"El Artista y la Modelo": Un canto a la belleza

Una hermosa joven abandonada es recogida por una mujer ya mayor, una Claudia Cardinale que cree ver en ella los reflejos de un pasado deslumbrante. Será la modelo de su marido encarnado por el también veterano Jean Rochefort. Desde el primer fotograma de este canto de amor al cine y al arte en general, el actor francés se entrega a la construcción de un entrañable, melancólico y, por momentos, divertido artista. El actor, que no paró de bromear en la presentación de la película, tiene un modus vivendi  en que el sentido del humor parece una de sus grandes señas de identidad para conservarse tan activo y feliz. Nos cautiva con su primera aparición en pantalla con una gran naturalidad y elegancia ante la cámara. Su modelo es Aida Folch. Simplemente decir de ella que es maravillosa. Esa belleza exterior innegable a los ojos de cualquiera, es inmensamente proporcional al talento de su trabajo, de su mirada, una mirada que traspasa la pantalla en cada centímetro de celuloide. La complicidad entre el veterano y la protagonista de El Embrujo de Shangai llega a su expresión máxima en una escena genuinamente emotiva: la actriz toca cada poro de la piel de la cara de Rochefort y él se deshace en emoción en el preciso instante.

Jean Rochefort, vital y divertido

«Tienes que posar en cueros». Es aparecer Chus Lampreave y desatarse la carcajada. Una actriz de otro tiempo, simplemente maravillosa, tanto en la pantalla como en la presentación de la cinta en el madrileño Museo Thyssen. Les acompañan en la película la  ya mencionada Claudia Cardinale, que aún conserva la esencia de su belleza de antaño, y un puñado de buenos secundarios. Sin duda, Trueba ha elegido un reparto realmente acertado. Entendió desde el principio esta película en blanco y negro y eso se nota. La falta de color da un matiz de trabajo artesanal, por momentos cercano al teatro. De hecho, le preguntaron si estaría dispuesto a adaptarla a los escenarios. Cada plano está perfectamente medido, Trueba se fija en las texturas y en los detalles. Esta película tiene mucho de filosofía vital: «La prueba de la existencia de dios está en la mujer y en el aceite de oliva». Si, se ha olvidado de Billy Wilder en esta ocasión, pero no importa, sin duda junto a Blancanieves es lo mejor de este año en la cosecha cinematográfica española, dos ejemplos de que eso que llaman «cine de autor» puede llegar a muchos públicos. De hecho, según bromeó con Rochefort y luego con los medios: «E.T es la película de autor de Spielberg».

«Me encanta escuchar hablar a Fernando», Chus Lampreave

Está acabando la película y nos damos cuenta de que la película ¡No tiene banda sonora! Esto le da a la película un plus de expresividad. Las imágenes se describen por si solas, sin necesidad de subrayados absurdos, que podrían parecer salidos de un telefilme de sobremesa. Es cierto que la narración es, en ocasiones, un tanto lenta y que un pequeño recorte del metraje ayudaría a que la película ganase aún más, pero lo cierto es que este canto a la belleza tiene pocos peros, por eso quizás le he tenido que poner la nota crítica en la duración. Espero que este fin de semana, cuando se apaguen las luces de la sala, disfruten tanto como yo lo hago con películas como Blancanieves o La Artista y la Modelo. Larga vida al cine español, si los ivas y gobiernos lo permiten…

Rochefort y Folch, cómplices
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