Nathalie Seseña: «Los actores somos niños grandes a los que nos pagan por jugar»

Desde pequeña quedó eclipsada por la ceremonia. En la tienda familiar, Capas Seseña, veía algo muy ceremonioso en el momento mágico de colocar la capa. Y en el teatro veía a los actores sin saber muy bien si eso se podía estudiar, si se podía vivir de esa ceremonia tan particular que es el teatro. Nunca imaginó que trabajaría en el medio audiovisual, aunque precisamente sean el cine y la televisión los que le han granjeado sus mayores éxitos. Unos éxitos que se ha tomado con mesura, sin dejarse llevar por los devenires del mundo del espectáculo. Lleva una vida discreta, lo más alejada posible de los focos y de los grandes titulares. Habla de una forma dulce y pausada. Nada que ver con su personaje televisivo en La que se avecina. Pudimos disfrutar de su brillante trabajo en El innombrable, una obra que estrenó en 1998 y que recuperó por una noche en el marco de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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Aunque no se pueda avanzar mucho, ¿Por qué has querido rescatar El innombrable en este momento?

Tiene mucho que ver con la mujer, con una situación de represión y creo que ambas cosas hacen que esta historia tenga mucho que decir. Desgraciadamente, dice mucho del momento actual.

Conociste a todo un maestro de actores como Philippe Gaulier con esta experiencia teatral…

Tras estudiar en la RESAD, pedí una beca al Ministerio de Cultura. Vi una serie de actores que me fascinaron y quise estudiar con su maestro en Londres. Estuve una buena temporada estudiando con Philippe. Cambió mi forma de entender el teatro y la vida. Una cosa que descubrí al trabajar con actores de todo el mundo es que arrastras mucho de tu cultura en tu forma de interpretar. Para mi fue muy interesante de descubrir. Además, tiene una escuela que es muy similar a Lecoq. Poder trabajar con él fue un lujo. Hace tiempo que queríamos retomar este texto. Ha sido muy emocionante volver a jugar con este personaje que me gusta tanto. Le hubiese gustado estar aquí, pero estaba en Italia.

Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias?

El teatro es mágico. Es un acto único e irrepetible. Cada función nunca se va a repetir, eso me encanta. Tiene esa cosa tan directa y maravillosa de la comunicación con el público. No está enlatado ni manipulado. Ocurre o no ocurre la magia. Depende de nosotros y también del público, con el que puede que se produzca la comunicación o no. El encuentro entre el actor y el público se produce cada noche. A veces sale bien y otras mal. Cada día intentamos contar bien una historia.

En 2011 volviste al teatro con El tartufo de Moliére tras una temporada sin pisar las tablas, ¿Cómo fue la experiencia?

Si soy actriz es por mi pasión por el teatro. Nunca imaginé que haría cine y televisión. Es un placer enfrentarte a un proyecto teatral. Tenía ganas de trabajar con Hernán Gené y más aún con un Moliére. Un personaje como Dorina es muy bonito.Quizás no tuvo el recorrido que merecía ese montaje. A veces levantar el telón es demasiado caro y no se puede acceder a tantas plazas.

Tras más de siete años en La que se avecina, ¿Te sigues sorprendiendo en la serie?

Me sigo sorprendiendo con los guiones de La que se avecina. Lo que más me gusta de esta serie es que me sigo divirtiendo como el primer día rodando. Nos lo pasamos muy bien y cuando me llegan los guiones me siguen haciendo gracia. Después de 7 años, poder seguir divirtiéndome es maravilloso. Después de tantos años, hay una complicidad muy grande. Con una mirada somos capaces de comprender a nuestro compañero. Es muy divertido estar en el plató. Jordi Sánchez es una persona maravillosa. Somos matrimonio en la ficción y grandes amigos en la vida real.

Te conocimos gracias a El día de la bestia de Álex de la Iglesia, ¿Qué recuerdas de aquella experiencia?

Lo recuerdo como una de las experiencias más fascinantes de mi carrera. Pude encontrarme con ese ser tan fantástico que es Álex de la Iglesia en un rodaje muy duro. Recuerdo a parte del equipo dormido por las noches del agotamiento. Estábamos muy felices de ser parte de esa historia, pero obviamente no podíamos imaginarnos en el fenómeno que se iba a convertir esa película. La primera vez que leí el guión no pude dejarlo hasta que lo acabé.

Pasaste una infancia entre capas y creo que en esa ceremonia de ponerse la  capa viste algo muy teatral…

Estaba mucho en la tienda de mi familia, Capas Seseña. Yo lo veía como algo muy teatral, muy ceremonioso… Forma parte de mi pasión por la ceremonia, ¿Qué hay más ceremonioso que el propio teatro? La capa es algo tan relacionado con el teatro también, que algo debí ver en ello seguro.

¿Estaba ya en ti esa parte de juego que lleva el oficio teatral?

Siempre he querido contar historias. Los actores somos niños grandes a los que nos pagan por jugar. Cuando lo conseguimos, nos hace muy felices. Yo iba al teatro y me decía a mi misma que quería hacer eso, pero diría que de una forma inconsciente. No pensaba que se convertiría en mi profesión. Es muy raro esto de que te quieras dedicar a la interpretación.

A pesar de la popularidad, eres una persona bastante discreta, ¿Es la parte expuesta de la profesión lo que menos te gusta de este oficio?

Es una profesión que conlleva una cierta exposición. Vivimos de cara al público. Hay dos tipos de actores. Por un lado, los actores que procuramos exponernos ante los focos menos. Por otro, los considerados ‘estrellas’, que además de su faceta interpretativa exponen su vida privada y su imagen. A mi me resultaría agotador. Molaría quitarse la máscara de actor y poder pasar desapercibido, pero forma parte de la profesión.

Secun de la Rosa: «Hubo un momento en el que me di cuenta de que sólo el teatro me podía salvar»

Siente que quizás sea el final de un ciclo o el comienzo de otro. De alguna forma, está percibiendo una cierta madurez como autor y como actor en experiencias como El tiempo de los monstruos, en la que ha entendido «cómo se puede hacer un duelo hacia alguien desde un lugar constructivo». Todo ello sin perder ni un ápice de esa capacidad de juego que siendo un niño le llevó a contar sus propias historias con unos simples Clicks de Famobil. Pronto se dio cuenta de que su vida no tendría sentido sin el teatro, ese lugar al que no ha dejado de acudir para contar sus propias historias con su compañía Radio Rara. Ahora, ultima los ensayos de El disco de cristal que desde este viernes se podrá disfrutar en la nueva sala del Teatro Lara. 

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Suena un poco locura meter en la coctelera a un clásico con el mundo de los cantantes melódicos de la Barcelona Charnega..

