Llevaba tiempo queriendo ‘celebrar’ la entrevista número 400, que en realidad ya ha pasó hace unos meses. No podía ser una entrevista cualquiera, ni mucho menos una simple promoción de la película o espectáculo de turno. Después de años en que nunca se habían dado las circunstancias oportunas para tal encuentro, me acerqué al Teatro Bellas Artes a charlar un rato con Antonio Dechent. Le pillo en mitad del ensayo técnico que interrumpe para atender a DESDE MI BUTACA. Cada noche, se encuentra a si mismo en el escenario, su hábitat natural. Reconocido principalmente por su trabajo en el cine, Dechent dice sufrir la enfermedad del rojo y el oro, ese color que caracterizaba históricamente a los telones del teatro. Y en las penumbras del Bellas Artes, su mente lúcida y crítica se abre paso para hablar de un oficio que le ha llevado a interpretar a todo tipo de ‘generalotes’ y duros personajes que se alejan mucho de la imagen que tiene de si mismo. Él se ve más como el protagonista de La Voz Humana, un hombre roto por el amor que busca recuperar en una última llamada desesperadamente a su enamorada. Siéntense en sus butacas y disfruten de sus palabras. No les defraudará.
¿Cómo es esa última llamada al amor que refleja La voz humana?
La idea de hacer esta función surge del espacio para el que fue creado. Se realizó para esa pequeña sala que han montado en el Mercado de Triana. Tenía que hacer algo íntimo, que el público tuviese la sensación de que estaba invadiendo la intimidad del personaje. Me vino a la cabeza La voz humana, pero al momento lo deseché. Luego, lo pensé bien y me decidí por convertir al personaje en un hombre en un marco de una relación heterosexual. De hecho, ya la habían interpretado hombres haciendo de homosexuales e incluso travestidos de mujeres. El desamor no tiene género. Creo que esta función hace mucho por la igualdad de género, el dolor es el mismo y los sentimientos también.

¿Ha tenido que recurrir Antonio Dechent a su particular “armario de las emociones” para hacer La voz humana?
En este caso he tenido que ir… al fondo del armario. Ojalá conserváramos siempre esa ingenuidad que te dan los sentimientos profundos. El amor es una enfermedad que te hace olvidar todo lo demás. La vida conforme va pasando no te permite vivir de una forma tan profunda. Me ha venido muy bien, he recuperado emociones que en la vida real ya habían desaparecido casi por completo. Conforme nos hacemos mayores, nos creamos una coraza para que no nos hagan daño. Todos hemos vivido esa capacidad de transformarse para complacer al otro. Envidio mucho a los que aún tienen esa capacidad de darlo todo por los suyos.
¿Tenía ganas de quitarse los galones de militar y meterse en la piel de un personaje que es pura emoción?
La verdad es que no. Creo que es más una cuestión de superar la imagen que tiene el público de mi. Es un espectáculo ideado por mi, lo que demuestra que yo no me veo tanto en ese roll que me ponen siempre de militar ni el más macho de los machos con el que siempre me identifican. He escogido un personaje que de alguna forma es similar a mi. Es un hombre frágil, débil y roto. De alguna manera, sé que crea una cierta curiosidad ver como el ‘generalote’ se puede acercar a este texto.
¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias para Antonio Dechent?
El teatro es mi hábitat natural. Siento que es mi particular microcosmos. Soy parte de las bambalinas. Decían que Cocteau tenía la enfermedad del rojo y el oro, el color de los telones del teatro. Tengo esa enfermedad. Me encuentro cada noche a mi mismo en las penumbras del teatro.
Uno de los autores que más ha trabajado ha sido Valle Inclán con sus esperpentos tanto en el teatro como en esa ‘curiosa’ y espléndida adaptación cinematográfica que vimos hace unos años, ¿Qué le ‘toca’ del teatro de Valle Inclán a Antonio Dechent?
No sé si considerarlo un elogio, pero alguien me dijo una vez que soy un actor esperpéntico -sale a relucir una grave y cálida risa que acompaña a buena parte de la entrevista- Valle Inclán es el padre y maestro mágico de todo lo demás. Me dedico a esto por no tener talento para inventarme las historias. Tengo que contar las historias que escriben otros. El lenguaje de Valle es el mayor placer que puede sentir un actor. Si fuera inglés diría Shakespeare, pero en España es nuestro dramaturgo por excelencia. Puedes hacer muchas veces la misma función, pero siempre encontrarás cosas nuevas. Define muy bien al género humano, cómo ve a las personas con ese crisol de ternura tan maravilloso.
Cuando leo el término ‘actor-obrero’ con el que se autodefine en algunas entrevistas me acuerdo de ver su nombre en 2006 por todas partes. Hasta en 4 películas en menos de dos meses, ¿Podría entender su vida sin un oficio tan absorbente?
Mi vida es bastante aburrida cuando no trabajo. Cuando más vivo estoy es cuando interpreto a otras personas. No me molesta estar trabajando de una forma tan intensa. Colaboro con un montón de proyectos por amor al arte. No puedo estar parado, me lo paso muy bien. Es lo que me mantiene vivo, igual es una forma de apagar mis carencias vitales, pero es lo que hay la verdad.
