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Ahí va nuestra particular selección de los 14 montajes de este año. Como en todo ranking se quedan fueran montajes que deberían estar, pero a pesar de todo, este año la cosecha teatral ha sido excelente y sólo pueden quedar un puñado de recuerdos, un puñado de experiencias escénicas que por diversos motivos nos han marcado en este 2014 que toca a su fin.
Aunque el espectáculo se estrenó en 2005, hasta este año no había hecho temporada en Madrid. Publicaremos la entrevista con el actor el próximo 2 de enero.
A pesar de las trabas que se han puesto esta temporada a las artes escénicos, el sector ha seguido luchado por sobrevivir con un puñado de propuestas que han hecho las delicias del público. Antes de continuar haciendo un «Avances del teatro que viene», os presento DESDE MI BUTACA un repaso por algunos de los mejores trabajos de la temporada 2013-2o14.
Misántropo: “En todas partes, la injusticia es la ley”. Miguel del Arco versionando a Moliére. A pesar del pesimismo imperante en el texto- o más bien podríamos decir el realismo- el espectador sale feliz del Español. Sale feliz por ver un montaje que le ha ‘movido’, que le ha hecho plantearse muchas cosas. Nuestro protagonista, en voz y carne de un sobrenaturalmente emocional Israel Elejalde, proclama que “El amor no atiende a razones” y su pasión por la bella Celimena, en la duda entre lo que es y lo que le gustaría que fuese su amada, nos atrapa y nos lleva a lugares de nuestro ser que no nos podríamos imaginar. Todos los kamikazes cumplen con nota. En definitiva, Misántropo es una fiesta, una celebración del teatro en su pura esencia: La palabra. Esa particular compañía de cómicos de la lengua, está arrasando en el Español, ¡Qué siga el éxito!»
La venus de las pieles: «Clara Lago se mete al público en el bolsillo nada más pisar las tablas con su frescura y terminamos hipnotizados por el influjo de su mirada al instante, con esa pizca de perversidad y de sadismo que se revela, cosas del personaje, unas escenas después. Diego del Pino, el protagonista masculino de esta verdadera joya de la cartelera, quiere que el público se pregunte quién es realmente Vanda y de alguna forma recibe respuesta en voz y carne de la protagonista de Ocho apellidos vascos. Simplemente, es un actriz jovencísima, que gracias al cuidado trabajo de David Serrano, ha sabido exprimir su talento interpretativo de una forma increíble y da la sensación cuando la ves de que te encuentras ante toda una señora de la escena y, ojo al dato, ¡Con sólo 24 años! Diego del Pino, en la piel de un imponente Diego Martín, sólo puede caer rendido a sus pies y firmar este perverso contrato de sumisión, en el que perdido entre su realidad y la ficción de su obra, se establece este particular juego de seducción. Lo interesante de la apuesta de Serrano son los guiños metateatrales que ha incluido en su versión como guiño cómplice al público. Y así, navegando entre la realidad y la ficción, el espectador cae rendido a los pies de Vanda y firma, cual Diego del Pino, un perverso contrato de sumisión que podréis firmar hasta el 15 de junio en las Naves del Matadero».
El cojo de Inishmaan: «Si hay un adjetivo con el que calificar esta función es simplemente como ‘mágica’. Es asombroso ver la capacidad de un reparto de edades y procedencias tan distintas creando unas sinergias comunes que llegan al público de una forma muy especial. Cuando salen a escena Terele Pávez y Marisa Paredes las creemos hermanas. Esa risa cómplice y chismosa con la que acompaña Terele Pávez a su personaje nos hace quedarnos prendados de su energía, de su vitalidad y de su talento. Esa complicidad entre ambas queda patente en un gesto que puede parecer nimio a una mirada poco ducha, pero que me llamó especialmente la atención. Me refiero a como atusa el pelo a Paredes, ahí en su mirada y en sus gestos se nota una energía especial. Todo el reparto va en el mismo barco como me decía Terele en la entrevista. Y eso se nota y de qué manera. No voy a descubrir nada si digo que Enric Benavent da a cada personaje una seguridad y entrega que solo la gente que ama mucho este oficio puede conseguir. Ni que decir tiene tampoco que la dedicación y el amor por el teatro llevan a Irene Escolar a firmar otro gran trabajo con esa chulería a la que dota a ese ‘chicazo’ que la toca interpretar».
