En un lugar de Cervantes de cuyo nombre sí quiero acordarme unos intrépidos juglares se atrevieron a pasar por su filtro cítrico una de las cimas de la Literatura Universal. Para esta compleja campaña, Ron Lalá colaboró con la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
El resultado es una desprejuiciada versión del Quijote con los ingredientes de estos juglares del XXI y que han titulado En un lugar del Quijote. Ellos se atreven a fundir pasajes de una obra que representada en su totalidad superaría las 20 horas de representación. La música y un poquito de mala baba forman parte de este cocktel quijotesco y explosivo. El Quijote es una obra inabarcable- y mucho más con las limitaciones que tiene la escena- y apostar por una fórmula así es mucho más acertado. Estoy seguro que a alguno de los muchos niños que disfrutaban de la función, les picará el gusanillo y volverán al teatro e incluso igual se atreven a descubrir las aventuras de nuestro Quijote y nuestro Sancho, esos personajes impregnados en nuestro ADN desde hace siglos. Gran trabajo ronlaleros.
En un lugar de Cervantes de cuyo nombre sí quiero acordarme José Luis Gómez decidió recuperar los Entremeses cervantinos en su Teatro de la Abadía. Para esta compleja campaña, el académico se rodeó de una compañía de comediantes en absoluto estado de gracia.
Mucho más ortodoxo es el trabajo visto en La Abadía. Cuando uno se sumerge en la función de Gómez tiene la sensación inmediata de viajar en el tiempo. Viajamos a una forma de hacer teatro que parecía olvidado. En un teatro ‘como el de antes’. Un grupo de cómicos juegan al teatro en los Entremeses que se nos presentan. Un trabajo limpio, sin estridencias en la puesta en escena, buscando la verdad de los personajes. Y la palabra de Cervantes fluye y ¡De qué manera! bajo la sabia batuta de José Luis Gómez. Y también en el patio de butacas se hallaba algún infante que atento observaba y aplaudía la puesta en escena, ¿Le volveremos a ver en otras obras? Apuesto a que sí.