Ángel Fernández Montesinos, director de Los Caciques. Una vida entre cajas.
Cerca de la ‘teatral’ Plaza de Santa Ana se esconde un pequeño santuario privado para los amantes del musical. La casa de Ángel Fernández Montesinos se presenta ante nuestros ojos como una suerte de templo de culto al musical. El salón de su casa esconde joyas como los carteles originales de los musicales que, como avezado espectador, ha visto en medio mundo. Abre una puerta y empiezan a salir recuerdos de una vida dedicada a las tablas. Su dedicación y entrega al teatro ha sido tal que pocos directores pueden presumir de una carrera tan apabullante y, sobre todo, tan diversa. En sus 170 montajes hay musicales, zarzuelas, comedias, dramas e incluso intrigas policíacas. Lo mejor es no extenderse más en esta introducción. Las palabras de Fernández Montesinos les trasladarán a una época en que TEATRO se escribía con letras mayúsculas. Una larga y apasionante conversación con el Presidente de Honor de la Asociación de Directores de Escena, que resumimos DESDE MI BUTACA. Arriba el telón. Recuperamos esta entrevista de 2013 con motivo de las representaciones de Los Caciques del 9 de octubre al 22 de noviembre en el Teatro María Guerrero.

Foto de José Carlos Nievas
En unos días se reconoce su trayectoria en el clásico en el Festival de Almagro, ¿Tiene alguna idea de lo que le espera?
La verdad es que no. Sé que han llamado a un gran colaborador y amigo como es Alejandro Navamuel, pero poco más te puedo decir. Yo fui pionero en el tratamiento del verso. De hecho, vine a Almagro antes de que se fundase el festival como tal. Monté allí El castigo sin venganza para TVE hace 38 años con Paco Valladares en el reparto. Al año siguiente hicimos Égloga con Valladares y Sancho Gracia. Viendo el éxito de la iniciativa televisiva de esos dos años, se decidió crear este maravilloso festival en el que hoy tengo la suerte de que se me homenajee.
El Festival de Almagro reconoce su labor con el Teatro de Títeres con una exposición, ¿Cómo recuerda aquella época?
-Se levanta por primera vez y abre uno de los armarios del salón. De sus puertas saca los vinilos de los espectáculos del Teatro de Títeres en los que presume de haber tenido a colaboradores como Pepe Hierro-
Yo no hacía espectáculos infantiles, sino familiares. Luego repetían los padres sin los niños. Fíjate si nos adelantamos. Estaban los actores dando las letras antes de la función en La pandilla va al teatro. Teníamos hasta un teclado humano y un número sobre el maquillaje teatral. Ensayábamos incluso los aplausos. Le dábamos mucha importancia a la música. La feria del Come y Calla la llegamos a estrenar en París con orquesta en directo. Además con obras como La pandilla va al teatro creo que incentivamos el interés de los más pequeños de la casa por las artes escénicas.
Según leía en sus memorias, el término “teatro musical” o “comedia musical” tardó en asentarse en España…
Si ponías “comedia musical” la gente lo asociaba a peliculitas musicales que se hacían en la época. No entendían el término. Se estrenó Al sur del Pacífico con Tamayo de director considerándola como “zarzuela”. A la revista se la llamaba “fantasía cómico lírico bailable”. Siento que de alguna forma yo he contribuido a la afición por el género. Ten en cuenta que de Mamá, quiero ser artista hicimos 1600 representaciones y de Por la calle de Alcalá más de 2500 representaciones…
¿Son esos espectáculos precisamente los más especiales de su carrera?
Hay muchas entre mis más de 170 obras, pero es cierto que fueron muy especiales.
Por la calle de Alcalá sirvió para recordar cómo era la revista, que parece que nadie se acordaba ya. Contábamos la historia de la revista complementándola con la del traje. No vestía la gente igual en cada época, como en la vida real. Era un documental. El éxito era contar cómo había variado por la censura. Era un espectáculo con un hilo argumental, no una mera sucesión de números musicales de fantasía.
Con esa obra vivieron el “trago amargo” del incendio de la discoteca Alcalá 20…
Teníamos vendido todas las navidades. Del teatro no se quemó nada. Entramos al teatro y vimos que todo estaba bien, pero hubo 82 cadáveres en la sala de fiestas.
Mamá quiero ser artista era una comedia musical al uso con esas escaleras tan características que subían y bajaban. Utilizamos música de la época y cuatro números nuevos incluido el famoso Mamá quiero ser artista o el número de presentación de Concha. La fórmula era nueva y ella lo considera la cima de su carrera.