Novecento: «Emotivo, melancólico y desgarradoramente humano, recorremos a través de la mirada de Rellán otros tiempos y lugares, asistiendo a un verdadero recital interpretativo que sólo alguien con la solvencia de este veterano actor podría conseguir y cuando sus ojos ven a los personajes que han desfilado por su vida, el espectador viaja con él y ve la verdad en sus ojos. Gracias a Miguel Rellán y, su director, Raúl Fuertes, por querer compartir con el público este poético viaje, gracias por hacernos redescubrir que el teatro solo necesita de un buen texto y un buen intérprete para hacernos soñar. Vayan a disfrutar de esta virtuosa y evocadora partitura llamada Novecento, les emocionará».
El viaje a ninguna parte: «¿Quién no recuerda el mítico ademán del actor diciendo aquello de “señorito”? Aquí, ese roll cayó en los manos de Miguel Rellán, uno de esos actores que llena de humanidad cada personaje. Entrañable y sumido en un mundo que parece caer ante la llegada del cinematógrafo, ve pasar ante sus ojos una vida de nómada, de vagabundo sin patria, cuyo único refugio son los miserables tablaos que instalan en cada pueblo. Como contrapunto a este entrañable abuelo ya hastiado de la vida de cómico de la legua, un Tamar Novas lleno de matices, adorable, divertido, que sólo se envenena por el teatro cuando va detrás de unas faldas. Como siempre Antonio Gil con el gesto y la emoción medidas nos vuelve a regalar otro trabajo interpretativo sobresaliente. Y sólo de eso, de sobresaliente, o ¡mejor! de cum laude se puede calificar esta puesta en escena respetuosa con el referente cinematográfico, pero que sabe exprimir a la perfección la imagen, que aún tengo guardada en la retina, de esos cómicos apocados a un viaje a ninguna parte ad eternum«.
El baile: «Para contar esta historia, para contar este canto al amor imposible con una inusitada ternura, eran necesarios unos actores capaces de transitar con igual fortuna entre el drama y la comedia y en el caso de los hombres con ese puntito de ternura que despiertan los personajes especialmente en el tercer acto, en el ocaso de sus vidas. Si Pepe Viyuela tiene una cualidad es que sabe dotar de humanidad a los personajes. Sólido en drama y comedia, es un actor versátil, capaz de, como solo los grandes cómicos saben hacer, dotar a cada personaje del gesto justo. No es El baile una comedia de gags, sino de seres humanos que en un momento entre la risa y el llanto, son capaces de reírse de su propio destino, ¿Estaba predestinado Julián a ser el eterno enamorado cuando fue a Filipinas y a la vuelta se encontró a su amigo con el amor de su vida? Carles Moreu y Susana Hernández cumplen a la perfección como este particular matrimonio ideal (con invitado) que rezuman amor por los cuatro costados en este montaje que ha dirigido con acierto Luis Olmos.Esperemos que no sea la única que veamos un Neville en nuestros escenarios en los próximos años».
Recopilo en esta nueva entrega de Un Madrid sin teatros, Un Madrid sin alma la primera parte de una selección de montajes que he visto en los últimos meses. La mayoría aún siguen en cartel, así que no tenéis escusa para perdéroslos si os interesan mis comentarios. Comienzo este repaso hablando de un montaje al que ya me referí brevemente a su paso por el Teatro Valle Inclán, El viaje a ninguna parte, a través de tres de sus protagonistas, Antonio Gil, Miguel Rellán y Tamar Novas.
«¡Cuán largo me lo fiáis!» debió pensar Carol López cuando le ofrecieron la oportunidad de adaptar la novela (también tuvo su paso por la radio y el cine) del maestro Fernán Gómez. Sobre todo era inevitable la referencia al título cinematográfico, ¿Quién no recuerda el mítico ademán del actor diciendo aquello de «señorito»? Aquí, ese roll cayó en los manos de Miguel Rellán, uno de esos actores que llena de humanidad cada personaje. Entrañable y sumido en un mundo que parece caer ante la llegada del cinematógrafo, ve pasar ante sus ojos una vida de nómada, de vagabundo sin patria, cuyo único refugio son los miserables tablaos que instalan en cada pueblo. Como contrapunto a este entrañable abuelo ya hastiado de la vida de cómico de la legua, un Tamar Novas lleno de matices, adorable, divertido, que sólo se envenena por el teatro cuando va detrás de unas faldas. Como siempre Antonio Gil con el gesto y la emoción medidas nos vuelve a regalar otro trabajo interpretativo sobresaliente. Y sólo de eso , de sobresaliente, o ¡mejor! de cum laude se puede calificar esta puesta en escena respetuosa con el referente cinematográfico, pero que sabe exprimir a la perfección la imagen, que aún tengo guardada en la retina, de esos cómicos apocados a un viaje a ninguna parte ad eternum. Una pena que no giren, una injusticia, más bien diría. Cuando un teatro de titularidad pública tiene en sus manos la excelencia debería llegar a más gente.
