Iberian Gangsters lleva a escena por primera vez la corrupción en forma de musical a capella. Los fines de semana de julio en el Pavón. Teatro Kamikaze se puede disfrutar de esta nueva producción de Meridional Producciones que cuenta la historia de un maduro político, exministro, aficionado a cantar, está a punto de ser juzgado con altas probabilidades de ir a prisión. Desde sus comienzos en el partido comunista, pasando por el socialismo hasta arribar a la derecha conservadora, han pasado cuarenta años. Cuarenta años compartidos con su mujer, alto cargo en diversas instancias de la política cultural, y con su hija Amanda, ferviente admiradora suya, militante y joven promesa en el partido. Rafael Velasco no se arrepiente de nada. Todo lo que ha hecho lo ha hecho porque había que hacerlo. Y no ha hecho nada que no hayan hecho otros muchos. A través de la investigación que Amanda se ve obligada a realizar junto a su amante y futuro secretario de organización, asistimos al viaje de su padre desde el servicio público hasta el autoservicio, por decirlo de alguna manera. Pero también al viaje que emprende Amanda desde la feroz condena de la corrupción política hasta… ¿Hasta dónde?
Basado en datos de una historia real, reciente y sonada, pero con toda la libertad de fabulación y sátira que el teatro siempre ha tenido, Iberian Gangsters aprovecha este cóctel de amor, política, idealismo, ambición y música para poner en pie un thriller inquietante, verosímil, cercano y lleno de humor: una verdadera Spanish Musical Gangster’s Story. Una historia capaz de enganchar al espectador y no soltarlo hasta el final. De meterlo en el viaje interior del protagonista y su familia. Un viaje realizado sin perder la compostura ni la capacidad de justificarse ante sí mismo y ante los suyos. Un viaje apasionante y, sin embargo, tan humano y tan cercano que el espectador, sin dejar de reír –e incluso de cantar–, puede llegar a preguntarse: ¿seguro que yo no haría lo mismo?
En LA FIRMA INVITADA, Julio Salvatierra, autor de esta obra que ha dirigido Álvaro Lavín, se cuestiona ¿Quién es el responsable de la corrupción?
Siempre hemos creído que el teatro debe tener una parte de provocación, entre otras muchas cosas, así que vamos allá: en cierta forma la culpa de la corrupción política que estamos viviendo en este país la tenemos todos.
Hemos tenido apasionadas discusiones con la gente que niega esta afirmación, reclamando su inocencia. Y no dudamos de su sinceridad y comprendemos su punto de vista, pero seguimos pensando que en esa afirmación hay parte de verdad.
Antes de que se lo quede Hacienda… ¿Con o sin factura…? No voy a ser yo el más tonto… Son frases literales que muchos habremos oído o incluso dicho.
Pero también habremos oído muchas veces al que dice: hombre, pero no es lo mismo…
¿Son corruptos el profesional liberal y el pequeño hostelero que cobran parte de sus trabajos en B (y de esos seguro que conoces varios)? ¿O la PYME que maquilla algún dato aquí y otro allá para no tener que devolver parte de una pequeña subvención a la que no ha logrado dar cumplimiento en su totalidad? ¿O el presidente francés que coloca a su hija como consejera…? ¿O el tendero que coloca a su sobrino en Mercamadrid descargando cajas? ¿Los que evitan el engorro administrativo o el monto del IVA y el IRPF saltándose la facturación de pequeñas cantidades?
Está claro que no son iguales las altas esferas y las bajas: la lesión que se provoca, además, al erario público es muy superior en esos grandes corruptos que vemos por la tele.
Aunque también habría que sumar muchas pequeñas lesiones, para enfocar bien el problema…
En cualquier caso, cuidado: considerar corrupta a toda una sociedad es el mejor argumento para que los grandes corruptos queden impunes: «lo hace todo el mundo». Y no es lo mismo la micropyme que lucha por su supervivencia, trabajando duro, o el consejero con chalet, apartamentos en las playas y saneado patrimonio…
¿O sí?
Digamos que no pero entonces: ¿dónde ubicamos el listón rojo? Un listón que nos permita diferenciar entre la pequeña trampa y el grave delito. ¿En la cantidad defraudada o robada? Tiene su lógica.
