«Merlí: Sapere Aude» o el final (casi) perfecto

Debo confesar de entrada que soy un insólito seguidor de Merlí: Sapere Aude. Me resistí a la historia del profesor que todos hubiésemos querido tener cuando saltó a la televisión nacional de la mano de La Sexta y cuando llegó a Netflix. Curiosamente, solo cuando se anunció la continuación por curiosidad y, seré claro, por los excelentes trabajos que estaba disfrutando de Carlos Cuevas, incluido su inolvidable paso por Cuéntame cómo pasó, me animé a ver el primer capítulo de Merlí y admito que no pude parar en los siguientes días hasta que acabé de ver la serie entera. Al acabar, quedaba pensar ¿Cómo será la vida de Pol tras la hipnótica influencia de su profesor del Instituto? De entrada, la presencia de Cuevas, ¿puedo decir ya que me parece uno de los mejores actores de su generación?, era un gran aliciente.

Primera incógnita resulta al conocer a su profesora María Bolaños, una María Pujalte llena de aristas y recovecos y es que no se puede estar más maravillosa, ser más carismática y hacer que aunque no nos olvidemos de Merlín nos enamoremos perdidamente de su atormentado y alcohólico personaje. Con respecto al nuevo ecosistema de amistades del protagonista, pues es imposible resistirse a ese personaje un tanto intrigante y hasta maquiavélico de Pablo Capuz, un descubrimiento sin lugar a dudas. Con el cierre de la primera temporada, todos pensábamos ¿De verdad es posible una continuidad sin el tira y afloja irresistiblemente magnético de Pol y Bruno? ¿Podremos vivir sin las diatribas sobre el mundo de la escena y la vida de la Calduch- no se puede ser más grande que Ana María Barbany en ese papel?

Pues bien, esta segunda temporada nos deja sin poder disfrutar de David Solans (Bruno), el otro gran intérprete nacido en el seno de Merlí, pero aunque le echamos de menos y mucho, los creadores -yo más bien diría genios- detrás de esta espléndida serie han conseguido cerrar la cuadratura del círculo con una segunda temporada brillante con supuesto final cerrado. Sin entrar mucho en las tramas para no hacer spoilers, ya se sabe que todo gira alrededor de cómo aPOLo, sí, no me equivoco, ya sabrán el motivo del sobrenombre, se enfrenta a una noticia- en la que tiene mucho que ver el personaje del siempre impecable y genio de la escena joven Nao Albert, compañero de piso de Cuevas en la vida real- que cambia por completa su vida y su futuro. Carlos Cuevas evoluciona con su personaje a lo largo de la serie. Probablemente uno de los momentos más hermosos de la serie, es cuando hace su confesión a un personaje que nos conecta de nuevo con la serie original. Todo su mundo ha cambiado y sus prioridades también. En ese camino, testigo silente sin saber cómo actuar ante los silencios y las ausencias de su hijo nos encontramos a uno de esos regalos que nos da la televisión que es disfrutar en cada episodio de las capas de un veterano intérprete cuyo trabajo solo puedo reivindicar: Boris Ruiz.

Importante peso ocupa en esta segunda temporada el Satanassa, donde Pol podrá ser por fin él mismo. Allí le espera un viejo conocido de su eterno ex -¿en realidad Pol y Bruno llegaron a ser algo? y desde luego que es un gozoso reencuentro también para el espectador por esa energía y carisma contagioso que derrocha el simplemente delicioso Carlos Indriago. Allí conocerá al dueño del local, Dino, un superlativo Eusebio Poncela, aunque la pregunta es ¿Cuándo no lo está? En ese lugar, poco importarán las etiquetas para Pol, uno de los primeros personajes abiertamente bisexual. Lo que debería ser lo normal, no lo era en nuestra ficción televisiva hasta la aparición de este personaje. La dosis de ternura e ingenuidad lo pone de nuevo la presencia de Biel (Pere Vallribera). Dejo para el final una mención especial para Carmen Conesa y Eva Martín, a las que siempre es muy placentero ver en pantalla. Es lo que tienen las tablas que tienen estas dos inmensas intérpretes.

Después de esta crítica, muchos preguntarán y por qué es (casi) perfecto el final de la serie de Héctor Lozano para Movistar+. Pues, ojo spoiler, no está en el mismo Bruno y la verdad es que me da pena que esta historia tan estupenda, la constatación de que se puede hacer ficción de gran calado en nuestro país, termine, aunque ahora que lo pienso, ¿no será lo mejor dejarla así en lo alto?

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