Una de cal y otra de arena. Decepción en La Abadía. «Por lo que he visto, la propuesta no me interesa mucho la verdad», me dijo un reputado compañero de las labores periodístico-teatrales cuando le dije que iba a pasar por el teatro de José Luis Gómez. Y la verdad es que a los diez minutos de empezar, corroboré lo acertado de su aseveración. Adaptar Las tres hermanas, hacer una actualización o incluso hacer Las tres hermanas 2, me hubiese parecido una buena opción. Lo que ha conseguido Sanchis Sinisterra, no dudo que a priori hizo su trabajo con la mejor de las intenciones, es cercenar la poesía que invade al texto de Chéjov. Me explico. En su Éramos tres hermanas las actrices parafrasean extractos inconexos de la obra original y, ojo al dato, cantan… Corramos un tupido velo con este último aspecto… O no, pongamos el velo, rejilla o lo que diantres fuera lo que «enclaustra» a estas tres avezadas hermanas en esa casa en la que sienten encerradas y no podrán ir a Moscú ni tampoco podrá el espectador sentir la emoción de estas tres ACTRICES de emoción superlativa que hacen un esfuerzo reseñable por sacar adelante esta, en mi opinión, fallidísima apuesta de la Abadía. El público aplaude a las actrices, pero el trabajo dramatúrgico está hecho para espectadores que hayan leído o visto la obra original, no nos engañemos, si no no se enteran de la obra, así a las claras. Una pena, la verdad.
No se me ocurre una mejor forma de acabar que con una sonrisa, con una propuesta que hace suyo lo del revisionismo histórico con el recurso más inteligente de que dispone el ser humano: El sentido del humor. Ya la primera vez que la vi, sí en este caso he repetido- lo que es muy poco habitual- oí comentarios similares: «Hay cosas que no se olvidan» comentaba una espectadora de uno 70 años tras pegarse una buena risotada con El manual de la buena esposa que vi, como aquella primera vez en el Lara, con un abarrotado teatro. La clave del éxito del montaje reside en tres aspectos: 1- La brillantez de la mayoría de sketches que componen este montaje sobre la Sección Femenina 2- Unas actrices de gesto, energía y talento superlativos 3- La unidad que hay en el montaje, se nota un trabajo de pulido, que permite que no chirríen las transiciones de una a otra escena-sketche. Todo ello cincelado por Quino Falero, que firma seguramente la mejor dirección de su carrera. Autores tan distintos (y brillantes) como Juan Carlos Rubio, Miguel del Arco o Alfredo Sanzol parecen uno en estas historias que van de Elena Francis al mítico y delirante en la voz de la divertidísima Berta Ojea Échale guindas al pavo. Bravo por ella y por sus compañeras Concha Delgado y Mariola Fuentes, el adalid de la entrega y la energía encima de un escenario. Una comedia inteligente, bien escrita, bien dirigida, bien interpretada y que entusiasma al público, pocas veces salgo del teatro con esa sensación. Bravo. Vayan al Muñoz Seca sin dudarlo un momento.
Hay historias que tienen una capacidad innata de calar en los espectadores y una serie sin grandes cifras de audiencia como fue «Mujeres», consiguió emocionar a sus seguidores. En la taquilla del Teatro Valle Inclán dos señoras se acercan a Antonio Gil y le cuentan que vienen a verle por la serie de Félix Sabroso y Dunia Ayaso y se le hincha el pecho por el reconocimiento por una serie tan «de verdad». Y más ahora que Dunia, la madre de esa familia televisiva nos ha dejado demasiado pronto. Esa serie fue la primera que Gil hizo en España tras un largo periplo europeo que le llevó a trabajar junto a creadores del calibre de Peter Brook. Este niño de orígen rural que «jugaba» a las batallitas sigue experimentando y divirtiéndose con un oficio que le lleva ahora ahora a encarnar «El viaje a ninguna parte» en el que parece que los actores vuelven a estar de nuevo embarcados.