Pongamos, pues, la cifra. Pero especifiquemos si es unitaria o acumulada.
Y fijemos el tiempo de la vida durante el cual se puede acumular. ¿Un único lapso vital…? Poco operativo. ¿Lapsos parciales? ¿De cuánto? ¿Prescriben? ¿Se regeneran, como los puntos del carné de conducir? ¿Cuándo…?
Y también surgen otras preguntas: ¿cómo quedaría una de esas pequeñas corrupciones por debajo del listón, diez años después, en la primera plana de los periódicos referido a, por ejemplo, cualquier polémico ministro de algo?
¿Entonces no depende sólo de la cantidad? ¿Sino también de la mediaticidad?
…La complejidad del asunto ya está contemplada por la legislación occidental, fraguada con el tiempo e imperfecta, desde luego, que lidia con un infinito de casos y matices posibles; sin recetas mágicas ni absolutos, que mucho me temo no existan, como Dios, la Belleza o la Verdad (aunque no por eso vayamos a dejar de intentar crearlos, siquiera de forma temporal).
¿Tenemos entonces que conformarnos con la corrupción? En modo alguno. ¿Pero acaso basta con meterlos en la cárcel, cuando su ejemplo cunde sin límites, y el vecino italiano nos brinda un preocupante ejemplo de conexión entre mafia y política? ¿No estaremos siendo autocomplacientes? ¿O quijotes buscando gigantes?
Quizás si nuestra sociedad, hace cuatro siglos, hubiera apoyado a los protestantes, alineándose con la visión política y moral que reclamaba ética a los individuos (gobernantes o no) por encima de todo, la historia sería diferente. Pero no, nos fuimos a defender (a capa y espada) a los vendedores de bulas, a los gobernantes que exhibían imperios e infalibilidades (siempre a cambio de algo). Quizás la rectitud y la moralidad del mundo anglosajón y protestante se esté resquebrajando también últimamente, pero allí parecen saber, al menos mejor que aquí, que no es cuestión de cantidad, ni de tiempo, incluso ni de leyes. Que la rectitud empieza dentro de uno mismo y responde sólo ante su propio dios interno, que jamás podrá ser sustituido por ningún tribunal.
Desde luego que aquí tenemos un sano escepticismo ante las posturas puritanas, cultivado a través de los siglos, y un depurado sentido del humor para sacarles punta. Pero quizás sería hora de que empezáramos a pensar que esa exigencia moral, cuando no se refiere a determinadas cuestiones amatorias, es un buen ejemplo a seguir.
Quizás sería hora de que, además de rasgarnos las vestiduras por cada nuevo caso de corrupción, empezáramos a montarle el pollo al prójimo (a veces muy próximo) que nos ofrece o reclama el trabajo sin IVA; al que nos vende parte del piso en b; o al que se jacta de lo bueno que es su gestor evadiendo impuestos, por poner ejemplos cotidianos.
La cultura empresarial de este país ha sido siempre amiguista. Y pagar impuestos, un mal universal. Está en nuestro ADN y llevará generaciones cambiarlo. Pero de esos polvos vienen estos lodos, crecientes a medida que lo público se ensancha con el crecimiento de la Administración. Y paralelos a una empresa privada acostumbrada a medrar bajo la protección de la Autoridad.
Pero no cambiará si no legislamos progresivamente de forma más restrictiva (sobre todo en la financiación de los partidos y en la separación de política y empresa). Y si no educamos a las nuevas generaciones en el valor del estado como digno fruto de la sociedad, al margen de orientaciones ideológicas o políticas. Sin recetas mágicas ni rasgado de vestiduras.
¿Quiere todo esto decir que, en cierta forma, este espectáculo o sus autores defienden o justifican, de alguna manera, la corrupción…?
Desde luego quiere decir que le sacamos punta, no dejamos de ser españoles, y ofrecemos un puñado de carcajadas y buenas canciones para sazonar el tema.
Y respecto a si la explicamos o la justificamos, pues… vengan a verlo y hablamos.
Desde mi butaca COMUNICA es la agencia de comunicación de este espectáculo. Entre los medios que se han hecho eco de esta producción está el programa de Andreu Buenafuente: Late Motiv. Para solicitudes de prensa no dudéis en escribir a desdemibutacacom@gmail.com