Quería escribir algo en parte biográfico, de la charnega, de mis abuelos… Y entonces me di cuenta de que era completamente El zoo de cristal. El triunvirato de los personajes era exactamente igual. Es increíble ver el paralelismo entre la historia que quería contar y un clásico como El zoo de cristal. Está también la crisis económica de la América profunda que es similar a la actual. Hicimos previas en el Teatro del Barrio y a priori podría parecer una verdadera locura, pero descubrí que era algo que ocurría más a menudo de lo que pudiese pensar. Por ejemplo. Blue Jasmine de Woody Allen no deja de ser Un tranvía llamado deseo. Los clásicos son historias recurrentes que se recuperan de una forma más o menos consciente por parte de los nuevos creadores.

¿Cómo te sientes ante el estreno en la nueva sala del Lara?

Estamos expectantes e ilusionados con estrenar en este nuevo espacio del Lara. Tenemos ganas de ver cómo va a funcionar en su hábitat natural que es este espacio. Hemos estado en el Teatro del Barrio y en Aranjuez, que son teatros inmensos. Nosotros necesitábamos un espacio más pequeñito para construir la vida de esta familia. El Lara me parece el espacio perfecto.

A Xavi Melero le ‘fichaste’ para El disco de cristal en un casting fallido…

Yo daba por supuesto que le iban a coger en Hoy no me puedo levantar, donde hacía la dirección de actores, y le dije que nos veríamos el lunes. Cuando me dijo que no le habían cogido, no me lo podía creer y en ese instante le dije que querría trabajar con él en el futuro. Estoy muy feliz de haber encontrado también a Anita, que está haciendo un gran trabajo.

¿Cómo nace la necesidad de contar sus propias historias en Secun de la Rosa?

He tenido desde siempre la necesidad de contar mis propias historias. Igual de pequeño lo hacía con las pinzas o con los Clicks de Famobil y ahora se ha convertido en una obra de teatro, pero en el fondo pienso que es el mismo juego de aquel niño. Cuanto más recurres a tu infancia, a tu creatividad infantil y cuanto más amigo te hagas de ese niño, el resultado siempre será mejor. Siempre acabas transitando por tus propias experiencias en este oficio.

Nos colamos en los ensayos de "El disco de cristal"
Nos colamos en los ensayos de «El disco de cristal».

Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es el mejor medio para contar historias?

Estamos en un mundo cada vez más ficticio. Vivimos tiempos convulsos y muy extraños. Todo el sistema es caótico. Ahora mismo, estamos como en los inicios del teatro. La verdad está ahí y las historias están ahí para hacernos reflexionar.

Te has reencontrado con tu maestra en la película Hablar

Ha sido muy emotivo. Cuando uno va a una escuela de teatro recién llegado de su pueblo, eres una persona llena de sueños. Volver allí y ver que 20 años después, sigues generando proyectos y siguen contando contigo es muy satisfactorio. Estar de nuevo con mi maestra, Cristina Rota, con Joaquín Oristrell y con Juan Diego Botto, que han sido tan generosos, ha sido maravilloso.

El tiempo de los monstruos se ha convertido en un homenaje a Dunia Ayaso, ¿Cómo ha sido la experiencia?

No se si esto es un final de ciclo o el comienzo de otro. Yo seguía a Dunia Ayaso y Félix Sabroso desde que llegué a Madrid y era un simple camarero que daba sus primeros pasos en el teatro. Vinieron a ver una obra mía y con el tiempo surgiría un gran afecto, una amistad. En el último cumpleaños de Dunia me llamó y yo no sabía nada de su enfermedad. Me encandiló su forma de ser y me dije a mi mismo que querría ser su amigo siempre. Cuando me llegó la noticia de su desaparición, no sabía muy bien cómo reaccionar. Tuve esa sensación de haber rozado a alguien, pero no haber podido intimar. En mi vida ha desaparecido demasiado pronto. Un día llamé a Félix para ofrecerle lo que hiciese falta para el rodaje, sin más, como un amigo. Yo no había trabajado nunca con ellos. Más tarde me ofreció uno de los papeles protagonistas y yo, en ese momento, me emocioné especialmente. Ha sido mágico el rodaje, sentí la pérdida de Dunia como algo muy hondo. Lo mejor ha sido ver a Félix rodando como una experiencia sanadora y reparadora. He entendido cómo sana el trabajo, cómo se puede hacer un duelo hacia alguien desde un sitio constructivo… El último día de rodaje empecé a llorar.

Reparto de lujo para la película de Félix Sabroso.
Reparto de lujo para la película de Félix Sabroso.

¿Con qué tipo de proyectos te gustaría seguir jugando a esta profesión?

Me gustaría seguir indagando en el campo de la familia, de los orígenes… Me ha servido para madurar como autor. Me gustaría hacer una obra más grande. Como actor he descubierto que hay otro actor que está naciendo ahora.

¿Entendería su vida Secun de la Rosa sin ser parte de este oficio?

Hubo un momento en el que me di cuenta de que sólo esto me podía salvar. No me gusta nada más. No me veía haciendo otra cosa. Si mi vida no pasaba por esto no tenía sentido.

Emma Suárez: «El teatro es un ritual de comunión en el que la palabra es la protagonista»

La actriz Emma Suárez cierra esta noche el ciclo Noches de la Biblioteca de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo leyendo una selección de cuentos de Manuel Vicent, que mañana será protagonista dentro de los Martes Literarios.

La actriz esta mañana en Santander bajo la mirada del fotógrafo Pablo Hojas.

Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias para Emma Suárez?

Cada día que te subes a un escenario tú te sientes de una forma distinta, pero lo que realmente hace que cambie la representación es la ‘escucha activa’ del espectador. Esos cambios en matices que consigues con la respuesta del público es algo que hace mágico el hecho teatral. Me gusta mucho que la relación con el público sea transparente. El teatro es un ritual de comunión en el que la palabra es la protagonista. En el teatro existe un espíritu de grupo, una gran confianza en el otro, una cierta hermandad con tus compañeros. 

Viene de hacer Los hijos de Kennedy bajo la dirección de José María Pou, ¿Qué ha aprendido de este maestro de las tablas?

Tengo la sensación de que no se pudo volcar tanto como le hubiese gustado. Él estaba ensayando Tierra de nadie de Harold Pinter. Lo que más me impresionó de él es su capacidad para documentarse, tiene una memoria prodigiosa. Nos dio muchísima información de la época. Con esta obra, hemos redescubierto estos años gracias a esa documentación. Poder revivir esa época de Kennedy ha sido muy gratificante.

¿Qué queda de esa niña que con sólo 14 años rodó su primera película en la actriz que participa hoy en las Noches de la Biblioteca de la UIMP?

Sigo siendo la misma persona. No creo que me haya transformado profundamente. Sigo luchando en este oficio y tengo la suerte de trabajar en algo que me gusta, haciéndolo lo mejor posible. Sigo siendo una persona familiar que trata de proteger a mis seres queridos. Conservo cierta timidez y estoy muy agradecida por poder seguir en este camino.

¿Qué ha significado en su carrera un trabajo como el de El perro del hortelano a las órdenes de Pilar Miró?