Foto de Charo Guerrero.
¿Cuáles son los ingredientes de este montaje que cree que atraerán más al público?
Lo que universaliza esta obra es que resiste a la perfección al lenguaje teatral, es su medio natural. Es la historia de unos personajes muy entrañables y creo que el reparto es muy atractivo para el público. Lo hacemos con mucho amor, es un desafío contar las palabras de ese genio encima de un escenario.
¿Qué ha aprendido de este oficio que le ha tocado en suerte a Antonio Gil con El viaje a ninguna parte?
Hemos aprendido muchísimo, nos sentimos muy cercanos a los personajes. A pesar de que las circunstancias para la mayor parte de nosotros son mucho mejores, sí que nos une la dignidad por el oficio que hacían. Me ha hecho redescubrir las razones por las que hacemos este oficio. Además, he descubierto la riqueza del Fernán Gómez autor: La riqueza de los personajes, la profundidad de sus palabras, su sentido del humor, su inmensa cultura…
La suya es una trayectoria “curiosa” a caballo entre París, Londres y España, ¿Cómo ven el teatro que se hace en nuestro país fuera de nuestras fronteras?
Es una cuestión muy difícil de responder. La verdad es que sólo pueden valorar el trabajo de los grupos que salen fuera de España. Se admira mucho el teatro clásico, pero creo que lo que se hace ahora es poco conocido. Siento que estamos un poco aislados geográficamente y culturalmente. Arrastramos de alguna forma aún lo que supuso el franquismo para nuestra cultura, consiguió cercenar nuestras aspiraciones artísticas.Y aún no hay una política cultural que valore y promueva fuera nuestro trabajo (la subida del IVA es más bien lo contrario) Nos queda mucho camino hasta que nuestra cultura sea apoyada desde las instituciones al nivel que lo está en países del norte de Europa. Aún así, artísticamente hablando seguimos nuestro camino. Gracias a eventos tan importantes como el Festival de Otoño o Una mirada al mundo, u otros festivales que han enriquecido tanto a los profesionales como al público, y al trabajo de investigación e intercambio con el exterior de compañías y autores, se tiene cierta percepción de que aquí ya no sólo se hace teatro convencional, también puede haber una gran libertad creativa y a la vez un rigor y exigencia cada vez mayores. También creo que hay que reivindicar y valorar aquí profesionales españoles que trabajan más fuera que aquí, pero ese es otro tema…
Quizás el montaje más ‘celebrado’ que ha hecho en España fue ese diría que ‘mágico’ Agosto en este mismo teatro Valle Inclán, ¿Con qué se queda de esa experiencia?
Ponerte al servicio de una obra tan bien escrita con ese reparto es un lujazo. Cuando es tan sólido el texto tienes el desafío de hacerle justicia, y Gerardo fue muy generoso, dejó que la obra floreciese en voz y carne de los actores y eso creo que se notó en escena.
Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para ti para contar historias?
Creo que todos los géneros que permiten compartir un momento ‘mágico’ para contar historias son igualmente válidos. El teatro eso sí es el lugar donde se vive de una forma más intensa. Me cuesta abstraerme de la reacción del público cuando le lanzo preguntas en la piel de Carlos Galván en El viaje a ninguna parte. El teatro, como dice el personaje de Rellán: “No morirá nunca”.
¿Cómo es el trabajo junto a un creador de la magnitud de Peter Brook?
Esa es la gran pregunta a la que nunca he encontrado una respuesta certera. Es mucho más simple de lo que pudiese parecer. El primer día pasé terror, pero a los diez minutos sentí alivio. Tiene una visión privilegiada y tuve el sentimiento de que confía en tu trabajo. Lo que plantea es complejo por su simplicidad. Despojarte de todo lo que sobra. Normalmente no confiamos en la esencia del teatro: Unos seres humanos contándole una historia a otros seres humanos.
Acabamos de perder a Dunia Ayaso que le dirigió en la serie Mujeres, ¿Con qué recuerdo se queda de ella?
