cataluña. Y Las chicas del coro ha sido un regalazo. Historia de Las Fernandas y Ferran González, con música de Ferran. Una comedia loca, hilarante pero con un mensaje muy potente. Hemos hecho temporada en Almería Teatre y en Aquarel.la y ahora estamos de bolos ¡Ojalá podamos ir a Madrid! Bueno, y ahora acabamos de estrenar el musical Por primera vez, una idea original de María Adamuz y mía dirigida por Sara Pérez (a ver si pronto podemos incorporarnos como actores al proyecto).
Carlos Rivera: Si miramos hacia el futuro, ¿Con qué proyectos te gustaría seguir ‘jugando’ a este inmemorial oficio de cómicos de la legua que sigue siendo vuestra profesión?
Rubén Yuste: Pues el mejor regalo sería seguir subiéndome a los escenarios. Nada me llena tanto como eso, aunque está claro que la dirección me encanta y quiero seguir haciendo cositas en ese sentido.
El poeta suspira. En el centro de su mundo, en su corazón jadeante, en las calles de Nueva York, en su Granada que se le ha quedado pequeña. Observa y calla, pero escribe. Escribe lo que sus imágenes oníricas le sugieren. No es del todo surrealismo. Son pesadillas. Es un mundo distinto, más abierto, donde se hablan todos los idiomas, donde las miserias florecen y Lorca retrata con su corazón palpitante de poeta. No quiere morir, aunque se siente solo. Aturdido.
Hay un poeta pasado, el del Romacero Gitano, el que se hace famoso, pero él quiere indagar, patear esa ciudad que le ofrece mil emociones para crecer y no estancarse en el éxito. Deberá roer la gran manzana poco a poco.
También está el poeta condicional. El de que hubiera sido si… El poeta de un otoño que no llegó a vivirlo. El poeta que se revolvía contra él mismo y no se conformaba.
El poeta presente. El de ahora, el de hoy. El que transita las plazas y parques y se siente solo. El que está fatigado, pero no lo mostrará, porque para eso ya lo escribe con voz ronca. El que tiene los pies en la tierra, pero vuela, no puede conformarse con tener un solo ojo.
Y el poeta eterno. El que conocemos gracias a su universalidad e intemporalidad. El poeta de todos. El fruto que no deja de crecer, el que nos salvará del desdoro.
No quiere Federico ser solo de unos pocos. Ni de los poderosos. Ni de los pacatos y los santos. Ni siquiera de los profesores, de los otros poetas, de los religiosos, mucho menos de los políticos, quiere hablar en voz alta, quiere decir que el amor y los amantes pueden ser asesinados por una perdiz como singular historia de amor que se frustró sin remedio.
Mónica Tello, artífice irredenta y dramatizada de su pasión por Lorca, es la encargada de traernos su sabor. Su sabor flamenco, su lectura profunda, su palabra viva, su dolor y su sentimiento a raudales. Para ello se acompaña de profesionales de altura y talento. En la guitarra, (corazón malherido por cinco espadas), Rafael Salinero. En un alarde de virtuosidad etérea sacando el espíritu quejumbroso de los versos y el poeta, en la flauta está Edu García. Y un Lorca sentido y emocional, con el cante como voz poética, Juan José Amador. No le van a la zaga las dos bailarinas e intérpretes de esos Lorca verdaderos, Isabel Pamo y Beatriz Tello. Y entre músicas, cante, baile, versos, todo cuidado con esmero, nos reviven esta historia insólita, este canto aquejado de ausencia, este brote de luz en el panorama escénico. Amantes asesinados por una perdiz, que luego no se comieron.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
Es verdad que nos creamos estereotipos. Que es difícil definir cómo es la idiosincrasia de una poética social cuando hablamos de grupos de personas que nos son ajenos aunque convivan con nosotros habitualmente. Hablo de migrantes, por ejemplo, de gitanos, de artistas, de ingenieros o amas de casa que lo son, pero a la fuerza. Es decir, nos inculcan una idea, nos creemos una forma de existencia que dista mucho de la realidad, pero lo malo es que lo hacemos lugar común y cotidiano sin conocer la objetividad de los auténticos protagonistas.
Ignoro cómo se hace para que no se generalice y caigamos en los mismos clichés, pero un buen sistema, creo, es este, hacer teatro. Contarlo a través de la escena, no para explicarlo, sino para que abramos los ojos.
En No soy tu gitana, con dramaturgia de Nüll García y Silvia Agüero y personificada en la propia Silvia Agüero, hacen ese más sencillo todavía. Contarlo desde el punto de vista de quien lo vive y lo ha sufrido a diario. Nos hace ver que, apreciado desde fuera, son todo prejuicios y desconfianzas.
