¿Mañana? ¿Para qué pensar en mañana? Para nosotros los actores el mañana no existe, lo que existe es el público, el espectáculo, el momento, somos artesanos de lo efímero, mostrémosles nuestro arte.
Cartas a Roxane
Se levanta el telón y entra en escena Sarah Bernhardt que apuesta por un autor desconocido en su último estreno, que se cierra con un rotundo fracaso. De camino a casa, el joven descubre el invento que parecía iba a enterrar al teatro: el cinematógrafo. Al llegar a su casa, sólo puede mostrarse pesimista y es que tras ese estreno fallido alcanza a pronosticar: «Dentro de diez años ya no existirá el teatro. Sólo habrá salas de proyección de imágenes animadas». Era 1897 y estaba a punto de crearse y estrenarse, aunque aún ni el propio autor lo sabía, la obra de teatro que revolucionaría la escena francesa primera y después el mundo entero. Su título: Cyrano de Bergerac. Ahora que todo está en constante cambio, que el teatro permanece en silencio como consecuencia del coronavirus, el sector sufre una nueva embestida que seguro sabrá capear. El teatro ha combatido contra el frío, el calor, los eventos deportivos, las crisis y sí, el cine y ahora las plataformas que tanto entretenimiento nos están proporcionando en el confinamiento, pero como reza esta cinta nada sustituirá al efímero juego del teatro.

Tras el accidentado proceso de creación que relata Cartas a Roxane (disponible desde el 15 de mayo en salavirtualdecine.com, Movistar +, Vodafone, Rakuten TV, Apple TV, Google Play y Orange), pocos podrían imaginar que: «Aún se interpretará dentro de 100 años, los grandes actores querrán ser Cyrano, las actrices jóvenes querrán ser Roxane y todos recordarán el nombre de Edmond». Entre los ejemplos recientes están las soberbias interpretaciones del personaje en nuestro país por parte de José Luis Gil y Pere Arquillué que pude disfrutar en Madrid. Aún recuerdo lo que provocó la función en el Valle Inclán en un pequeño espectador que en el servicio rememoraba con su padre con suma pasión y entrega la historia cual película de espadachines de otro tiempo. Estaba claro que a ese pequeño esa obra concebida en su tiempo a contrarreloj y en la que nadie había creído había metido ya en su cuerpo el veneno del teatro para siempre.
Esta entrañable cinta que llega en este momento extraño en que no podemos disfrutar en una sala de cine se convierte en estos tiempos difíciles en un canto de amor a lo efímero del teatro, a los actores. Es, sin duda, una misiva amorosa a aquellos que dan vida a los personajes creados por los dramaturgos. El texto teatral prevalecerá, incluso algunos autores, pero pocos recordarán o simplemente les sonará el nombre de los actores que interpretaron los papeles protagónicos en el estreno de Cyrano. Del estupendo reparto de esta cinta, poco conocido para el público español, pero con un Olivier Gourmet en estado de gracia, llama la atención la presencia de un actor francés que conocemos bastante en España, Dominique Pinon, que interpretó a un inolvidable granuja en La gran aventura de Mortadelo y Filemón de Javier Fesser.

Esta estupenda película que traza un paralelismo entre la propia vida del autor- con apariciones estelares de personajes como unos tales Stanislavski o Анто́н Че́хов- y de Cyrano, se nos revela en estos momentos como un necesario ejercicio de reflexión sobre lo que el teatro significa en la vida de muchos espectadores que como yo estamos ansiosos de volver a sentir la magia del aquí y ahora, la magia del efímero juego del TEATRO que se reactivará cuando vuelva a subir el telón y el veneno del teatro, como le pasó a ese pequeño que un día vio el Cyrano, nos vuelva a hacer creer por un instante que podemos jugar –to play, jouer– a ser parte de otras historias en otros tiempos pasados.
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