Me dices eso y solo me entra un hondo pesar. El día en que realizamos esta entrevista tenemos una reunión la familia de Mujeres para hacerla un homenaje íntimo y darnos un abrazo. Nos sentimos huérfanos sin Dunia. Era un ser humano realmente excepcional, era una madre por naturaleza. Félix y ella crearon esta familia que tuvimos la suerte de encarnar. Fue mi primera serie en España, pensaba que todo sería así, pero la verdad es que no. Consiguieron retratar a la gente sencilla, era muy de verdad lo que contábamos. Era un tándem de verdad el que formaba con Félix. Aportaron su talento y su amor por nosotros. Seguimos siendo una gran familia, que ha trascendido la pequeña pantalla.
Y de alguna forma se convirtió en una serie de culto con las reposiciones y la famosa edición en dvd con la lata de tomate…
Desde luego y también creo que tuvo mucho éxito en sus emisiones en el Canal Internacional. A mi, lo que de verdad me conmueve es que se me acerque la gente y me diga que ha venido a verme al teatro por mi trabajo en la serie. Parece que se quedó como una serie minoritaria, pero lo cierto es que caló muy hondo en los que la vieron.
Volviendo a este oficio de cómico que le tocó en gracia, ¿Cree que desde el juego infantil estaba predestinado a este oficio?
Sí, desde luego, fue una evolución natural. Nadie en mi familia se dedicaba a esto. Yo nací en un entorno agrario y en las vacaciones de verano recuerdo cómo con mis primos teatralizábamos chistes, hacíamos marionetas… Luego, empiezas a hacer obras de niño y no piensas que esto va a ser tu profesión, que tú vas a dedicarte a otra cosa, que vas a tener una vida “normal”. Aunque si lo pienso bien creo que esto ya lo tenía muy metido dentro desde pequeño. Recuerdo paseos que me daba haciendo batallitas. Este trabajo es pura evolución del juego infantil y el día que deje de divertirme con esto dejaré este oficio, que me apasiona.
Y si miramos hacia el futuro, ¿Qué proyectos tiene y con qué proyectos sueña Antonio Gil?
Me siento muy afortunado por los proyectos que me han llegado en España desde Hispania a Plutón Brbenero… Lo que quiero es seguir teniendo la oportunidad de experimentar nuevos terrenos. Van a estrenar Los tres cerditos en Antena 3, tengo proyecto teatral con Stefan Metz y otras cosas que están en el aire.
Con una larga trayectoria a sus espaldas, Miguel Rellán le pide a su profesión que le siga sorprendiendo con nuevos retos. Lo fue hace un tiempo el personaje de Al final del arcoiris y ahora se enfrenta de nuevo al teatro: «El lugar donde compartimos emociones», para contarnos la historia de los cómicos de la legua que bien retrató Fernando Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte. Sin duda, una de las mejores funciones del año. Pásense por el Valle Inclán. Están hasta el 6 de abril.
La próxima semana Antonio Gil, otro de los protagonistas de El viaje a ninguna parte, estará DESDE MI BUTACA.
¿Qué ha aprendido de este oficio que le ha tocado en suerte a Miguel Rellán con El viaje a ninguna parte?
Me ha servido para reafirmarme en la precariedad en que vivimos. Fernando Fernán Gómez me lo ha recordado.
Coincidió con Fernán Gómez muchas veces, ¿Qué destacaría de su inabarcable personalidad?
Intentar contar a un personaje del calibre de Fernando sería harto difícil. Con las grandes personalidades, es imposible catalogarlas, poder describirlas con palabras… Es un todo en el que van incluidos desde la voz a esa rara inteligencia que tienen genios como Fernando. Él era capaz de plantear un tiro de cámara que solo a alguien como a él se le ocurriría. Tenía unos planteamientos nada vulgares, que se salían de lo que los demás pensábamos. Tenía una voz -le imita- poderosísima. Era toda una personalidad, muy distinto.
Y después de El viaje a ninguna parte se reembarca en el monólogo Novecento, un cambio radical…
El 14 de mayo retomo este espectáculo en la sala pequeña del Teatro Español. En esa aventura me enfrento al público yo solito tras esta experiencia tan coral que ha sido El viaje a ninguna parte. Tengo un mal concepto del ser humano, creo que somos egoístas y malvados, pero tenemos la extraña generosidad de querer compartir todo aquello que nos gusta. Por eso recomendamos una película o contamos un chiste, para que el de enfrente pase un buen rato. Y eso me ha pasado con este montaje, tengo ganas de compartir con toda mi alma esta historia.
Cine, televisión y mucho teatro, ¿Es para Miguel Rellán el teatro el mejor lugar para contar historias?