La gitana, sin menospreciar el calificativo, nos va contando sus sentimientos y el de hace 600 años atrás, el de la literatura y sus intereses estéticos, nos va descubriendo el origen, nos abre los ojos, nos muestra la realidad, pero una realidad, hasta ahora, vista desde los payos que somos todos. Se remonta a la lejanía, que no está tan alejada en la apreciación de lo que representan y nos hace meditar sobre ello.
¿Que tienen sus características propias? Por supuesto. Eso los diferencia y eso los debería hacer más valiosos. Que no son tratados con justicia, que aquí no se trata de discriminación racial, sino más bien clasista, de lástima, de desprecio, de superioridad.
Lo dirige y la llevan con el desparpajo necesario Pamela Palenciano y Nüll García. Y ella, la gitana, se hace grande entre nosotros. ¿Actriz? Pues claro, hay que saber afrontar con fervor ponerse delante de un público y cantarle las verdades al barquero.
Ahí está, todo medido y ensayado, pero con la frescura necesaria para hacernos reír un poco, para hacernos pensar un mucho, para hacernos avergonzarnos bastante, para hacernos autocrítica y reflexión, para entender las sombras de lo establecido, para agradecer que no todo sea sesudo e intelectual, para echar maldiciones a lo que nos incomoda y a los resentimientos escondidos en la vanidad de creernos superiores en todo.
No soy tu gitana, ni pienso serlo, claro que no, cada uno es de uno mismo, y si no te gusta, jódete un poco.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
Despertar y creer que lo que has soñado es realidad. O que lo que vivimos no deja de ser un sueño, de intentar conseguir lo imposible, de deseos que se frustran constantemente, de gente que pasa alrededor nuestro y nos influyen y nos creemos sus historias y nos inventamos una nuevas para que se las crean ellos.
Todos fingimos, todos somos farsantes en ciertos momentos de nuestra vida. La cuestión es creérnoslo nosotros también, discernir entre lo que es cierto y lo imaginado, entre las despedidas y los regresos.
Alguien es nuestro hilo conductor. Nuestro nexo, con quien nos multiplicamos o nos dividimos, con quien nos descubre nuestro secreto o, simplemente, nos acompaña en ese transitar en el que nos movemos.
En Los farsantes hay historias paralelas, que nunca se tocan, pero van hacia un mismo destino. Otras que se cruzan, ficciones que no son mentiras, sombras de nosotros mismos, recuerdos, sórdidas relaciones, miedos.
Pablo Remón juega con las palabras, las situaciones, los personajes, los tiempos, los espacios, el argumento en sí mismo que parece que se va construyendo poco a poco. Pero sabe que todo es un juego. Un juego de atardeceres, de soledades, de inquietudes, de cadáveres que no mueren, de fantasmas del pasado, de nieve que cae y nos deja en silencio.
Los actores son los artífices del engaño, que no es tal. Es solo una irrealidad, un soñar despiertos, una verdad maquillada, una mentira que no es piadosa, sino que hace crecer a los personajes por dentro.
Ellos y ellas, Javier Cámara, Francesco Carril, Bárbara Lennie y Nuria Mencía en mil y un personajes, en teatro haciendo cine, en directo, pero también en diferido cuando nos cuentan su pasado, en compañía mientras están en soledad, en acercamiento mientras están lejos.
No decae el ritmo de este redoble de corazón, de este escenario vacío pero no desierto. De este sueño vivido, de esta sátira sobre lo que es plagio y lo que es original, sobre las vidas que no queremos vivir y las que nos imaginamos, sobre las relaciones entre individuos que no paran de hablar pero se comunican poco, sobre lo que quiero y lo que deseo y lo que tengo.
Magnífica interpretación de todo el elenco, uno a una y todos juntos, creyéndonoslo. No dejen de pensar que por disimular no dejamos de ser menos verdaderos. Aunque al final sea un lío todo esto.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
“Iba yo a comprar el pan” decía el gran Francisco Umbral en su columna Diario de un snob en El País durante mucho tiempo. Ahí Paco Umbral hablaba de con quién se encontraba, qué sensaciones tenía y qué fugacidad de las cosas tienen lo que nos pasa a diario en nuestro barrio.
Barrio Caleidoscopio, de Teatro de la Vuelta, que es uno solo. Carlos Gallegos, que también, aunque anclado a su sillón, sale a comprar un pan, o dos. Y nos cuenta sus sensaciones, lo que le recorre en el aire por dentro. Lo dirige, muy bien llevado, Gonzalo Gonzalo, como si estuviera con él en todo momento. Pero está solo.
