Aunque Tarantino no haya cumplido con las expectativas de cara a las nominaciones a los Oscar, su película, Django desencadenado, viene dispuesta a dar guerra en la taquilla española desde este 18 de enero. Salvaje y kamikaze hasta la médula, Django es un western violento con el trasfondo de la esclavitud, ese que también es protagonista en Lincoln, aunque desde un punto de vista totalmente antagónico. Django es pura diversión, pero quizás haya causado polémica por mostrar tan explícitamente las torturas a las que sometían a la comunidad negra en el país de las oportunidades. Vale que no es una película historicista, ni falta que hace. Un puñado de grandes actores dan vida a los personajes de esta nueva locura del genio Tarantino, que se reserva su minuto de gloria en la cinta. Durante casi tres horas nos evadimos de nuestra realidad más inmediata, ¿se le puede pedir más a una película? Posdata: La «D» de Django es muda.
Cosa muy distinta le ha ocurrido al «Rey Midas cinematográfico» que ha conseguido que su historicista Lincoln se cuele como favorita a los Premios de la Academia. El director de E.T ha optado por un biopic clasicista, una película que podía haber sido rodada hace cuarenta o cincuenta años. 150 minutos de metraje en los que la palabra pasa a primer término. Esa palabra no sería nada sin dos actores al frente del reparto de esos que solo merecen reverencias: Daniel Day Lewis y Tomy Lee Jones, un secundario de lujo que aguanta la mirada al mismísimo Lincoln. Entusiasmará más a los americanos, no tengo ninguna duda. Como ejercicio de clase de historia a lo «Dios bendiga a América» funciona a la perfección. Ahora bien, más allá de unos actores sembrados, Lincoln peca de lenta hasta la saciedad. Se echa de menos un poco al Spielberg de la pirotécnica, ¿Tan difícil hubiese sido darle un mayor protagonismo a las escenas bélicas y menos a las anécdotas que contaba el bueno de Abraham? Sin ser una gran película, ni de lejos creo que sea lo mejor de la cosecha de este año que estamos inaugurando, el artífice de Tiburón no decepciona del todo y nos vuelve a regalar un cinta cuanto menos correcta.
La gran revelación cinematográfica del año es, sin duda, El lado bueno de las cosas. La gran comedia nace de la desgracia más absoluta, de la miseria humana. ¿Se puede hacer una comedia sobre las enfermedades mentales sin caer en lo burdo y en la risa fácil? Por supuesto que sí, como demuestra esta película que nos lleva de la risa al llanto en cuestión de minutos. Es una historia de dos personas sin rumbo, chico y chica, que encuentran en sus carencias afectivas un paraguas bajo el que resguardarse tras la tormenta. Esos dos protagonistas son la clave del éxito de la película. Bradley Cooper se deshace, cual Ryan Grosling en Drive, de la etiqueta de actor guapete e insustancial, con un trabajo lleno de verdad, sin duda uno de los grandes trabajos interpretativos del año. Le acompaña una actriz bellísima y magnética que consigue enamorar a la cámara y al espectador. Jennifer Lawrence entra también en la terna de los mejores trabajos del año por méritos propios. Encima, la película devuelve su estrella, la que perdió en comedietas excesivas de tres al cuarto, Robert De Niro que firma un soberbio trabajo como padre del frágil protagonista. La película tiene ocho nominaciones a los Oscar y podría dar la sorpresa y superar al aparentemente temible Steven Spielberg. El 25 de enero llegará a las salas españolas.
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