Sí, desde luego que creo que es el mejor lugar para contar historias. Tenemos que tener en cuenta que partimos de una enorme convención… Sabemos que es mentira, pero es más verdad que el cine. Me gusta la cita de Orsoll Welles para esto: “Cuando vas al cine te preguntas ¿Cómo lo habrán hecho? Y cuando vas al teatro te preguntas ¿Cómo lo hacen?”. Si tú ves a un hombre llorando a cinco metros de distancia, ahí no hay trampa ni cartón. Se está emocionando delante tuyo. Siendo mentira el teatro es más verdad que lo que ocurre en pantalla. El Titanic no se hunde en realidad en la película, pero en el teatro sí que compartimos emociones.
¿Por qué Beatriz Carvajal se lleva un túper cuando va a comer en verano a su casa?
-Suelta una sonora carcajada en mitad del estruendoso y castizo bar en que nos encontramos, enfrente del Teatro Valle Inclán-
Me lo contó ella hace unos días cuando la entrevisté…
Yo organizo paelladas en verano. Me di cuenta de que no comía mucho y es que no le gustaba el arroz. Ahora ya la hacemos algo especial para ella para que no se tenga que traer el tuper de casa.
¿Qué ha aprendido Miguel Rellán de Beatriz Carvajal en tantos años de trabajo juntos?
De Beatriz he aprendido muchas cosas, pero sobre todo la actitud ante el trabajo. En este oficio hay que estar muy atento y en eso Beatriz tiene una capacidad innegable.
Y con una carrera tan dilatada a sus espaldas, ¿Qué proyectos tiene y con qué proyectos le gustaría seguir soñando?
Jugadores es una función que haremos en los Teatros del Canal con Ginés García Millán, Álex Angulo… Me gustaría que los proyectos que vengan sean un reto. No por hacer grandes papeles, que me supongan un cambio. Lo decía Beethoven: “En esta profesión hay que hacer lo que no se sabe hacer” Quiero meterme en proyectos que me compliquen la vida. Para hacer lo de siempre, no me interesa.
Y en esas “complicaciones” recientes creo que estuvo el inolvidable personaje de Al final del arcoiris…
Me encantó el elogio que me lanzó el autor, Peter Quilter, que me dijo que era el actor que mejor había interpretado al personaje en todo el mundo. Por lo visto en otros países optaron por hacer un Tony que era una “locaza”, que es un recurso muy facilón. Yo decidí que quería que se notase que es homosexual, pero lo mínimo. Me costó mucho trabajo, me tuve que empollar un montón de espléndidos trabajos cinematográficos. Como dice Michael Caine en su libro Interpretar en el cine: “Cuando veas algo bueno, cópialo”. Yo lo hice y tomé como base a Ian McKellen en Dioses y monstruos.
Hoy parece más que nunca pertinente reivindicar la figura del cómico, en estos tiempos en que el teatro y el cine parecen (no) ser una prioridad para unos cuantos. Hoy más que nunca es necesario poner en escena, en su primera traslación al escenario, «El viaje a ninguna parte» de Fernando Fernán Gómez. Fue gracias a su trabajo con el maestro en «La lengua de las mariposas» como nuestro protagonista consiguió su Goya hace ahora una década. Tras una intensa carrera en el cine, el año pasado se unió a la «Comedia y Sueño» de Corazza, su debut en el teatro. Solo unas horas antes de que se suba el telón del Teatro Valle Inclán nos atendió «nervioso, pero no preocupado» ante la cita que le llevará a un Viaje a ninguna parte en el que, de nuevo, parecen sumidos nuestros actores en la actualidad.
¿Cómo han sido los ensayos con Carol López y el resto del equipo entre los que se encuentra un actor de toda la vida, un cómico del calibre de Miguel Rellán?
Desde la prueba que hice con Carol tuve muy buenas sensaciones, y la verdad es que ha sido un proceso de ensayos inmejorable. Carol me ha dado muchísima confianza, me he sentido bien acompañado y con mucha libertad. He aprendido mucho con ella, con el personaje y con la historia. No puedo estar más contento. Y de Miguel Rellán, pues ya lo dice todo el mundo, es un compañero fantástico, lleno de generosidad y franqueza, ha sido un lujo ser su “nieto”. Al igual que el resto de compañeros: Andrés Herrera, Antonio Gil, Olivia Molina, Amparo Fernández, Jose Ángel Navarro, Camila Viyuela. Creo que hemos hecho familia.