Está muy presente. La reponen mucho en televisión y la pasan en los colegios. Me dieron el Goya y, sobre todo, me vinculó a todo un referente como Pilar Miró, fue una persona muy íntegra y muy luchadora. Es una película que cuando participo en alguna retrospectiva siempre la ponen.

¿Qué es lo que le emociona de su profesión a Emma Suárez?

Significa el deseo de conocimiento del alma humana, la necesidad de conocer a los demás. A través de los personajes tengo la oportunidad de descubrir y comprender a los demás. Es un trabajo en el que es imprescindible la observación. A través de los personajes puedo comprender a otros.

Si miramos hacia el futuro, ¿Con qué tipo de proyectos la gustaría seguir en este camino de la interpretación?

Me sigo ilusionando con proyectos como Falling Apart de Ana Rodríguez, rodada en sólo tres semanas en la República Dominicana. He trabajado con un equipo fantástico. Se ha creado un espíritu en el que todos creíamos en el proyecto, esa forma de trabajar es imprescindible. Éste es un trabajo de grupo. Detrás de nosotros, los actores, que somos la cara visible, hay un equipo que es el que hace realmente grandes los proyectos. También estoy encantada de formar parte de Todos murieron por encima de sus posibilidades de Isaki Lacuesta, que presentaremos en San Sebastián con un reparto de lujo con nombres como José Coronado y Raúl Arévalo. 

¿Qué fue de… Jimmy Castro de «El Club Disney»?

Muchos crecimos viéndole en la pequeña pantalla. Ya entonces, en sus labores Disney, tuvo que demostrar sus dotes para la interpretación en un programa tan dinámico y divertido como El Club Disney, después rebautizado como Zona Disney. Por el mítico programa pasaron muchas caras en la presentación, pero sin duda la de Castro fue una de las que han quedado en el imaginario colectivo de varias generaciones. Además, fue de los presentadores que más tiempo estuvo en antena con este programa. Su vena de comunicador nato hizo que conectase al instante con el público.

Como decía antes, ya por aquel entonces demostró su vena interpretativa de alguna forma. De ahí que parezca normal que le llegasen proyectos como la película No digas nada (2007) o más recientemente la serie Los hombres de paco (2008). Desde entonces, poco o nada sabía de este showman, creo que es el término más apropiado.

Una foto promocional de "Los hombres de Paco".
Una foto promocional de «Los hombres de Paco».

Hace cosa de un par de semanas me llegó a través de Facebook un cortometraje, ¿Y por qué no? Inmediatamente llamó mi atención al ver que Castro no sólo protagoniza, sino que también dirige y escribe esta historia que seguro que no os dejará indiferentes.

Hace unos días, revisando el elenco de Un cuento de invierno, vista ayer en el CASYC de Santander dentro de las actividades culturales de la UIMP, encontré de nuevo a Jimmy. A pesar de su dilatada carrera en televisión y sus coqueteos con el cine, el teatro y más ¡Shakespeare! es siempre una prueba de fuego. Pues bien, Castro no ha perdido ni una pizca de esa mirada de pícaro con la que encandiló a la audiencia. Y siendo pícaro, se gana el respeto del público desde el momento en que pisa las tablas. Desconozco su recorrido teatral, pero admito que anoche se llevó buena parte de mis aplausos a la compañía Siosi Teatro, que ha construido una luminosa y economicista puesta en escena. Es una muestra de perseverancia, de empeño, de querer seguir en un camino tan difícil después de haber tocado el éxito mediático con la punta de los dedos. En esta carrera de fondo que es la interpretación, parece que el otrora Chico Disney ha sabido encarrilar su carrera.

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Nuria González: «La primera vez que me subí a un escenario supe que algo había cambiado en mi vida»

Nuria González nunca quiso traspasar la Cuarta Pared. La aterraba la idea de enfrentar su mirada a la del espectador. Ahora en Taitantos ha conseguido que la mirada del público sea su mejor cómplice. Sola sobre el escenario se mete en la piel de una bloguera de moda que a sus taitantos ve como se su mundo cae ante sus ojos. La actriz se prepara en el camerino, donde se da los últimos retoques. Un personaje a años luz de una actriz que admite vivir lo más ajena posible de la parte de imagen que tiene su profesión: «Soy un poco antiestética y cuando me siento observada tengo una inseguridad muy grande». Esta actriz, cuyo lugar natural es el escenario, se ha movido con igual soltura en la televisión y en el cine, donde tuvo uno de esos escasos personajes de enjundia para mujeres de cierta edad: Mataharis. Y si no hubiese sido actriz, ¿Qué profesión hubiese ejercido con gusto? Jardinera. Con la protagonista de Tres de Juan Carlos Rubio charló por primera vez DESDE MI BUTACA. 

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La obra también está triunfando fuera de España, ¿Qué cree que tiene Taitantos para que funcione tan bien?

Es un tema universal, a todo el mundo le implica ya sea física o intelectualmente.

¿Cómo se consigue tras más de un año que la función conserve la frescura?

Debes tener la sensación de que es la primera vez que haces la obra. Dejar que salga el personaje a la vez que lo va conociendo el público. No te puedes ceñir a un esquema prefijado. Sigo las directrices de Coté Soler, pero es mejor que nazca el personaje en cada representación.

Estrenó en uno de los teatros más emblemáticos de Madrid, el Lara…

Fue muy especial, el equipo es maravilloso. Ensayamos allí en una sala que tienen para ensayar. Es un lugar mágico. Cuando se enciende el patio de butacas al final de la función, es estremecedor. Es un lugar tan bonito… Es una verdadera joya.

Las actrices se quejan de que llegadas a cierta edad las cuesta encontrar papeles con enjundia, ¿Cómo se siente Nuria González a sus taitantos?

Yo no me puedo quejar. Susana es un personaje de mi cuerda al que puedo interpretar con gusto. La temática de la mujer madura ha pasado muy desapercibida. Hay una abuela o una señora que cocina, pero no suele ser el centro de atención. Escasean los papeles protagónicos de mujer madura. En una serie, puede haber una única mujer de edad protagonista y en cambio hay un puñado de jovencitas. Con los hombres es diferente. Con cincuenta pueden ser un galán, un maduro interesante. Una mujer de esa edad tiene que estar muy bien para resultar seductora.

Ha dicho que «En el teatro el público ve a través de los ojos del personaje», ¿Se ha acrecentado esa sensación con un montaje tan ‘desnudo’ como éste?

Naturalmente, en esta obra he necesitado la compañía del público más que nunca. Cuando no tienes compañeros en escena te falta una energía y unos estímulos que te envían y que son distintos cada día. En los ensayos, estar sola me daba mucho miedo. Cuando empezó a venir el público, la cosa cambió. El público lleva la respiración de Susana. Poder sentir el aliento del público y poder mirarlo a los ojos es mágico. Nunca había sentido esa sensación. Yo era la típica actriz que no quería hacer cabaret para no romper la Cuarta Pared. Me daba mucho respeto mirar a los ojos al público. Tengo la suerte de ser miope y eso creo que ha hecho que me atreva aún más. En sus rostros nebulosos sí que veo las sonrisas de la gente y sus emociones. Estos son los estímulos que utilizo.

Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias para Nuria González?

Yo quise ser actriz para trabajar en el teatro. Me vine a Madrid para subirme al escenario. Luego he hecho de todo. He aprendido mucho en la televisión de hecho. El cine es fascinante también, pero el teatro es la cuna, es el lugar en el que yo elegí estar. Yo quería contar historias en el teatro, un templo en el que se reúne gente para vivir una misma historia. Es comunicación con mayúsculas. Es muy poco habitual en nuestra cultura que se den estas circunstancias. En el teatro se realiza la comunión, vivimos todos una misma historia y eso produce auténticas estelas de energía.

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La actriz dándose los últimos retoques.

Tres, La monja alférez y 9 minutos la han unido al nombre de Juan Carlos Rubio, ¿Siente que comparte la misma mirada sobre este oficio?

Juan Carlos Rubio está en mi vida, es mi amigo, mi hermano. Primero fue un guionista al que no conocía. Hizo el guión de la película El calentito y de varios episodios de Manos a la obra. He hecho televisión, cine y teatro con él. Al principio no le conocía, pero luego he tenido la suerte de compartir con él varias experiencias teatrales. Juan Carlos tiene el talento, la humildad y la generosidad. Es muy difícil que un director te comprenda con solo mirarte y él tiene esa cualidad. Tiene un grado de empatía con el actor muy grande. No solo por haber sido actor, no todos valen para dirigir. Él es un milagro de comunicación para los actores. Te pone en antecedentes y trabaja por delante de tus inseguridades. Si te dice que te subas a una montaña rusa, lo haces encantada.

Fue mala, malísima en el programa El rival mal débil, ¿Llegaron a tenerla miedo los espectadores?

Desde luego. La gente se piensa que soy una hija de puta integral. En el fondo, el actor trabaja con todas sus emociones. Con su risa, con su llanto y por supuesto con su mala leche. De algún lado tuve que sacar las malas pulgas del personaje. La gente está precavida y con motivos además. Lo bueno es que llegué a ese tipo de público que sólo ve concursos.

Da la impresión de que vive un poco ajena a la parte más expuesta de este oficio, ¿Qué suponen las alfombras rojas para Nuria González?

Me verás en pocos photocalls. Sólo voy cuando tengo que promocionar un trabajo. Yo no se posar, me pongo en modo sonrisa congelada. Esa preocupación de qué tienes que ponerte es un poco pesado. Aparecer en público sin personaje no me gusta. Lo hago, pero no me gusta. Yo no me maquillo, me peino por obligación… Soy un poco antiestética y cuando me siento observada tengo una inseguridad muy grande.

Aunque cueste encontrar personajes buenos para mujeres de cierta edad el cine le granjeó un gran personaje en Mataharis

Disfruté tanto haciendo un personaje tan contenido, tan caracol. Es un trabajo que no había hecho. Suelo hacer personajes muy seguros. Ella era insegura, antigesto. Carmen era un personaje para coger con algodones. El elenco era maravilloso tanto como el personaje y la directora.

Y volvió a coincidir con Fernando Cayo, actor con el que coincidió en Manos a la obra

Desde luego. Es un actor maravilloso, toca las cosas de una forma… Me encanta verle cómo se mueve en los espacios, cómo los posee con una facilidad impresionante.

De pequeña, ¿Nuria González dijo aquello de mamá quiero ser artista?

No, yo era de ver Estudio 1 y admirar a gente como Lola Herrera, pero nada más. En Málaga, el teatro estaba cerrado y se usaba como cine. Cuando lo abrieron, empecé a ver funciones. Me gustaba más escribir. Me subí al escenario por casualidad a los 17 años y en ese momento supe que algo había cambiado en mi vida. Un amigo estaba montando un grupo de teatro y necesitaba chicas y así empecé. Allí me encontré a la persona que me dijo que estudiara Arte Dramático, Leovigildo García Molina. Él me dijo que podría vivir de este oficio y en ese momento me hizo el favor de mi vida. Ese grado de confianza que tenía en mi fue lo que me hizo dedicarme a esto. Yo no creía en mis posibilidades y no sabía que se podía estudiar. Te contaré que yo estudiaba en Málaga música y ballet y estaba en el mismo edificio. Escuchaba voces raras, pero no sabía que eso era teatro. Yo estaba a mis cosas, a mi música y no me daba cuenta de nada. No fui una niña que quisiera ser artista de pequeña.

Ha comentado que el día que le deje de interesar esta profesión se meterá a jardinera…

Me encanta, ¡Te has leído todas mis entrevistas! Llegó un momento en el que me di cuenta de que no sabía hacer otra cosa que actuar. Me planteé volver a la radio, pero lo pensé bien y caí en la cuenta de que la cosa iba a estar igual de complicada que en el teatro. Lo pensaba con presión hasta que un día relajadamente me pregunté qué podría haber sido yo con placer si no hubiese sido actriz. Podría haber sido feliz sin haber probado el veneno del teatro si me hubiese hecho jardinera, pero una vez que pruebas esta droga eres incapaz de desengancharte.

¿Con qué tipo de proyectos le gustaría seguir ‘jugando’ a esta profesión a Nuria González?

En pocos montajes he tenido tanta sensación de juego como en La monja alférez. Jugábamos a las espaditas, a las luchas, a hacer magia… Era una paliza muy grande, pero todo se hizo jugando y a la vez trabajando muy duro. Me gustaría hacer cosas muy distintas. Estoy muy motivada con una serie de televisión, Rabia, para Telecinco. Es de género. Yo sólo había hecho una Película para no dormir. Y la verdad es que me encanta. Soy espectadora de terror, me encanta. Si no produce lo que quiere, el terror es desternillante y eso me parece maravilloso.

Miguel Rellán: «Después de cada éxito me pregunto si volverán a bajar los ángeles de nuevo»

Lleva toda una vida subido a un escenario, pero admite con sarna que le apetecía tanto hacer un monólogo como tirarse en paracaídas. Fue la insistencia de Raúl Fuertes en que leyese Novecento lo que hizo que Rellán le diese un sí rotundo. Se puede pensar que un actor de sus tablas, de esos que no necesitan presentaciones, está ya de vuelta de todo. Puede pensarse que con una carrera tan larga lo normal es acomodarse en personajes resultones, pero que no impliquen un reto para el actor. Miguel Rellán no cumple ninguna de esas dos premisas y se enfrenta al futuro con el vértigo de saber si sus nuevos personajes llegarán a buen puerto. En un par de semanas le veremos como uno de los Jugadores de Pau Miró en los Teatros del Canal retándose de nuevo como actor. Y si todo sale bien, seguro que los ángeles volverán a bajar de nuevo.

