«El día de la marmota»: ¿Se les ocurre algo más hermoso que ver nevar en un teatro?

Un artículo patrocinado por CARLOS RIVERA COMUNICACIÓN

Admito que me enfrenté a la adaptación musical de una de mis comedias favoritas con precaución. A priori, esta historia no me convencía en exceso para trasladarse al formato musical. Además, la partitura a manos de Tim Minchin, responsable de Matilda, tampoco me llamaba especialmente la atención. Desde luego no es Stephen Sondheim, Andrew Lloyd Webber, Alan Menken ni Stephen Schwartz, mis predilecciones en el género. Su música nunca me ha tocado especialmente, aunque el musical de Matilda sea una preciosidad. Para mí, la mayor garantía la verdad venía de la mano de la productora Nostromo, con Jordi Sellas a la cabeza, que nos ha hecho ya un buen puñado de regalos a los amantes del género en los últimos años como los extraordinarios The Producers, Cantando bajo la lluvia, La Jaula de las locas, Casi Normales y -me quedé con las ganas- La tienda de los horrores.

Se abre el telón y pronto cambio el chip y aunque parezca imposible es gracias al bellísimo opening number, que hace las veces de leitmotiv musical. En Pot sortir el sol, un bellísimo número de apertura poco convencional en el que priman las voces por encima de la espectacularidad de otros musicales de gran formato. Una declaración de intenciones de un espectáculo que no juega a las grandes ilusiones, sino a las emociones que destilan unos personajes que traspasan la gran pantalla para hacerse carne en la piel de un puñado de espléndidos intérpretes. Desde Roc Bernardi, en un cambio de registro total tras Aladdin, a la Diana Roig con su voz melodiosa que parece haber nacido para el personaje. No me olvido de los secundarios con sus personajes característicos que ni nuestro Berlanga vaya. Me refiero a Oriol Burés, Marc Gómez o Ernest Fuster que con sus tablas hacen de cada pequeño personaje, un ser con entidad propia.

Uno de los aspectos que siempre se pone sobre la mesa al adaptar una película a teatro musical es cuánto de fiel se es o no a la película. Desde experiencias más literales y pegadas al celuloide como Dirty Dancing a musicales que expanden la historia y la complementan como la excelente Regreso al futuro. Afortunadamente, El día de la marmota está en este segundo grupo. Vemos prácticamente todos los momentos icónicos de la cinta protagonizada por Bill Murray -algunos con pequeñas modificaciones -, pero además profundizan en los personajes secundarios para llevar al libreto hasta la duración estándar de un musical.

Un asunto que me creaba curiosidad es cómo iban a reflejar las repeticiones temporales. Desde luego están muy bien escenificadas con el paso de las nubes en pantalla o rotando la casa. Todo cuidado al milímetro bajo la producción de Nostromo. En esta ocasión, Llácer no se ha podido encargar de la dirección escénica, que ha recaído en las sabias manos de Enric Cambray que ha sabido sacar partido a cada situación y cada personaje con inteligencia escénica. No me quiero olvidar de la banda en directo que saca matices a cada nota bajo la dirección musical de Manu Guix.

Muy agradable sorpresa este El día de la marmota, sin duda. Solo estarán hasta el 22 de marzo en el Teatro Coliseum y sí, al final termina nevando, ¿Se les ocurre algo más hermoso que ver nevar en un teatro?