Dos leonas versus un móvil y ¿un borracho?

anarqSon las ocho y media de la tarde. Suenan las señales del Teatro Español que anuncia que La anarquista va a comenzar. Ocho y cuarenta minutos vuelven a sonar las señales del Español, ¿Un deja vu? No, simplemente la falta de educación del público, una vez más. Tras el segundo ring, Ana Wagener aguanta la mirada unos segundos al público. Siguen la representación. Vuelve a sonar. El público también se mosquea. Cuarto ring y Magüi Mira propone: ¿Volvemos a empezar no? Y tenemos la función en paz, salvo un servidor que tiene que aguantar la somnolencia de un PERSONAJE borracho como una cuba en el que pocos espectadores se fijan, las cosas como son. Se le nota disfrutando de la palabra de Mamet, lo medita todo con las manos que aguantan su cabeza mientras se echa una santísima siesta. Su olor a vinorro delata el motivo de su somnolencia. Vergonzoso no, lo siguiente. Sí bueno, lo siguiente es no aplaudir, faltaría más, y bajar las escaleras dando tumbos, ¡Natural! ¿Qué diría Mamet de este público? Seguro que le dedicaría unos buenos improperios.

Ana Wagener y  Magüi Mira supieron salir adelante. La anarquista y su carcelera brillan con la palabra de Mamet. En la mirada de Mira hay «un abismo de tristeza» que penetra en el alma del espectador. Un personaje desgarrado por su pasado, que cree encontrar en la fe su particular redención. Quiere salir de la prisión para reencontrarse con su padre. Enfrente tiene a una dura carcelera. Ana Wagener. Otra leona que «devora» la escena. Comienza con un tono amistoso, pero su relación se tensa. Tiene que soportar cómo la otrora revolucionaria que mató a dos policías, le echa en cara que no exteriorice lo que lleva reprimido en ella durante toda su vida. La anarquista se cree libre y por ello da su particular lección a la carcelera. No es el satírico Mamet de Noviembre ni el radiógrafo social de Glengarry Glen Ross,  pero el texto más aparentemente «conservador» de Mamet apuesta por la palabra, por el diálogo. Por el teatro de ideas.

Y al final, gran ovación con la sala pequeña del Español en pie. Dos leonas. Dos actrices. Bravo.

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