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En Novecento mira a los ojos del espectador por primera vez en su carerra…

Es lo mágico de este montaje, poder traspasar la cuarta pared y mirar a los ojos del espectador. Me encantaría poder contar esta historia en alguna ocasión para cuatro o cinco personas. Hay varios silencios en la obra, uno es cuando digo que van a dinamitar el barco. Y en mitad de ese silencio cuando digo que Novecento no se bajó del barco, un día a una garganta femenina se le escapó un emotivo “Ay”. En las primeras representaciones, no sabes cómo van a reaccionar y al final de las primeras representaciones al ver los rostros emocionados de la gente me di cuenta de que esos silencios respondían a la emoción más honda.

Es su primer monólogo, ¿Qué ha aprendido Miguel Rellán de si mismo como actor al enfrentarse ‘desnudo’ al público?

Nada fundamental. Quizás a toro pasado me doy cuenta de algo que me decían algunos compañeros: “Tienes unos huevos por salir con el escenario vacío…”. Ahora lo pienso y es verdad, pero no cuando me puse a ensayarla. La gran diferencia es que por primera vez en mi carrera, si algo sale mal la culpa es totalmente mía. He comprobado que mi madre me ha dado dos cosas: La miopía y una fuerza innegable. Han sido dos meses muy duros, física, mental y emocionalmente. Después de cada función realizada con éxito, tengo la sensación de que he pasado con un alambre las Cataratas del Niágara. Inmediatamente después de los aplausos, me preguntaba si se iba a repetir esa emoción, quería saber si iban a bajar los ángeles de nuevo. No depende sólo de mi, el público debe estar receptivo. Eso sí, es cierto que el público va entrando poco a poco en la función. Cada día es un reto en el que hay que enfrentarse a los dichosos móviles o incluso a los ya clásicos caramelos o los señores con gripe. He estado a punto de parar la función varias veces, pero sabía que si lo hacía me la cargaba.

Está en plena recta final de ensayos de Jugadores, ¿Qué le ha atraído de este proyecto?

Tenemos el precedente de Barcelona, donde fue todo un éxito, por lo que es una responsabilidad muy grande. Es un texto complicado, que tiene un perfume especial que a mi personalmente me encanta y espero que al público también le pase lo mismo. No es una función convencional con unos personajes al uso. Tengo ganas de ver a estos personajes enfrentados con el público. Son este tipo de historias las que me gusta contar encima de un escenario. Estoy harto de que se levante el telón y aparezca la criada contando chistes. Jugadores es un reto, una obra complicada con la que espero cumplir con las expectativas. Estamos ya pasando la función entera de hecho, comienza la cuenta atrás para el estreno. Están siendo unos ensayos bastante relajados. Somos cuatro actores con un decorado pequeño, una cocina, y ya habíamos trabajado juntos en alguna que otra ocasión. Además, nuestro director, Pau Miró, es encantador. Somos cuatros actores que estamos en ese punto de nuestras vidas en el que se tiene cierta experiencia y sabes que al final va a salir bien la obra, pero aún así no pierdes ese vértigo que produce pensar que tu personaje puede hacer aguas. Ese vértigo me encanta.

Reparto de "Jugadores"
Reparto de «Jugadores»

Entre esos Jugadores iba a estar inicialmente Álex Angulo, ¿Qué recuerda de él?

Es la pérdida de un profesional de calidad incontestable y una persona maravillosa. Él era único y desde luego que se jode el cine y el teatro español por una pérdida tan grande como ésta. Era un amigo entrañable. Yo todavía no me creo que se haya ido por un maldito accidente de tráfico. Es tremebundo.

¿Tiene mucho de juego infantil esta profesión?

Pienso que sí, que algo de eso hay. Ahora bien, cuando te haces actor te das cuenta de que esto no es precisamente un juego. Te metes en la piel de personajes que no tienen absolutamente nada que ver contigo y ves la dificultad que hay detrás. Esto no es sólo salir ahí a interpretar un personaje que en el fondo eres tú, aunque haya algunos actores que parece que van a eso precisamente, cosa que veo muy respetable por otra parte. Yo me lo tomo muy en serio y lo que más me apetece es complicarme la vida en esta profesión. Decía algo Fernán Gómez que se me podría aplicar a mi perfectamente ahora: “Estoy tranquilo, me se el texto, se cómo es el personaje, conozco la relación con los otros personajes, tengo la garganta bien y el cuerpo descansado y sin embargo estoy triste, sé que voy a intentar algo metafísicamente imposible, voy a intentar ser otro. Con lo cual voy a fracasar. No se puede ser otro. Cuando acabe la función, acércate al camerino del actor y no escatimes en elogios, si cree que por un instante le has convencido de que eres otro, no se irá a casa deprimido”. Siempre falla algo, es imposible hacerlo perfecto. Es la grandeza y la misera de esta profesión. Puede ser una noche de éxito o un rotundo fracaso.

Rellán ensayando uno de los 'bolos' de "Novechento", esta vez al aire libre.
Rellán ensayando uno de los ‘bolos’ de «Novechento», esta vez al aire libre.

A un actor curtido en las tablas, ¿A qué le suenan los métodos interpretativos?

Cada maestrillo tiene su librillo. Lo que importa es el resultado. Los métodos me parecen perfectos. Cada uno tenemos los nuestros. Relajación y concentración son las bases de este oficio. Por aplicar un método, no te conviertes en un gran actor. El método no te hace mejor actor, te da técnica. Decía Stanivlsky que un día un actor le dijo que quería que le hiciese un gran actor. Y él le dijo que lo que podía enseñar es la técnica, a crear no.

Entonces, ¿El actor nace o se hace?

Todo se aprende, querido. Tú y yo sabemos escribir y hablar con supuesta destreza, que es de las cosas más difíciles que se pueden hacer en esta vida. En China han puesto a los niños a tocar el piano y lo hacen de maravilla y en Rusia el ajedrez es uno de los ejes de la educación. Nadie nace sabiendo claro, todo es ponerse. Ahora bien una cosa es pintar un caballo o tocar algo sencillito y otra cosa es CREAR. Como dicen por ahí, lo que se necesita es técnica y algo más que nadie sabe lo que es y es lo más importante.

Jorge Bosch: «En esta mágica profesión bajo la máscara de un personaje sientes las mismas emociones que en la vida»

Jorge Bosch es uno de los protagonistas de El nombre en el Teatro Maravillas. Con el protagonista de obras como Babel o Feelgood charló en exclusiva DESDE MI BUTACA…

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¿Qué te atrajo de un proyecto como El nombre?

El texto ya lo había leído un año antes y había visto la función en Buenos Aires e incluso la película. Cuando Pedro Larrañaga me lo comentó, sin duda dije que sí. Me llevo muy bien con el reparto y no había trabajado con ninguno de los actores la verdad. La función es una maquina de relojería teatral perfecta. Es una comedia con apariencia de ligera y acaba literalmente a ostias y eso me encanta…

¿Se nota la firma de Jordi Galcerán en la adaptación?

