Como algunos lectores del blog sabrán yo comencé a amar el teatro gracias a los musicales. Hace catorce años se metió el veneno del teatro en mi gracias a esos espectáculos en los que los actores cantaban, bailaban y, lo más importante, interpretaban. Recuerdo con especial cariño de aquellos años mi primer encuentro directo con el mundo de los musicales, con nada menos que Concha Velasco de protagonista. Mi primera reseña teatral, que lamentablemente no conservo, fue para la revista escolar y dedicada al musical Hello Dolly. Tengo grabada aún en mi cabeza aquella noche mágica en el que me introduje por primera vez ‘entre cajas’, no voy a usar ‘bambalinas’ aunque sea la seña de identidad de uno de mis blogs, pero me toca ser ‘correcto’ con la terminología. En el mismo espacio que estos días ando transitando, conocí a «La Velasco» y a uno de los primeros actores dedicados al mundo de los musicales que yo llegué a admirar, Roberto Saiz, cuya carrera he seguido hasta la actualidad y al que, por supuesto, tengo un especial cariño. Ya entonces me asombró la capacidad que tenía el equipo de hacerlo todo y hacerlo todo bien. Durante años, se ha dicho que los actores y, por ende, las producciones de teatro musical hechas en España, no estaban a la altura de Broadway. Perdónenme que les diga que se hacen buenos musicales en España, también nefastos, las cosas como son, pero siempre habrá quien tire piedras sobre su propio tejado. Tras una pequeña experiencia en el musical Chicago en 2010, hace unos meses Stage Entertaiment me ofreció la oportunidad de meterme, ahora sí lo uso mal y a conciencia, ‘entre bambalinas’ en uno de los musicales más legendarios, Los Miserables. Y ahí sigo asombrándome de la preparación de estos actores integrales, término propio para designar a estos monstruos de las tablas, que lo mismo te cantan un aria que se marcan una sorprendente escena de lucha.
Pero, en el fondo, más allá de una voz prodigiosa o un bonito vestuario, al musical le pido, como al teatro de texto, emoción. Y esa emoción solo se consigue cuando la materia prima actoral tiene la suficiente enjundia. Por eso no puedo más que enervarme cuando veo a caras conocidas con nulo talento para alguna de las facetas que exige el musical luciendo ‘palmito’ en las carteleras de la Gran Vía. Creo que es un craso error vender a la estrellita de turno, eso por supuesto hace que la calidad de la producción decaiga a niveles críticos. Por eso, es un placer ver el trabajo desde dentro en una producción del nivel de Los Miserables. Si algo ha conseguido Stage es crear un público de musicales y, por así decirlo, un público de teatro musical Hace unos años hubiese sido inviable, por cuestiones técnicas e incluso artísticas, que pudiesen girar espectáculos de la envergadura de Sonrisas y Lágrimas o La Bella y la Bestia. Es un buen momento para reivindicar a nuestros actores integrales. Los musicales me llevaron a amar el TEATRO y tantos años después sigo aplaudiendo su «atlético» trabajo, como haré este jueves cuando mis queridos ‘miserables’ levanten el telón por primera vez este jueves.