Cuando uno se sienta a charlar un rato con Sergi López pasan por delante multitud de imágenes de nuestro cine y de nuestros vecinos franceses. En su mirada aparentemente dura, que le ha llevado a encarnar personajes como ese malísimo de El laberinto del fauno, se esconde un tipo que ante todo ama y respeta profundamente su profesión. Esa profesión que le ha llevado a pisar alfombras rojas en medio mundo. Pocos dirían cuando le ven en las distancias cortas que este actor todoterreno es ganador de innumerables reconocimientos. Y es que, su ego está de sobra cubierto, según me confiesa antes de una representación de su Non Solum en el Teatro del Barrio. Fue su maestro Jacques Lecoq el que le enseñó que podía contar sus propias historias jugando al teatro. Y ahí sigue con un brillo en los ojos que torna en algo infantil cuando rememora a ese malo que le llevó a trabajar con el gran Guillermo del Toro. Se nos ocurrían pocas formas mejores de inaugurar este décimo aniversario que con este actor de talento y renombre internacional. Siéntense en sus butacas y disfruten de sus palabras. Las disfrutarán, se lo aseguro.
Define tu espectáculo Non Solum en unas pocas palabras…
Es una comedia existencial y eso no tiene fecha de caducidad. Eso de ¿Quiénes somos? es atemporal y creo que por eso sigue conectando con el público casi una década después de su estreno.
En este espectáculo se funde tu mirada con la de Jorge Picó, ¿Qué os une artísticamente?
Nos une la escuela de Lecoq, donde nos conocimos. Es una escuela de creación, donde aprendes a intentar desarrollar tu escritura teatral. No tenemos exactamente la misma escritura, pero sí la idea de un teatro ligado al gesto. Queremos a través de la comedia hacer algo más que una mera distracción. Hacemos un teatro que pretende servir de algo. Es teatro político. Intentamos hablar de cosas que nos mueven en este mundo en que vivimos, contar lo que ocurre en la calle.
“El teatro es sólo un juego y no sirve para nada más” decía tu maestro, ¿Compartes esa máxima?
Estoy de acuerdo. No hace falta buscarle más profundidad. Otra cosa es la escritura, que puede estar llena de profundidad. El teatro que nos sale es este. Cuando creas, terminan saliendo muchos temas. Él nos planteaba que debíamos encontrar qué decir. La interpretación sigue siendo un gran misterio para mí, él no pretendía dar grandes máximas en su escuela. Actuar es jugar. Entonces, en el juego a veces las cosas salen bien y otras no tanto.
¿Por qué decidió Sergi López irse a París a buscar su forma de contar historias en un escenario?
Es una prueba más de lo fundamentales que son los encuentros casuales en la vida. Con Toni Albá trabajé en mi pueblo y me ayudó en mis comienzos a escribir una obra en un garaje. Me metí en la improvisación y en la creación con él. Fue él el que había estudiado allí. Sabía que era muy prestigiosa y por eso fui allí. Tuve la intuición de que en cuanto tuviese dinero suficiente debía irme a París a estudiar con él, que me haría mucho bien en mi carrera.
Fuiste a esa escuela queriendo ser payaso y no actor…
Lo de actor sonaba grandilocuente y eminentemente… difícil. A mí me encanta el término ‘payaso’ y no entiendo a los que lo utilizan como un insulto. Lo que me pasaba entonces es que veía casi como una quimera poder ser actor, poder vivir de ello. Es un oficio con muchos resortes y Lecoq me abrió los ojos y me hizo ver que podía tener mi propio punto de vista de este oficio.
Has trabajo en El niño, ¿Qué crees que tiene Daniel Monzón que conecta de esa forma con el público?
Tiene un talento enorme, sabe rodar muy bien y transmite una gran pasión por lo que hace. Es un cinéfilo empedernido, sabe muchísimo. Tiene el talento de saber hacer un cine que parece fácil de rodar en sus manos.
El laberinto del fauno ha sido uno de los hitos de tu carrera, ¿Con qué te quedas de esa experiencia que te llevó a trabajar con Guillermo del Toro y gracias a la cual te ofrecieron varios proyectos que rechazaste?
Sí, al hilo de este éxito y alguna película francesa más me ofrecieron alguna película americana que no me terminó de convencer. Es la segunda película de habla no inglesa más vista de la historia de hecho. Guillermo del Toro es un monstruo. Es director, pero controlaba los demás departamentos de una forma impresionante. Un tipo con un talento enorme que influía hasta en el último detalle. Fue muy lúdico hacer de malo, malísimo en este cuento de hadas. Tienen algo de infantil estos personajes en cuanto a la actuación. Redescubres el placer de actuar en ese sueño infantil de querer ser el malo del cuento.
Hace un año, tuviste que suspender una representación en el Teatro de la Abadía, ¿En ese momento quisiste olvidar de eso que suele decir de que el espectáculo debe continuar pase lo que pase?
No, para nada, yo siempre quiero que el espectáculo continúe. Es un montaje propio, con el que disfruto mucho y teniendo un espacio como La Abadía, cuyo público está acostumbrado a la calidad. Es una responsabilidad tener que suspender por romperte el gemelo. Sólo paramos un día. Incorporé mi cojera a la obra las siguientes dos semanas como pudiste ver tú que fuiste en esos días a verla.
Me da la impresión de que la parte más ‘expuesta’ de esta profesión es lo que menos te gusta, ¿Eso es lo que te ha llevado a alejarte del mundo de la televisión?
La televisión tiene una gran repercusión mediática exagerada y eso es lo que menos me gusta de esta profesión. Yo soy un mal ejemplo de todas formas. Hay muchos actores que les gustaría hacer tele, teatro o cine y no consiguen trabajo en ningún campo. Soy un poco pijo en ese sentido. Con el cine ya he tenido suficiente exposición mediática, mi ego está más que cubierto. No tengo ningún interés en ser el más famoso del país. La televisión me da mucho respeto la verdad. Las poquísimas cosas que he hecho en televisión, siendo muy banales, al día siguiente me reconocía todo el mundo en mi pueblo. La fama es algo que va después de mi oficio nunca por delante. La celebridad tiene algo infantil, que te reconozcan te hace gracia. En mi pueblo ya no soy el más famoso de hecho.
¿Con qué proyectos le gustaría seguir jugando a Sergi López?
Me han ido las cosas tan bien… Tengo la suerte de tener una carrera – término que odio- en la que me reconozco. He tenido la suerte de coincidir con artistas que han confiado en mi. Lo que más me gusta es encontrarme con historias, con personajes que jamás imaginé con interpretar. No sueño con ser El Quijote o El Zorro… Me he encontrado con papeles de nuevo cuño tan enriquecedores que lo único que pido es que me quede como estoy. Soy feliz al lado de un creador como Jorge Picó que es un interlocutor que me hace crecer. Me encanta la idea de hacer mi propio teatro, poder contar mis propias historias encima de un escenario sin depender de la llamada de un productor, como me pasa en el cine.