Uno de los últimos hitos de su excelsa carrera ha sido ese vendedor hastiado de la vida de A puerta fría…
Ese señor mayor me salió muy bien. Fue una apuesta muy arriesgada. El personaje fue escrito para mi pensando en esa imagen de hombre castigado y duro que doy en cámara. Es un punto y aparte en mi carrera junto a mi trabajo en Smokin Room. Se rodó en mi Sevilla y no pude volver a mi casa a llevar mi vida familiar con mujer e hijos. Una experiencia muy absorbente y decidí por ello quedarme en el hotel. Paseaba por los mismos pasillos que el personaje y tomaba una caña en el mismo abrebadero que el personaje. Queda explícitamente marcado en pantalla ese cansancio físico y vital de este hombre que se queda atrapado en un callejón sin salida.
Cine, teatro, pero también televisión, ¿Cómo fue la experiencia de La familia mata?
Fue durillo. Puede que pensasen en mi por ser una persona en apariencia divertida, pero la verdad es que a las seis y media de la mañana no tengo mucho de eso. Es una experiencia envidiable, tener un trabajo diario lo es. Eso sí, a veces tenía la sensación de que con más tiempo las cosas hubiesen salido mucho mejor. Conservo buenos amigos como Pepe Ruíz- al que vi en el patio de butacas el pasado martes- al que sigo llamando ‘Papá’.
¿En qué momento se le metió el veneno del teatro en el cuerpo a Antonio Dechent?
No lo recuerdo exactamente, el teatro siempre ha estado presente en mi vida desde que hacía teatro en el colegio y llegué a ser coordinador. Lo que sí recuerdo es que era una mente muy cambiante. Estudié Psicología, viví en Lisboa y he tenido multitud de trabajos de diverso pelaje, que combinaba muchas veces con la interpretación, que aún no era mi oficio. De vez en cuando me planteo hacer otras cosas, pero en el fondo… Me he dado cuenta de que solo sé hacer esto.
Supongo que el to play de los ingleses cobra aún más sentido cuando se trabaja con capa y espada en proyectos como Alatriste…
Estoy encantado de hacer un trabajo tan íntimo como esta obra, pero amigo mío, me encantaría montarme en una nave especial y descubrir nuevos mundos…
Dejó la carrera de Psicología, pero ¿No le hubiesen venido bien esos estudios para conocer a los personajes o es la profesión de actor directamente una de locos o inconscientes?
Es mucho más loco lo de la Psicología que el trabajo de actor, algunos estudian para intentar entenderse a si mismos. Las carreras universitarias están anclados en la memorización. De hecho, sacaba unas notas estupendas, pero luego lo olvidaba, no adquirí ningún conocimiento la verdad. El conocimiento académico sirve para poco en esta profesión. Es el conocimiento de las personas el fundamento de este oficio.
¿Hacia dónde va un país que ‘acribilla’ su cultura con medidas como el 21%?
Según el ministro, la cultura no existe. El arte es entretenimiento por lo visto. Somos todos vedettes de revista según el ministerio. Hay que estar muy loco para hacer teatro en estos tiempos. De lo poco que me llevaría de la entrada, encima me quitan el 21%. Debo tener un problema por querer hacer algo con tanta pasión cuando sé que el rédito económico va a ser escasísimo. Esto viene de lejos. Me hace gracia que se llame subvención a las ayudas a la cultura. Hay ayudas en todos los sectores, incluido el de la banca, y a nadie le molesta precisamente por el término ‘ayuda’. Todo es un suma y sigue. Algunos nos llaman ‘titiriteros’ y se permiten el lujo de criticar el cine español sin ver ni una sola película. ¿Por qué quieren ser ignorantes? ¿Por qué se autolobotomizan? Es como si digo que no leo literatura traducida. No creo que les haga mucho bien esa actitud. Es una barbaridad.
Ha participado en decenas de cortometrajes, ¿Piensa que el futuro del largometraje está en manos de estos talentos emergentes?
Antes había que gastarse una pasta para hacer un corto, ahora hay una gran eclosión de pequeños cineastas con la revolución tecnológica. Algunos sí que lo conseguirán, pero otros se quedarán por el camino. Todos no van a conseguir triunfar. La semilla está ahí y hay gente muy buena en ese campo.
¿Cuál es el proyecto más inmediato de Antonio Dechent?
Estoy con Tomar Partido de Ronald Harwood, el guionista de El pianista y El Cuarteto. Es un texto maravilloso. Es sobre unos juicios paralelos a los Juicios de Nuremberg que se hicieron a la gente de la justicia y de la cultura. Es el espectador el que debe tomar partido y sacar sus propias conclusiones en este montaje.
Para acabar, ¿Con qué proyectos sueña Antonio Dechent?
No están las cosas para soñar… Con conseguir que me de para vivir con este montaje yo sería feliz. No quiero ser una estrella ni ganar mucho dinero. Soy un trabajador como bien dijiste antes. Estoy muy de acuerdo con el Papa Francisco cuando dice que no tener trabajo es indigno. Solo pido vivir de esto sin que me toquen las partes nobles.