Y lo que le ocurre es el amor, la humanidad entera, el corazón desbocado que es un músculo rojo dentro de su pecho. Es como un niño. Para él todo son recuerdos, no quiere compasión, no le gustan los gritos, se siente vacío y, al mismo tiempo, lleno, pletórico. Está en medio de los otros, pero solo, saturado, hecho costumbre, apurando cada instante como si fuera el primero.
En un alarde de interpretación medida, Carlos Gallegos, de voz ajustada, de gesto preciso, este ecuatoriano que representa a Alfonsito, quiere abandonar el concepto que de él tienen, pero no por los demás, sino por sí mismo. No puede estar equivocado. Se lo dice el corazón, y este nunca miente. Desconoce lo que hacen los otros, y tampoco le interesa demasiado, quiere contarnos su experiencia, su miseria, su soledad, sus ganas de vivir aunque se lo impidan sin decoro.
Comprará un pan, o dos, pero no para salir de la miseria, para entrar en la felicidad que le produce saber que uno puede enamorarse, sentir, padecer, con solo una mirada, con solo una voz, con solo una sombra, la rebeldía de las entrañas ante unos ojos luminosos.
Es un prisma de mil colores rotos, un espejo triangular de un barrio cotidiano y vulgar, de un personaje, quizás, algo paranoico, de una persona viva que no quiere quemarse lentamente mientras se ríen los otros.
A partir de ahora, tal vez nada sea como antes, que retumbe en su rechinar la felicidad de la herida interna, el empuje de un barrio que no lo acepta, el deseo de integrarse de cualquier modo, pero no a costa de perder su dignidad, sino de hacerse valer para salvar la amargura de sentirse solo.
Ya lo saben, un asiento, una cadena, un hombre solo, un deseo, un evitar la distancia, un romper con lo que puedan opinar otros.
En La Sala, los domingos, un día anodino para los que distintos somos.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
Hubo un tiempo de bonanza económica y cultural, ¡quién lo diría!, donde las aspiraciones a realizar espectáculos, eventos, encuentros de éxito era algo cotidiano y significativo. En recompensa, se otorgaban ayudas e incentivos “Vitalicios” tentativos para que la creatividad no mermase. Pero, hete aquí, que las recesiones económicas son importantes y llegan cuando nadie se las espera y la gestión de la cultura cae cada vez más bajo. Y sin ascensor. Solo un montaplatos donde nos den las instrucciones precisas. Hemos ido perdiendo nuestra calidad humana.
La obra de José Sanchis Sinisterra comienza con un largo listado de composición de lugar. Hay que cortar por lo sano. Y la síntesis es que el arte y la cultura están estorbando. Un estado de bienestar no puede permitirse que sus ciudadanos piensen. Tienen que actuar de forma mecánica y sin imaginación, no vaya ser que se les ocurran ideas progresistas, libertarias y, lo que es peor, que cuesten dinero.
Con esto queda claro que en el texto de José Sanchis Sinisterra su propio texto quedaría relegado al olvido, al cajón de los proyectos nunca ejecutados, al ostracismo de autoridades incompetentes que tendrían que sacar las comisiones por otro lado. No se puede regalar cultura como si fueran caramelos. Hay opresión, y humor, y experiencia en todo esto. Por eso bajan al subsuelo del subsuelo, al oscurantismo de tiempos pretéritos; solo falta la censura para indicarnos lo que es malo y lo que no es bueno.
Lo dirige el propio Sanchis y Eva Redondo que, posiblemente, no escatimen en esfuerzos para sacar adelante este proyecto. El elenco son Magdalena Broto, Marta de Frutos, Santiago Nogués (con la colaboración de Marisol Rolandi) que, mecánicamente, acaban por mostrarse más humanos que lo que suscitan sus jefes y sus dicterios.
El autor, en efecto, pone el dedo en la llaga de algo que nos sucede desde tiempos inmemoriales que no están tan lejos. Si por algo cuando se habla de que el teatro está en crisis viene a suceder que solo es una falta de presupuestos. Bueno, y de promoción, y de interés político, y de miedo, ¡no vaya a ser que pensemos!
Mantened oculta el habla, el teatro, la poesía, el arte, que ya nos encargaremos nosotros (los altos funcionarios de turno sin criterio) que esto es cosa de unos pocos, de unos locos peligrosos, a los que habrá que otorgar un No habitualmente, un Interrogante en algunos casos y, de vez en cuando, un Sí para que vayan tirando y que no todo sea tan negativo. Un ejemplo basta de muestra, no sé de qué se están quejando.
