Cuando hay una ruptura de la pareja, cuando se acaba el amor, cuando parece que el mundo se nos viene encima y se seca la sonrisa, entonces hay dos opciones: pasar página rápidamente, o que la obsesión por recuperar a tu pareja, intentar entender por qué ha pasado lo que ha ocurrido, no reconocer la derrota de la relación y batirse en retirada, aquello puede, de tal manera, convertirse en Crónico.
Todo se vuelve negro o, al menos, opaco. La sensación de pérdida de aire, de melancolía casi perpetua, de detención del universo, puede minar la salud (mental) del perjudicado. Te aconsejan que te trate un especialista y, al final, te decides, y vas.
Pero si la psicoterapeuta, además de aplicar unas técnicas un tanto extravagantes, también tiene la obsesión de transmutarse en Chavela Vargas, entonces, lo mejor es cantar unos boleros o salir huyendo.
Como el Crónico en cuestión no mejora en absoluto, pero tampoco quiere volver atrás, insiste en que su coach psíquico le dirija el sentimiento. Tendrá que bailar, agitarse, beber, discernir si es mejor el tango o el bolero para salir del pozo profundo de su estado anímico. Todo ello, claro, con una algarabía, con los sonidos musicales aportando su parecer, con el ímpetu del humor como directriz.

Mariano Rochman escribe este agitado encuentro de furor en el corazón del desencuentro. También lo interpreta con la necesaria inocencia de quien se ve derrotado, pero no vencido, y que quiere recuperar su aliento. Gloria Albalate, como psicoterapeuta, le canta (o le puede cantar, vaya usted a saber) Mi segundo amor, Adoro, Volver, Piensa en mí,… o las canciones que sean, boleros rancheros de lirismo literario que evocan el desamor, el infortunio y la soledad de los que no reconocen la pérdida de la compañía.
Álex Tatnell ejecuta, a modo de conversación, las notas musicales de esta historia de gracejo disparatado. José Maya lo dirige, y nosotros contemplamos cómo en las canciones está todo el universo del amor, del desamor y del reencuentro.
En la sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez. Comicidad por todos lados.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
