En los últimos días, el mundo de la cultura se ha enfrentado a la pérdida de uno de los actores más queridos de nuestro cine: Álex Angulo. Además, Madrid ha perdido uno de sus teatros y, lamentablemente, no será el último si las cosas no cambian…
Álex Angulo era uno de esos actores que todo el mundo del cine quería con un especial fervor. Actor de sobrada experiencia y talento, fue capaz de dar verdad a los personajes más disparatados bajo la atenta mirada de su amigo Álex de la Iglesia. Secundario de empaque- hace poco rescataba su maravilloso trabajo en El gran Vázquez-, también tuvo la oportunidad de brillar como protagonista absoluto en cintas como la muy reivindicable El coche de pedales, oportunidad que le brindó su querido Ramón Barea. Causa una especial tristeza pensar que se ha ido en un lamentable accidente de tráfico y con tantos personajes esperándole aún. Ya no me le cruzaré más por Bilbao, donde hace escasos meses- sin saberlo- le vi por última vez charlando con Antonio Dechent a la salida del Teatro Campos Elíseos, que ayer le dedicó un merecido homenaje con su última gran ovación. Se fue sin hacer ruido, pero su pérdida ha dejado muchos huérfanos. Al menos sus escenas quedarán grabadas en el celuloide y en la memoria colectiva de los espectadores.

Cuando aún no me había recompuesto por esta pérdida, leo un artículo titulado Fracasar más, Fracasar mejor. Adiós a todos. La Sala El Sol de York, que tan buenas energías me transmitió con su inaugural Los miércoles no existen, echa el telón. Uno se pregunta cuando lee noticias así ¿Hasta cuándo?, ¿Hasta cuándo va a tener que soportar el sector cultural tanta traba, tanta zancadilla, tanta inquina?, ¿De verdad es comprensible ese IVA?, ¿Dónde queda la cultura en estos tiempos? Sería una buena pregunta abierta para dejar en uno de los posts que servían de particulares ‘redes sociales’ a la entrada de la acogedora sala de teatro que dirá adiós el próximo domingo. Esta ha sido una semana triste, la verdad. Se han juntado la última función de Álex Angulo y El Sol de York. Prefiero no pensar en las historias que se podían haber contado en ese escenario… Mejor pensemos en las que sí se contaron, en los buenos momentos, en las risas, en el aliento de los espectadores que en este y otros futuros espacios seguiremos a esos «creadores de magia» (el término que utilizó Natalia Menéndez me parece tan apropiado que se lo ‘robo’ con copyright) que tan buenos momentos nos regalan en la escena…