Sí que hay chistes muy de Jordi. Se ha mantenido en un segundo plano para que entren con sutileza los cambios que ha hecho en la obra. Lo ha trasladado a Madrid muy bien la verdad. Además de un gran autor, es un gran adaptador. Lo ha hecho muy bien precisamente por ser fiel al texto original, sólo ha cambiado pequeños matices que hacen que funcione de una forma mucho más redonda.

Te embarcaste hace un tiempo en Feelgood, una obra redonda, que ahora vuelve al Teatro Infanta Isabel…

Sigo ligado a la obra, como parte de Entramados. Me ha dado mucha pena dejar la función, ya que la función y el personaje son realmente buenos. Lo hemos buscado y adaptado nosotros mismos, es nuestro bebé y eso creo que se notaba. Era nuestra primera función como compañía. La experiencia en Matadero fue un tanto agridulce. Las obras que van a los espacios del Español se mueven más que por la promoción por el tema del boca a oreja y eso tarda en ocurrir. Así, lo que nos pasó es que la gente no acudió ‘en masa’ hasta los últimos días y es una pena. El público que venía se quedaba a felicitarnos a la salida. Por eso, creo que es de justicia divina que la función vuelva a hacer temporada en Madrid. Espero que vaya muy bien, es nuestro primer proyecto y pusimos mucha ilusión en él.

¿Es el teatro el mejor lugar para satirizar nuestra realidad como pasaba en Feelgood?

Lo espeluznante es que lo que contábamos en Feelgood es muy parecido a la realidad por lo que nos han contado la gente de la política que ha venido a verla. Pensábamos que era una sátira muy exagerada y nos dijeron que para nada, que se oyen cosas así en los gabinetes. Desde luego que poder utilizar al teatro como vehículo para denunciar lo que pasa en la vida es maravilloso.

Hablaba con César Camino de su único ‘blanco’ en escena, ¿Has tenido alguno últimamente?

Tuve un blancazo el segundo día de El nombre y es francamente horroroso. No se me va a olvidar nunca. Tengo un monólogo y se me olvidó completamente y menos mal que Antonio me echó un cable. Son segundos en los que quieres que acabe ya la función, se te cae el mundo encima.

Bienvenidos al Lolita, tu última experiencia televisiva, no funcionó nada bien…

Sabía que podía pasar, llevo muchos años en este mundo. Me ha dado pena por los actores jóvenes, que volcaron muchas ilusiones en la serie. Tenía muy buen rollo todo el equipo y eso no es nada fácil, pero con los años he aprendido a relativizar los éxitos y los fracasos.

Con 18 años te apuntaste a un curso de interpretación por una novieta, ¿Cómo recuerdas esos primeros pasos?

Yo iba para estudiar Derecho y empecé a hacer un curso de interpretación y me enganchó de tal forma que aquí sigo veinte años después. Es una droga de la que es difícil desengancharte. Si te atrapa desde el principio es maravilloso.

¿Tuviste un momento en el que el ‘veneno del teatro’ se te metiese dentro?

La verdad es que sí. Yo estaba haciendo un ejercicio en el que toreaba recitando un poema de Lorca y tenía a un compañero haciendo de toro. En ese momento sentí un miedo idéntico al que sentí la primera vez que me puse delante de un toro corriendo en un encierro cuando era un niño. Entonces comprendí que si una persona era capaz de experimentar el miedo ante un toro ficticio, ante un compañero que simplemente se ponía los dedos cual cuernos, esta profesión sólo puede ser calificada como mágica. A partir de ese momento, sentí la necesidad de ser parte de este gremio y comencé a sentir en la escena como en la vida misma. Sentía celos, amor, rencor, todos las pasiones humanos bajo la máscara de un personaje.

Creo que la parte ‘expuesta’ de esta profesión es lo que menos te gusta…

Eso no va conmigo desde luego. Nunca voy a una fiesta a buscar trabajo, termino con los cuatro amiguetes de siempre. Prefiero conseguir trabajo con mi esfuerzo, con mi trabajo y dedicación.

¿Con qué tipo de proyectos te gustaría seguir jugando a esta profesión?

Me gustaría que me dejasen seguir jugando a esta profesión, ya que no depende casi nunca de nosotros mismos. Somos unos afortunados los que podemos trabajar. Me gustaría seguir haciendo proyectos en los que crea en cualquier medio.

La última función

En los últimos días, el mundo de la cultura se ha enfrentado a la pérdida de uno de los actores más queridos de nuestro cine: Álex Angulo. Además, Madrid ha perdido uno de sus teatros y, lamentablemente, no será el último si las cosas no cambian…

Álex Angulo era uno de esos actores que todo el mundo del cine quería con un especial fervor. Actor de sobrada experiencia y talento, fue capaz de dar verdad a los personajes más disparatados bajo la atenta mirada de su amigo Álex de la Iglesia. Secundario de empaque- hace poco rescataba su maravilloso trabajo en El gran Vázquez-, también tuvo la oportunidad de brillar como protagonista absoluto en cintas como la muy reivindicable El coche de pedales, oportunidad que le brindó su querido Ramón Barea. Causa una especial tristeza pensar que se ha ido en un lamentable accidente de tráfico y con tantos personajes esperándole aún.  Ya no me le cruzaré más por Bilbao, donde hace escasos meses- sin saberlo- le vi por última vez charlando con Antonio Dechent a la salida del Teatro Campos Elíseos, que ayer le dedicó un merecido homenaje con su última gran ovación. Se fue sin hacer ruido, pero su pérdida ha dejado muchos huérfanos. Al menos sus escenas quedarán grabadas en el celuloide y en la memoria colectiva de los espectadores.

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En «El Gran Vázquez», uno de sus papeles secundarios a los que convertía en protagonistas con su sola presencia.

Cuando aún no me había recompuesto por esta pérdida, leo un artículo titulado Fracasar más, Fracasar mejor. Adiós a todosLa Sala El Sol de York, que tan buenas energías me transmitió con su inaugural Los miércoles no existen, echa el telón. Uno se pregunta cuando lee noticias así ¿Hasta cuándo?, ¿Hasta cuándo va a tener que soportar el sector cultural tanta traba, tanta zancadilla, tanta inquina?, ¿De verdad es comprensible ese IVA?, ¿Dónde queda la cultura en estos tiempos? Sería una buena pregunta abierta para dejar en uno de los posts que servían de particulares ‘redes sociales’ a la entrada de la acogedora sala de teatro que dirá adiós el próximo domingo. Esta ha sido una semana triste, la verdad. Se han juntado la última función de Álex Angulo y El Sol de York. Prefiero no pensar en las historias que se podían haber contado en  ese escenario… Mejor pensemos en las que sí se contaron, en los buenos momentos, en las risas, en el aliento de los espectadores que en este y otros futuros espacios seguiremos a esos «creadores de magia» (el término que utilizó Natalia Menéndez me parece tan apropiado que se lo ‘robo’ con copyright) que tan buenos momentos nos regalan en la escena…

Gracias
Los comentarios de los espectadores, protagonistas en la despedida de El Sol de York.

