Recuerdo perfectamente las primeras veces que vi a los mandos de esa nave cuasi radiofónica que era el En el aire que Andreu Buenafuente con su inseparable Berto hicieron en una de las etapas más difíciles de esa factoría creativa que es El Terrat como relata el propio Buenafuente en Los primeros 30 que recomiendo que no se pierda cualquiera que haya vibrado en alguna ocasión con esta productora que ha llevado a la comedia a lo más alto, primero en Cataluña y después en toda España. Ahora celebran los 30 de hecho haciendo la comedia más divertida que he visto en mucho tiempo: El éxito de la temporada, con unos CÓMICOS en estado de gracia que nos recuerdan cuántos buenos momentos nos han regalado en la pequeña pantalla.
Con el aterrizaje de esta troupe en Movistar llegó el gran momento para conocer un poquito más a Bob Pop. En Late Motiv le comenzamos conociendo por su mordaz sentido del humor –épica es su crónica de aquel concierto de Bertín Osborne que siempre me alegra el día- y poco a poco se fue abriendo en canal hasta contarnos uno de los episodios más difíciles de su vida. Ese momento está presente como no podía ser de otra forma en la necesaria Maricón perdido, de la que he podido ver tras su paso por Málaga únicamente tres capítulos.

«No pasa nada hasta que pasa, Roberto»
La madre de nuestro protagonista ha marcado la vida de E.H. Roberto Enríquez Higueras creía que las iniciales que aparecían en el sobre que le entregaron en el Hospital eran sus iniciales, pero la realidad era bien distinta y su vida, llena de viajes y alboroto, ya no volvió a ser igual. Si Maricón Perdido es una serie necesaria como pocas es por dar voz a un personaje con Esclerosis Múltiple, una enfermedad demasiado desconocida aún en nuestro país. Afortunadamente, Bob Pop ha luchado como un jabato para darnos lo mejor de su creatividad en la televisión, la literatura e incluso en la escena ya que también cuenta su historia en el teatro con Los días ajenos.
Desde bien niño, el prota de Maricón Perdido quería ser escritor y aunque quisiera distinguirse de su madre, en el fondo son iguales y es que como dice un entrañable Miguel Rellán «no os gusta la vida que lleváis, no estáis satisfechos». La sombra de la madre está siempre muy presente hasta cuando redescubre un Retiro, nocturno y taciturno, muy diferente a aquel que recordaba de sus viajes en metro con su matriarca. Esa noche ocurrirá el acontecimiento más difícil de su vida que ha recreado un actor inmenso, Carlos González, que ha sabido captar la mirada perdida de nuestro protagonista en aquella incomprensible noche en que pocos fueron los que salieron a su auxilio.

Volviendo a la madre, una superlativa y maravillosamente excesiva Candela Peña, en aquella noche oscura, nuestro protagonista descubrió que tenía más nexos de unión de los que creía y es que mientras ella se hacía regalitos de esos pisos piloto que recorrían madre e hijo por los viajes que nunca hizo, Bob se inventaba vidas que nunca viviría. Un caso muy distinto es el del padre, un Carlos Bardem que se ha valido únicamente de su voz y su espalda para este personaje y es que Bob Pop no ha querido volver a mirar a los ojos de su padre y es que el dolor, estamos seguros, no se lo ha permitido. Por supuesto, entre tanto desgarro hay pequeñas dosis de humor como ese momento fan de Los Pecos o la superficial compañera de trabajo del «aborto de mandarina». La luz nos llega también a través de la siempre estupenda Alba Flores.
Por último, quiero cerrar contando uno de los grandes aciertos de la serie y es mezclar caras muy conocidas para el gran público con intérpretes aún anónimos como el debutante Gabriel Sánchez como el Bob niño o Blas Sánchez como Ricardo, el amigo de cervezas en una noche de fiesta de nuestro protagonista.
Huelga decir que estoy deseando ver cómo termina la serie que llega el viernes 18 a TNT y que entre otras plataformas se podrá ver en Movistar.
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