Y tras contar la historia de la revista y el bolero, se le ocurrió crear Estamos en el aire, un musical sobre la historia de la radio…
Lo escribí con Arteche. Coincidió que cuando lo teníamos listo, Cope quería hacer un espectáculo para conmemorar los 100 años de la radio. Todo ello basado en mis recuerdos infantiles y juveniles. Era oyente de Radio Murcia. Recuerdo la retransmisión desde el Infanta Isabel de una obra en la que Jacinto Benavente fue entrevistado en el descanso.Era el estreno de Su amante esposa, allá por 1945. No paraba de escuchar esa radio tan rica en contenidos: zarzuela, revista, tenía una radio enorme en mi habitación y me sabía toda la programación. Quise contar la historia de la radio y su influencia en una familia. Por eso había un estudio y una casa en el decorado. Sabía que se habían hecho en cine y televisión en USA cosas sobre la memoria radiofónica, pero en teatro creo que no. La radio era la vida de todo el mundo: Los concursos con esa anécdota del coche por ejemplo. Iba un señor diciendo que era su casa y él no estaba en casa y entonces descubría los cuernos que le ponía la parienta, eso es real. También lo es el Consultorio de Elena Francis y los discos solicitados. Cuando llegaba el Día de la Madre podía haber 200 dedicatorias, cinco pesetas por cada una, era una fuente de alimentación fabulosa para la radio.
Más momentos que parten de una anécdota autobiográfica, la escena del censor que nos lleva a sus tiempos en Radio Juventud de Murcia…
Yo estaba en Radio Juventud de Murcia cuando estudiaba Derecho. Lo hacíamos sin cobrar y nos llevábamos los discos de nuestra casa. La censura era muy rígida. Nos llegaba la lista de canciones prohibidas. Bésame mucho solo en versión orquestal. Lo que hemos luchado con la censura no tiene nombre. Un ejemplo de lo retorcida que era la censura: Había una canción, Échame polvitos, referida a los polvos de talco de los niños y el censor dijo: ¿Dónde se ponen esos polvitos? Rallaban los discos con una tijera para que no los pusiesen. En todos mis musicales todo lo que está en el escenario lo he vivido yo. Estábamos haciendo una tarde Estamos en el aire y había un señor que se revolvió con la escena del censor. En el descanso me vio. “Yo eso lo he vivido, no todos eran así”, me dijo. Yo le contesté que mi experiencia había sido esa en una época en la que muchos censores eran unos reprimidos absolutos.

En un musical jukebox no se si surge antes el libreto o éste se amolda a las canciones elegidas…
Nació al mismo tiempo. Por ejemplo, yo pensaba en un concurso radiofónico y enseguida me venía a la mente la canción que más sonaba: Cocidito madrileño. Van a un concurso a por el jamón. Me pasaba lo mismo con todas las músicas. Algunas no cuadraban en el argumento, como las canciones francesas que decidimos meterlas en un bloque. Vas separando éxitos que tenían una cierta transcendencia en la vida de la gente.
-Durante la entrevista, Fernández Montesinos se levanta en varias ocasiones para mostrarme algunas de las joyas que guarda en sus armarios. Se levanta y me muestra una foto de Celia Gámez, una artista de la que guarda un gran recuerdo-
Fue una experiencia realmente deliciosa poder trabajar con ella. Reivindico desde aquí su faceta como inspiradora, productora y directora de todos sus espectáculos. Ya en Las leandras exigía trajes, decorados y apostaba por músicos emergentes. Ella reclamó al maestro Padilla, que estaba en aquel tiempo en pleitos con Charlot por el uso de La violetera en Luces de ciudad. En el 47 se lo traerá de vuelta a España. En La Zarzuela hicimos un espectáculo sin argumento. Como los de Ziegfield. Eran varios cuadros cómicos con música. Salía poco en el espectáculo. El ensayo general lo paramos para ver cómo pasaba el tren que llevaba a Kennedy muerto. Estábamos en 1962. Era estupenda y teníamos un decorado gigantesco con dobles ballets. Las luces arreglaron un decorado horroroso. Fue muy entrañable reencontrarme con ella en la representación 1200 de Por la calle de Alcalá. En esa noche tan especial cantó dos canciones con gran arrojo y eso que tenía ya 80 años cuando la hicimos ese homenaje. Murió a las 92 años en una situación muy trágica. Tenía Alzheimer y estaba en una residencia en Buenos Aires. Mandé una copia de la versión cinematográfica de Las leandras para que supiesen que era verdad eso que soñaba cada tarde a las seis. Se ponía delante del espejo y se maquillaba como si tuviese función de tarde. Fue una pionera en el género al que consiguió dotar de una calidad inaudita para la época.

