Despertar y creer que lo que has soñado es realidad. O que lo que vivimos no deja de ser un sueño, de intentar conseguir lo imposible, de deseos que se frustran constantemente, de gente que pasa alrededor nuestro y nos influyen y nos creemos sus historias y nos inventamos una nuevas para que se las crean ellos.
Todos fingimos, todos somos farsantes en ciertos momentos de nuestra vida. La cuestión es creérnoslo nosotros también, discernir entre lo que es cierto y lo imaginado, entre las despedidas y los regresos.
Alguien es nuestro hilo conductor. Nuestro nexo, con quien nos multiplicamos o nos dividimos, con quien nos descubre nuestro secreto o, simplemente, nos acompaña en ese transitar en el que nos movemos.
En Los farsantes hay historias paralelas, que nunca se tocan, pero van hacia un mismo destino. Otras que se cruzan, ficciones que no son mentiras, sombras de nosotros mismos, recuerdos, sórdidas relaciones, miedos.

Pablo Remón juega con las palabras, las situaciones, los personajes, los tiempos, los espacios, el argumento en sí mismo que parece que se va construyendo poco a poco. Pero sabe que todo es un juego. Un juego de atardeceres, de soledades, de inquietudes, de cadáveres que no mueren, de fantasmas del pasado, de nieve que cae y nos deja en silencio.
Los actores son los artífices del engaño, que no es tal. Es solo una irrealidad, un soñar despiertos, una verdad maquillada, una mentira que no es piadosa, sino que hace crecer a los personajes por dentro.
Ellos y ellas, Javier Cámara, Francesco Carril, Bárbara Lennie y Nuria Mencía en mil y un personajes, en teatro haciendo cine, en directo, pero también en diferido cuando nos cuentan su pasado, en compañía mientras están en soledad, en acercamiento mientras están lejos.
No decae el ritmo de este redoble de corazón, de este escenario vacío pero no desierto. De este sueño vivido, de esta sátira sobre lo que es plagio y lo que es original, sobre las vidas que no queremos vivir y las que nos imaginamos, sobre las relaciones entre individuos que no paran de hablar pero se comunican poco, sobre lo que quiero y lo que deseo y lo que tengo.
Magnífica interpretación de todo el elenco, uno a una y todos juntos, creyéndonoslo. No dejen de pensar que por disimular no dejamos de ser menos verdaderos. Aunque al final sea un lío todo esto.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