Juan Carlos Pérez de la Fuente, Carmen Posadas y Marcos Ordóñez, próximos protagonistas en la UIMP

El teatro, el cine, la literatura y el periodismo serán protagonistas en las próximas semanas en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

La primera cita tendrá lugar mañana mismo en el Paraninfo de la Magdalena a las 11 de la mañana. El encuentro Literatura y Periodismo. Trucos de Cocina se organiza con motivo del centenario de la Asociación de la Prensa de Cantabria. Intervendrán la escritora Carmen Posadas y una moderadora entrevistadora, Elsa González, presidenta de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España). Entre ambas dirigirán el encuentro buscando la participación del público asistente. Se trata de una charla práctica sobre cómo elaborar y trabajar un buen artículo periodístico, planificar un libro o elaborar una ficha literaria, de manera que resulte atractivo. En este diálogo práctico se facilitará a los alumnos los trucos que nunca se revelan en la literatura y que pueden sacar de más de un apuro a los periodistas.

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El martes el teatro será protagonista en la Menéndez Pelayo. El director teatral Juan Carlos Pérez de la Fuente recogerá el VI Premio La Barraca de las Artes Escénicas de la UIMP. El nuevo director del Teatro Español estará acompañado en el Paraninfo de la Magdalena por el poeta y ex secretario de Estado de Cultura Luis Alberto de Cuenca, que será el encargado de leer el laudatio. Para él: «Pérez de la Fuente defiende un teatro culto y popular al mismo tiempo, entendido como bien público».  Al día siguiente, el miércoles 30, el teatro volverá a ser protagonista en la Menéndez Pelayo. Se podrá disfrutar de El chico de la última fila en el Casyc a las 22h. Escrita por Juan Mayorga y dirigida por Víctor Velasco, esta es una obra sobre el placer de asomarse a las vidas ajenas y sobre los riesgos de confundir vida y literatura. Una obra sobre los que eligen la última fila: aquella desde la que se ven todas las demás.

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Marcos Ordóñez, crítico referente en el ámbito teatral, será protagonista por partida doble en la UIMP. Además de ser protagonista de Los Martes Literarios del día 5 de agosto, cuyo tema central será la crítica teatral, el periodista del semanario cultural Babelia dirigirá el taller de dramaturgia  cinematográfica Proyecto 24 del 4 al 8 de agosto. Proyecto 24 será un taller de dramaturgia cinematográfica y autoría colectiva, guiado por Marcos Ordóñez. Veinticuatro microhistorias. Veinticuatro horas en la vida de una ciudad, desde el amanecer hasta el amanecer del siguiente día. Con libertad absoluta de tonos y géneros: comedia, drama, thriller. Incluso musical, si se tercia. O relatos fantásticos.

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Juan José Campanella: «La vida al igual que el cine está llena de giros dramáticos»

Una de las cualidades que debe tener un buen entrevistado es que sepa comunicar sus ideas. Juan José Campanella habla de él mismo como un comunicador que eligió el cine como herramienta. Esa ‘herramienta’ le ha permitido contar unas historias que perfectamente podrían haber sido contadas en Estados Unidos en los años 70, muy especialmente su celebrada El secreto de sus ojos. Un referente más reciente, Toy Story 2, le hizo dar el salto a la animación con Metegol, pero en el fondo esos jugadores de futbolín humanizados tenían muchas emociones, eran muy ‘humanos’. Y la emoción más grande surgió del protagonista más inesperado en el rodaje de Luna de Avellaneda, uno de sus niños mimados. Ha tocado todos los palos. La televisión le llevó a embarcarse en una particular odisea llamada Vientos de agua, de la que se siente especialmente orgulloso. Mira al futuro desde el ‘evocador’ Palacio de la Magdalena, donde se le homenajea dentro de los cursos de la UIMP, con la vista puesta en «disipar la nebulosa que supone comenzar un nuevo proyecto». Por ahora, nuestros compadres argentinos pueden disfrutar de su adaptación de Parque Lezama sobre los escenarios. Se le nota contento con su experiencia teatral: «En el escenario está el alma del actor» comenta de esta experiencia escénica en la que ha vuelto a dirigir a Eduardo Blanco. Todo un lujo tener DESDE MI BUTACA a este contador de historias insaciable: «Llevo toda mi vida diciendo que me voy a tomar un Año Sabático, pero no hay manera» comenta divertido este perspicaz conversador.

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Su último proyecto cinematográfico, Metegol, le hizo hablar de tú a tú con Pixar, ¿En qué ha influido su pasión por Toy Story 2 en que se decidiese a dar el salto a la animación?

Influyó en el hecho de ver que se podían contar cosas que podían conmover al adulto y al niño al mismo tiempo. Quise meterme en ese mundo de la animación por el cine de Pixar, pero aportando algo nuevo. Para mí, Toy Story 2 es una de las mejores películas de los 90. Son esas películas que te incitan a hacer cine, aunque necesariamente luego tu cine no tiene por qué ser parecido a esas películas.

¿Qué películas han incitado a Juan José Campanella a hacer cine?

Tengo varios títulos que podría considerar entre mis favoritos. Empezando por ¡Qué bello es vivir! y Nos habíamos amado tanto, películas que para serte sincero me hubiese encantado dirigir. Otro título que igual sorprenda más, All That Jazz, aunque no me atrevería jamás a hacer un musical. Me encanta como Bob Fosse muestra las miserias que se esconden detrás del mundo del espectáculo. Es un director que, al igual que a mi, le fascina el cine italiano y eso se nota mucho en Sweet Charity

Ahora con el paso del tiempo, ¿Qué recuerda de aquella noche en que puso al cine argentino en lo más alto?

No era consciente de la importancia del momento. Hay una mecánica de un programa de televisión en vivo que llega a millones de personas. Todo son marcas, los tiempos están muy medidos… Mientras yo estaba haciendo un reportaje, ganaba su Oscar Sandra Bullock. Es algo muy frenético. En ese momento, no eres consciente de lo que está pasando. Al día siguiente tampoco, ya que fui a rodar House, aunque es cierto que me recibieron con un largo aplauso y muchas felicitaciones. Las consecuencias de ese día las percibes con el paso del tiempo. De hecho, me permitió conseguir la inversión de Metegol (Futbolín en España). Tras ese éxito, siento de alguna forma una presión por acometer nuevos proyectos, no tengo muy claro si por pensar que ya he llegado a lo más alto o simplemente es un miedo a que este nuevo proyecto no cumpla con las expectativas después de un éxito tan rotundo. 

¿Qué le ha hecho querer contar una historia como Parque Lezama encima del escenario?