¿Muchos nervios ante el esperado estreno?
Mi estómago lleva días inquieto… Pero estar nervioso y no preocupado creo que es buena señal.
¿Cómo es la adaptación que ha hecho Ignacio del Moral?, ¿Hasta qué punto se puede ser fiel a una película como El viaje a ninguna parte encima de un escenario?
Ha sido un placer conocer a Ignacio, es siempre interesante escucharle, y la versión que ha hecho, junto con el trabajo sobre el texto también de Carol durante los ensayos me parece muy complejo. Creo que la historia se cuenta de una forma ágil, llena de humor y verdad, dejando que se muestren los personajes de la novela. Con respecto a la fidelidad al original, en mi caso concreto, he vivido acompañado de la novela durante los ensayos. No he tenido en cuenta la película, para no ser condicionado por otras imágenes y otras interpretaciones, que recuerdo que en la película eran brillantes. Creo que el espíritu y los personajes de Fernán Gómez están en esta versión.
Foto de David Ruano.
Ahora más que nunca, parece imprescindible reivindicar la figura del cómico. En tu caso, ¿Qué es lo que llevó tu camino a este viaje a ninguna parte en el que parecéis sumidos en estos tmpos los actores?
Pues a mí, en primer lugar, los azares de la vida. Me he ido enamorando de este oficio, pero las primeras oportunidades no fueron buscadas.
Coincidiste con Fernán Gómez en La lengua de las mariposas, ¿Con qué recuerdo te quedas del autor de El viaje a ninguna parte?
Me quedo con una imagen. Yo tenía 11 años, era mi primer día de rodaje en un monte al lado de un río, yo salía de la caravana de vestuario, y Fernán Gómez, estaba sólo y tranquilamente en un descampado, sentado en una silla plegable, con la barba recién recortada, sombrero y bastón. Es la primera imagen consciente que tengo de un actor de carne y hueso.
Recientemente pudimos disfrutar de tu trabajo en Comedia y sueño, ¿Qué ha aprendido del trabajo junto a Juan Carlos Corazza Tamar Novas con esta experiencia?
Con Juan Carlos llevo trabajando varios años y, al igual que Manuel Morón, ha sido fundamental en mi aprendizaje. Sigo trabajando con él, afortunadamente. No sabría poner en palabras todo lo que me aporta el trabajo con Juan Carlos, es un maestro y director con el que espero trabajar muchas veces. EnComedia y Sueño he aprendido y debutado en el escenario como actor, pero me ha hecho interesarme por la dirección, la dramaturgia, la puesta en escena… y en especial con la música, que tenía un poco apartada de mi vida hasta ese momento. A Juan Carlos le estaré siempre agradecido.
¿Dónde queda en la memoria de Tamar Novas el momento Goya?
Fue una buena inyección de confianza para mí, que los compañeros de profesión valoren tu trabajo es de gran ayuda para seguir esforzándose. Pero cuando recibí aquel premio yo aún no estaba claramente orientado hacia este trabajo, me dio muchas alegrías, pero me quedaba lo más importante, que era conocer más este oficio, y es a lo que he dedicado mis esfuerzos estos últimos diez años que han pasado desde aquella bonita experiencia.
Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias para ti?
Porque es un lugar donde, como actor y espectador, he experimentado sensaciones diferentes a cualquier lugar. Creo no sólo en el componente de entretenimiento que tiene el teatro, que también me parece importante, sino en la capacidad de transformación que puede tener. Como dice el personaje de Miguel Rellán enEl viaje a ninguna parte: “El teatro tiene veneno, es un misterio”.
Si miramos hacia el futuro, ¿Qué proyectos tiene y con qué proyectos sueña Tamar Novas?
Ahora disfrutar de este viaje a ninguna parte al máximo. Además sigo trabajando con Juan Carlos Corazza y parte de la compañía de Comedia y Sueño en otro proyecto, y espero rodar en abril una película que se llama La playa de los ahogados, de Gerardo Herrero, basada en la novela de Domingo Villar.
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Un profesor que utiliza las canciones de los Beatles para enseñar inglés en la España de 1966, se entera de que John Lennon está en Almería rodando una película. Decidido a conocerle, emprende el camino y en su ruta recoge a un chico de 16 años que se ha fugado de casa y a una joven de 21 que aparenta estar también escapando de algo. Entre los tres nacerá una amistad inolvidable.