Juan Cavestany vuelve a estar de actualidad. Ese “Viaje emocional que va de la risa a la oscuridad y la continua sorpresa” que es Gente en sitios no deja de darle alegrías. Como la que sintió en el Festival de Toronto donde descubrió que “lo que a mi me parecía un humor muy local conectaba muy bien con todo tipo de públicos”. El próximo viernes 20 se estrena en Madrid y Barcelona, pero antes ha pasado por ciudades como Santander, donde este fin de semana se puede ver en la Filmoteca de Cantabria. Una película extraña, oscura y luminosa a la vez que te hace enfrentarte a la vida con otra mirada. Pero, por supuesto no deja de lado el teatro “El refugio de la palabra”, donde nos ha regalado esta temporada esa joyita llamada El traje. Y apunta maneras su adaptación de Macbeth para el CDN, que transcurre en la Galicia contemporánea y tiene a dos de sus habituales compinches, Andrés Lima a la dirección y Javier Gutiérrez como protagonista.

¿Cuáles son las claves de este rara habis que es Gente en Sitios?
Es una película normal, pero con personajes y tramas sin continuación. El espectador se queda a la expectativa de si se resolverán las escenas más adelante. Representa una serie de vivencias fragmentadas, con cantidad de estímulos para el espectador.
El género de su cine es etiquetado por la crítica como “post humor”, ¿Qué significa para usted esa etiqueta?
En efecto, yo no he creado esa etiqueta y cuando pregunto nadie se hace responsable de ella. A base de oirla, creo que entiendo a qué se refiere. Es algo como una ramificación de la comedia que se hace aquí y ahora con una mirada al humor desde la extrañeza, el desconcierto y la rareza. Es un humor que no siempre provoca la carcajada, pero provoca cosas ambiguas, difíciles de explicar. Es un humor identificable, creo que está entroncado con series como The Office.
Una película coral, llena de grandes nombres del cine y el teatro, ¿Cómo ha conseguido que cuadrasen sus agendas?
La película está hecha a lo largo de seis meses, rodando un par de días por semana. Se ha ido forjando poco a poco, como una especie de mosaico en el que me he ido adaptando a las agendas de los actores. He puesto todas las facilidades del mundo para que la película haya sido posible. Hubiese sido imposible rodarla en unas pocas semanas. La he hecho compatible con mi propia vida y la de los actores, que estaban enfrascados en otros proyectos. Se ha creado por cruces de ideas, que van apareciendo de una forma viva, lo que le da a la película una frescura que creo que es la seña de identidad de la película.

Hace cine, pero sobre todo ha trabajado para la escena, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias para Juan Cavestany?
Yo era periodista y empecé a escribir ficción en el teatro gracias a mis amigos de Animalario. Empecé con la vista puesta en la escena, en el diálogo. De hecho, Los lobos de Washington era una obra de teatro, aunque luego se convirtiese en película. He terminado en el cine accidentalmente. El teatro me ha dado grandísimas alegrías y la oportunidad de valorar y poner en primer término el texto frente a lo audiovisual. Ante todo me considero escritor y el teatro es el verdadero refugio de la palabra.
Sin duda, El traje ha sido uno de los mejores montajes de la temporada, ¿Cómo surgió este texto?
Queríamos hacer algo desde hace mucho tiempo Luis Bermejo, Javier Gutiérrez y yo. La verdad es que sintonizamos mucho y llevábamos un tiempo dándole vueltas a un posible proyecto. Llegó un momento en que tenían la agenda un poco más libre y me pidieron que les escribiera una obra de temática libre, me dieron carta blanca para contar lo que quisiese. Fue muy liberador, pero daba vértigo. Hice varios intentos dramatúrgicos hasta que di con estos personajes. Tuvo mucho que ver también que Javi estaba un tanto obsesionado con la trama Gurtel, pero no quería hacer una obra sobre corrupción política. Está claro que lo de los trajes me sirvió de inspiración, pero para nada tiene que ver con la citada trama, como me han intentado ‘hacer ver’ en algunas críticas. Mi intención última era apostar por un teatro de palabra y personajes. Muy loca, pero creíble. Rara, pero pegada a la realidad. Esas serían por así decirlo las premisas que seguí a la hora de escribir esta obra. Es una combinación de elementos que me gusta hacer y con la que mis actores conectan muy bien. Ellos llevan muy adentro este texto.