Ha montado un clásico de Mihura como Maribel y la extraña familia con gran éxito, pero el musical ha sido uno de los pocos fracasos de su carrera…
Unos lo achacan a que estaba la calle en obras. Otros a que no había taxis por la noche. Si el público decide no ir, es imposible convencerlo para que vuelva. Teníamos todos los ingredientes para triunfar. Los figurines de Pedro Moreno eran fantásticos tanto como la música y el libreto. Otro fallo fue el título, ¿Quién va a ir a ver un musical que se llamaseMaribel? Se tendría que haber llamado Maribel y la extraña familia, el musical. Se empeñaron en llamarla así por la muñeca que era el logo de la producción. La noche del estreno la gente estaba como loca. Al día siguiente, 80 espectadores. Otro aspecto importante es que la crítica española no sabe lo que es un musical. Solo hay que ver lo que escribió Javier Villán, ¿Se puede hacer una crítica de un musical sin hablar de la música? De Follies solo dijo que se parecía a la bodega bohemia que hay en Barcelona, donde se refugiaban viejas glorias. ¿Lo ha visto de verdad? Lo vi hace 24 años en Londres y el de Mario Gas es más divertido, más entretenido que el que vi allí con Ivvone de Carlo. En España el reparto estuvo inmenso. En Maribel no habló de la música, ni de los decorados ni de los figurines de Pedro Moreno que costaron treinta millones de pesetas. Un crítico tiene que fijarse en todos los elementos, incluida la coreografía. Se ensañó con nuestra adaptación, que creo que fue respetuosa y maravillosa. Además, la música era estupenda, completaba la acción.
¿La zarzuela podría prestarse a ser una especie de musical español si se actualiza?
Cuando dicen que van a hacer una zarzuela situándola en 1900 me saca de quicio. Ya existen zarzuelas que transcurren en esa época. No hay quien haga teatro musical en este país. Cuando ves lo que han hecho en Londres y Nueva York da gusto. Allí es una industria. Aquí es pura artesanía. Allí se junta un gran equipo. Son gentes muy capacitadas, cuando hacen un espectáculo lo hacen en condiciones. Yo hice hace poco La verbena de la paloma en los Jardines de Sabattini. Los protagonistas se pelean antes de la verbena. Veíamos la verbena de 1902 con el concurso de chotis, con toda la música de la época. Los personajes se peleaban en escena. Los niños del público le decían que no era tan corta como decía el padre. La alargué un poco, pero sin pasarme.
¿Qué le parece el intento de ‘actualizar’ La verbena de la Paloma de Marina Bollaín?
No se puede hacer así, no se presta a que la actualicen. Hamlet lo puedes situar en la luna, pero el casticismo es algo muy concreto. Hay que hacerla bien, respetar la época. Los sainetes y las zarzuelas son un documento histórico de tipos, un reflejo de una época.
¿Es el pequeño formato la mejor salida para el musical español?
Desde luego. Ver los grandes musicales nos ha hecho reflexionar, ¿Cómo hacer un musical español para que el público se divierta? Hemos pensado que el pequeño formato es la mejor opción, no tenemos mucho dinero, esa es la cruda realidad y así se aviva el ingenio. Es un acierto, hay que reinventar la fórmula. Sin el éxito de los grandes musicales, no existirían los de pequeño formato. Está claro que se esta creando una cultura de musicales.
Musical, teatro clásico, comedia, drama y otro hito en su carrera fue Trampa mortal que dirigió en tres ocasiones con el desaparecido Paco Valladares…
La primera vez la estrenamos en el Marquina. Estuvimos cinco meses y después hicimos una larga gira. Me llaman de Mapa Producciones años después para hacer un musical sobre Gala y me proponen volver a hacerla y eso que no sabían que ya la había montado. “Ríase después de temblar” decía una crítica de Haro Tecglen. En la última producción con Txalo, que trató muy mal la obra con un nivel de producción muy pobre, estaba genial Paco con una sabiduría escénica impresionante. Fue un placer trabajar con él en producciones como Las de Caín, que fue su último montaje.

Es un gran espectador de musicales anglosajones, pero revisando su excelsa carrera sorprende que no haya dirigido ninguno…
Mame con Celia Gámez, creo recordar que es la única vez que he dirigido un musical extranjero. Fui a verlo al Paladium de Londres y me encantó. No me han ofrecido realmente un proyecto de ese tipo nunca. He tenido la suerte de ver los espectáculos originales con – señala el cartel de la producción original de El rey y yo con Yul Brynner y a Ginger Rogers en Mame. Vi también El fantasma de la ópera con Sara Brightam y Michael Crawford. La diferencia es muy grande. En el Lope de Vega Webber se cogió un berrinche muy grande cuando vino al ensayo general… Parecía como si la compañía de Londres hubiese cedido los trajes a una compañía de aficionados.
¿Habrá una resurrección de la revista?
Lo veo muy difícil. No se ha mantenido una tradición de compositores de revista y el género se quedó anclado en el tiempo. Se actuaba sin microfonía y algunas orquestan tenían hasta 40 músicos. Había entonces gente que cantaba de verdad. Pastoria Imperio o Toni Leblanc son un buen ejemplo. Se está perdiendo toda esa riqueza musical con el tiempo. No hay quien invente nuevos argumentos. Me llaman hace poco y me proponen un musical sobre un platillo volante que aterriza en Castillla. Alma, la que conduce la nave, se enamora de un humano. No hay continuidad en el género desde la muerte de Moraleda ni hay actores cómicos de ese calibre. Yo tuve la suerte de conocer el género en pleno esplendor. En fin, eran otros tiempos…
¿Sigue conservando la pasión por el teatro?
Desde luego, yo tengo una necesidad vital de seguir contando historias. De hecho tengo ya en marcha un musical del que ya he terminado el libreto y alguna cosita más que aún no te puedo avanzar…