Una palabra final: Vitalicio, hasta que deje de serlo.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
Las lágrimas no eran para ellas. Para ellas era la lucha, la movilización, la visión de futuro, el codo con codo con los hombres, inmensas, enfrentadas a lo socialmente establecido. Pretendían y querían el sufragio femenino, pero no solo eso, también la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los hijos, el divorcio, y un estado de igualdad más equitativo.
¡Qué difícil es hacer cambiar el parecer de ciertos hombres! De lo que está arraigado y parece inamovible. Seguimos moviéndonos en esos campos de desconfianza y falta de libertad. Una ley no obliga a hacer algo si no quieres, pero permite a quien sí quiera ejercer ese derecho que lo haga. Aún hoy seguimos en lo mismo.
Los hombres, siempre los hombres, queriendo mantener su estatus de privilegio aunque no tengan suficiente sentido. Menos mal que mujeres como Clara Campoamor siempre han existido. Es lógico, no son menos que nadie, no son un simple acompañamiento masculino.
El pecado mortal de Madame Campoamor, en un gran acierto radiofónico, que es como se conocían los acontecimientos en su época, es un texto donde Mario Hernández aprovecha para sacar a la luz, esos discursos políticos. Esa confrontación con Victoria Kent, esa memoria histórica donde solo recordarlo nos hace estar vivos.
No es propaganda política ni alegato para vilipendiar al enemigo. Es el reflejo de unos hechos sucedidos. Clara Campoamor tuvo que exiliarse, como tantos otros, pero le quedará el brillo furtivo en sus ojos de aquello conseguido.
Descubrimiento para quien no esté informado, visibilidad para recordar que nada fue sencillo.
Irene Coloma, José Fernández, Mario Hernández, Elena Rey son varios personajes, varias voces, testigos. Con humor y con dolor, con riguroso estudio, con la fuerza de la palabra y algunos sonidos, en el aire nos desgranan este periodo que acabó en el exilio. El pecado mortal de Clara Campoamor fue no rendirse ante lo que otros hubieran considerado de antemano como perdido.
Historia radiofónica, teatral, documental, en directo y en vivo, el llanto solo consuela, lo que produce efecto es el grito. Pero comedido. La aplastante realidad, la transparente igualdad, la explosiva firmeza de creer en lo que digo. Así era ella, Clara Campoamor, estrella fulgurante de nuestro destino.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
Un año más, la Academia de las Artes Escénicas de España plantea una actividad en su Escuela de Verano. Por cuarta vez, se produce la colaboración entre varias instituciones públicas para ofrecer un programa que une rigor, excelencia y entretenimiento, para que jóvenes de diversas comunidades participen en un proyecto de formación. Este año, Cantabria es la referencia ideal para, a partir de una personalidad tan destacada del mundo de la escena como Santiago Ontañón, considerar, junto a su condición de artista plástico de primer nivel, la actualidad de la escena social en sus formas más destacadas. Las actividades se desarrollarán entre el Palacio de Festivales de Cantabria y la Filmoteca Mario Camus. Nombres como los de Cayetana Guillén Cuervo, Pepe Viyuela, Laila Ripoll, Lluis Pascual, Ana Zamora, Lluis Pascual, César Oliva, Antonio Najarro, Borja Ortiz de Gondra, Helena Pimenta, Ana Zamora, Ignacio García May y Javier Huerta -que también impartirá un curso este verano en la UIMP– entre otros nombres. Eduardo Vasco será el director de este curso que contará con 50 horas lectivas. Del 18 al 21 de julio Santander se convertirá por primera vez en uno de los centros estratégicos de las artes escénicas de toda España.
Ayer Cayetana Guillén Cuervo, Presidenta de la AAE, de la mano del Vicepresidente de Cantabria Pablo Zuloaga, de la Directora General de Acción Cultural Gema Agudo, de Carlos Troyano, responsable de programación del Palacio de Festivales de Cantabria y el rector de la Universidad de Cantabria, Ángel Pazos, entre otros presentaron esta iniciativa de la Academia de las Artes Escénicas de España.
Agencia de comunicación cultural especializada en gestión de campañas de prensa y redes sociales para teatro, cine, música y todo tipo de eventos culturales. Contacto: Desdemibutacacom@gmail.com
Un profesor que utiliza las canciones de los Beatles para enseñar inglés en la España de 1966, se entera de que John Lennon está en Almería rodando una película. Decidido a conocerle, emprende el camino y en su ruta recoge a un chico de 16 años que se ha fugado de casa y a una joven de 21 que aparenta estar también escapando de algo. Entre los tres nacerá una amistad inolvidable.