Nathalie Seseña: «Los actores somos niños grandes a los que nos pagan por jugar»

Desde pequeña quedó eclipsada por la ceremonia. En la tienda familiar, Capas Seseña, veía algo muy ceremonioso en el momento mágico de colocar la capa. Y en el teatro veía a los actores sin saber muy bien si eso se podía estudiar, si se podía vivir de esa ceremonia tan particular que es el teatro. Nunca imaginó que trabajaría en el medio audiovisual, aunque precisamente sean el cine y la televisión los que le han granjeado sus mayores éxitos. Unos éxitos que se ha tomado con mesura, sin dejarse llevar por los devenires del mundo del espectáculo. Lleva una vida discreta, lo más alejada posible de los focos y de los grandes titulares. Habla de una forma dulce y pausada. Nada que ver con su personaje televisivo en La que se avecina. Pudimos disfrutar de su brillante trabajo en El innombrable, una obra que estrenó en 1998 y que recuperó por una noche en el marco de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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Aunque no se pueda avanzar mucho, ¿Por qué has querido rescatar El innombrable en este momento?

Tiene mucho que ver con la mujer, con una situación de represión y creo que ambas cosas hacen que esta historia tenga mucho que decir. Desgraciadamente, dice mucho del momento actual.

Conociste a todo un maestro de actores como Philippe Gaulier con esta experiencia teatral…

Tras estudiar en la RESAD, pedí una beca al Ministerio de Cultura. Vi una serie de actores que me fascinaron y quise estudiar con su maestro en Londres. Estuve una buena temporada estudiando con Philippe. Cambió mi forma de entender el teatro y la vida. Una cosa que descubrí al trabajar con actores de todo el mundo es que arrastras mucho de tu cultura en tu forma de interpretar. Para mi fue muy interesante de descubrir. Además, tiene una escuela que es muy similar a Lecoq. Poder trabajar con él fue un lujo. Hace tiempo que queríamos retomar este texto. Ha sido muy emocionante volver a jugar con este personaje que me gusta tanto. Le hubiese gustado estar aquí, pero estaba en Italia.

Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias?

El teatro es mágico. Es un acto único e irrepetible. Cada función nunca se va a repetir, eso me encanta. Tiene esa cosa tan directa y maravillosa de la comunicación con el público. No está enlatado ni manipulado. Ocurre o no ocurre la magia. Depende de nosotros y también del público, con el que puede que se produzca la comunicación o no. El encuentro entre el actor y el público se produce cada noche. A veces sale bien y otras mal. Cada día intentamos contar bien una historia.

En 2011 volviste al teatro con El tartufo de Moliére tras una temporada sin pisar las tablas, ¿Cómo fue la experiencia?

Si soy actriz es por mi pasión por el teatro. Nunca imaginé que haría cine y televisión. Es un placer enfrentarte a un proyecto teatral. Tenía ganas de trabajar con Hernán Gené y más aún con un Moliére. Un personaje como Dorina es muy bonito.Quizás no tuvo el recorrido que merecía ese montaje. A veces levantar el telón es demasiado caro y no se puede acceder a tantas plazas.

Tras más de siete años en La que se avecina, ¿Te sigues sorprendiendo en la serie?

Me sigo sorprendiendo con los guiones de La que se avecina. Lo que más me gusta de esta serie es que me sigo divirtiendo como el primer día rodando. Nos lo pasamos muy bien y cuando me llegan los guiones me siguen haciendo gracia. Después de 7 años, poder seguir divirtiéndome es maravilloso. Después de tantos años, hay una complicidad muy grande. Con una mirada somos capaces de comprender a nuestro compañero. Es muy divertido estar en el plató. Jordi Sánchez es una persona maravillosa. Somos matrimonio en la ficción y grandes amigos en la vida real.

Te conocimos gracias a El día de la bestia de Álex de la Iglesia, ¿Qué recuerdas de aquella experiencia?

Lo recuerdo como una de las experiencias más fascinantes de mi carrera. Pude encontrarme con ese ser tan fantástico que es Álex de la Iglesia en un rodaje muy duro. Recuerdo a parte del equipo dormido por las noches del agotamiento. Estábamos muy felices de ser parte de esa historia, pero obviamente no podíamos imaginarnos en el fenómeno que se iba a convertir esa película. La primera vez que leí el guión no pude dejarlo hasta que lo acabé.

Pasaste una infancia entre capas y creo que en esa ceremonia de ponerse la  capa viste algo muy teatral…

Estaba mucho en la tienda de mi familia, Capas Seseña. Yo lo veía como algo muy teatral, muy ceremonioso… Forma parte de mi pasión por la ceremonia, ¿Qué hay más ceremonioso que el propio teatro? La capa es algo tan relacionado con el teatro también, que algo debí ver en ello seguro.

¿Estaba ya en ti esa parte de juego que lleva el oficio teatral?

Siempre he querido contar historias. Los actores somos niños grandes a los que nos pagan por jugar. Cuando lo conseguimos, nos hace muy felices. Yo iba al teatro y me decía a mi misma que quería hacer eso, pero diría que de una forma inconsciente. No pensaba que se convertiría en mi profesión. Es muy raro esto de que te quieras dedicar a la interpretación.

A pesar de la popularidad, eres una persona bastante discreta, ¿Es la parte expuesta de la profesión lo que menos te gusta de este oficio?

Es una profesión que conlleva una cierta exposición. Vivimos de cara al público. Hay dos tipos de actores. Por un lado, los actores que procuramos exponernos ante los focos menos. Por otro, los considerados ‘estrellas’, que además de su faceta interpretativa exponen su vida privada y su imagen. A mi me resultaría agotador. Molaría quitarse la máscara de actor y poder pasar desapercibido, pero forma parte de la profesión.

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