Las reseñas de Alberto Morate: «Indomable». Dar importancia a las metáforas.

Nos vamos conformando con lo que nos ofrecen, para no complicarnos la vida. Es más sencillo pasar desapercibido y asentir, que protestar y caminar por un camino de ortigas. Pero siempre hay indomables, gente aislada que se interroga y se cuestiona, que quiere remover conciencias, que se mancha la ropa y se desnuda quitándose todas las vestimentas de los personajes que les tocan hacer a lo largo de su vida.

Se palpan los vientres y aunque hayan ganado peso, quieren mantener la flexibilidad, no ser un esqueleto rígido y deshojado de piel, vísceras y órganos vitales.

Creo que esa es la motivación de Jorge Albuerne, y así nos presenta Indomable, aunque él no se coma 50 huevos duros en escena. Pero sí nos muestra las caretas del fascismo, nos pone el recuerdo de aquellos que nos hicieron sufrir porque les apetecía, o desaparecer porque les molestaba que alguien pudiera saltarse la norma.

El intérprete, en una especie de performance de dolor del mundo, interactúa con el público, los implica, mezcla payasadas circenses con personajes que fueron el cáncer de la sociedad de entonces (aquellas épocas pasadas), quiere despertar a los dormidos y dar importancia a las metáforas.

Se convierte en mendigo, en demonio, en clown, en showman, en presentador, en conciencia, en entraña. Indomable de las ideas, del trabajo de oficina, de los montajes en cadena, de bajar a la mina, de dar la predicción del tiempo, ¡qué más da!,… lo que pretende es encender una chispa en nuestras almas adormiladas.

Según el propio Jorge Albuerne, “dirige e interpreta esta obra con textos propios, siempre atravesados por las lecturas de otros como José Sanchis Sinisterra, Hakim Bei, Susan Sontag, John Berger o Roberto Juarroz, así como extractos de interpretaciones de Eugen Cicero y Frank Sinatra, entrevistas a gentes indeseables y recortes de la película de Stuart Rosenberg, (La leyenda del indomable), que narra la historia de un condenado a trabajos forzados que encarna todos los atributos del antihéroe: es joven, es rebelde y está cargado de razones contra el sistema”. No sé si esto es así, mi vasta cultura no basta para discernir tantas fuentes, y si lo dijo Heidegger o Perico el de los Palotes. Pero sí llego al entendimiento del no conformismo, del grito social de forma teatral, de derribar torres de marfil, de bajar a la calle y humanizarse a pesar de los demás, de recordar la sangre que derramaron indeseables.

¿Indomable, rebeldía? ¿O solo desnudar el alma y que cada día sea una página en blanco y escribamos y representemos lo que nos venga en gana?

Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.

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