La vi tres veces en el 1985, es mi obra favorita, la leí y vi la película y fue muy influyente en mi carrera. De hecho, llevaba 30 años detrás de los derechos. El autor no quería que se tocase ni una coma del texto, pero gracias al Oscar conseguí que viese mi trabajo y se fiase de mí. Tiene un humor judío americano que tiene mucho que ver con el italiano… Tiene todos los temas que me interesan, ya que logra resumir la vida: La vejez, el balance de nuestra existencia y el conformismo versus el compromiso, hasta qué punto nos implicamos en las cosas que pasan. Todo eso con un texto que te hace reírte y emocionarte. El público está entrando muy bien en la obra. Además, estaba tan metido en la onda tecnología tras Metegol que necesitaba desintoxicarme. Así, me metí a ensayar en un viejo teatro en el que no había ni cobertura. Y por supuesto, volver a trabajar con Eduardo Blanco, que llevábamos 10 años sin trabajar juntos, era un aliciente muy grande también.

"Parque Lezama", el debut de Campanella en el teatro.
«Parque Lezama», el debut de Campanella en el teatro.

Precisamente, entre la risa y la emoción transitan los personajes de sus películas, como en la vida misma…

Así es. La vida como el cine está llena de giros dramáticos. Y en el momento más dramático puede surgir el gag, la carcajada nerviosa que te hace quitar dramatismo al momento. Me ha ocurrido un montón de veces en mi vida y, eso, lo he querido llevar a mi forma de contar historias desde luego. 

Con esta experiencia tan satisfactoria entre manos, aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias para Juan José Campanella?

Lo que me mueve del teatro es que te permite mostrar 20 cortes distintos de la misma historia. De hecho, yo he visto la obra unas 150 veces y te juro que cada noche, el texto se respira de una forma distinta. Eso sí, cuando una obra funciona es el mejor lugar para contar historias, pero cuando no tiene una buena recepción tienes ganas de meterte debajo de la butaca. El teatro es voyerismo puro, estás escuchando desde un punto de vista fijo la conversación de un desconocido y como en la vida, hay momentos en que los actores dan la espalda al público. En el escenario, está el alma del actor. Cuando el espectador tiene la percepción de que está espiando la vida, es tan vital… El cine está ofreciendo el 3D como aliciente y eso ya existe hace millones de años y se llama TEATRO. Estás ahí, los actores se afectan por las reacciones del público. Cada función es distinta, absolutamente vital.

Este mes de septiembre se podrá ver en los escenarios españoles una adaptación de El hijo de la novia, ¿Cómo se siente ahora que su criatura va a pasar por otras manos?

Me divierte muchísimo la idea. Es más, yo no hubiese querido adaptarla, no me gusta repetirme. De hecho, me ofrecieron hacer el guión del remake de El secreto de sus ojos y no quise. Sólo espero que no sea un ‘calco’ de la película y que aporte elementos diferenciadores. Lo que sí te diré es que es de los pocos proyectos de adaptación a los que hemos dado el sí, tiene algo que nos ofrecía cierta confianza de que el resultado podría ser bueno.

Ha compartido unos cuantos guiones con Fernando Castets, ¿Cree que de alguna forma comparten la misma mirada?

Desde luego. Siempre decimos que lamentablemente no somos complementarios, sino que los dos tenemos las mismas virtudes y defectos. Tenemos una misma mirada de la vida y hasta un mismo sentido del humor. Prácticamente tenemos los mismos gustos cinematográficos. Somos muy amigos y tenemos una obra de teatro entre manos.

Tiene doble nacionalidad, ¿Se atrevería Juan José Campanella con un proyecto en España?

A los argentinos y los españoles nos pasa como a los simios y a los hombres que sólo nos diferencian dos genes. Somos muy similares, pero con un toque genuino que nos distingue. Yo creo que mi forma de contar historias aquí en España no tendría mucho sentido, no sería capaz de entender el sentido del humor totalmente. Con el director español con el que más afinidad tengo es con Berlanga, que es el más italiano de los españoles. Me da miedo  tocar notas falsas, dirigir mal a un actor. Mira, eso me pasó en mis comienzos en Estados Unidos. Quise ‘argentinizar’ unas historias que en mi país y con mis actores hubiesen funcionado a la perfección, pero que en un contexto tan diferente no terminaron de cuajar.

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La televisión ha sido también muy importante en su carrera, ¿Qué papel ocupa Vientos de agua en su trayectoria?

Vientos de agua es el proyecto del que más orgulloso me siento. Es una serie que ha encontrado su público, el DVD ha sido un éxito. Todos los que trabajamos en esa serie sacamos pecho cuando la recordamos. Parece increíble el resultado que conseguimos con todas las dificultades que tuvimos que sortear. Se nos cayó una localización que tenía que simular los años 30 de un día para otro y todo el equipo se puso manos a la obra para recrearlo y, milagrosamente, lo conseguimos.

“Son películas que a los que les gustan, les han calado bastante hondo”, ¿Cuál ha sido la reacción más hermosa que ha vivido con su cine?

Se me acercó una chica y me dijo que ella enseñaba ballet en la villa que se enseñaba en la película Luna de Avellaneda. Me dijo que gracias a la película, su familia había entendido su trabajo y la veían ahora como una particular heroína.

¿Con qué tipo de historias le gustaría seguir emocionando a su público?

El tema que más me preocupa es la muerte, qué es lo que dejas por el camino, hablar de ese momento en el que te das cuenta de que esto se acaba. Entonces, la vida pasa a ser un particular ajedrez con reloj. En esa línea estoy tirando ideas con Eduardo Sacheri para una nueva película de la que, curiosamente, antes del guión ya tengo parte de la música. Ahora mismo estamos disipando la nebulosa que supone comenzar un nuevo proyecto. Además, como te comentaba antes, estoy también pensando una obra con mi querido Fernando Castets.

En Luna de Avellaneda tuvo a José Luis López Vázquez, que recordaba con cariño su experiencia en la película en sus memorias…

¡Qué lindo! Yo le conocía por las películas de Berlanga, pero los más jóvenes del equipo no sabían lo que significaba trabajar con un actor de ese calibre. Tanto fue así que no le encontraron en el aeropuerto y se tuvo que venir solo en un taxi. En ese momento, yo los quería matar. Tenía 81 años, era un picaflor impresionante y muy activo. Era invierno y hacía un frío del carajo y él no se quejó nunca, era un profesional impresionante. Su rodaje fue agotador, pero en sus tres días libres se fue a ver las Cataratas del Iguazú con la novia que tenía entonces. Tengo un recuerdo maravilloso de él como un gran actor y, sobre todo, como un increíble profesional. Hubo un momento realmente mágico con el doble de luces de Ricardo, un taxista completamente ajeno al mundo del cine que en plena crisis argentina se había metido a hacer trabajos de extra. Estábamos rodando la muerte del personaje de José Luis en un hospital y yo estaba a medio camino entre lo técnico que implica el cine y la emoción de los actores. En ese momento, me encuentro al taxista llorando. Cuando le pregunté qué le pasaba me contestó que no se podía creer que estuviese viendo en vivo una actuación tan emocionante como la de José Luis López Vázquez. En ese momento me di cuenta de que soy un afortunado por poder ver de cerca a monstruos de la interpretación como él.

Un fotograma de "Luna de Avellaneda".
Un fotograma de «Luna de Avellaneda».