Shakespeare viene en barco alado desde su escritura hasta el escenario del teatro de La Comedia. Nos presenta a sus personajes ya desde el principio, potentes, contradictorios, fieramente heridos, insaciables, pero también humanos.
Antonio y Cleopatra es una historia de amor y guerras. De guerras y de amor. Pero también de intereses políticos y sociales. De desacuerdos y lealtades, de carnívoras ambiciones, de rocas que se tambalean, mas disimulan y se mantienen en pie.

Tienen la potencia de la palabra, y la energía de unos personajes suficientemente hondos, que salen a flote por una personalidad arrasadora.
Y, a pesar de tanta dureza, hay ternura. Y, a pesar de tanto ego, hay espejos rotos. Búsqueda y encuentro, necesidad, sed de victoria, trastornos bipolares.
José Carlos Plaza vuelve a tratar un texto, en este caso de Shakespeare, con la experiencia y la sabiduría de su amplia trayectoria. Con la delicadeza de embarcarse en un montaje nada fácil rompiendo las barreras de los muchos personajes que entrelaza el autor, salvando países, viajes, batallas y palacios.
Y están para ayudarle en su cometido, espléndido, Ana Belén y Lluís Homar, que rompen cualquier barrera interpretativa, con fuerza, desgarro y sentimientos que perturban. Pero no están solos, en una gran labor de acompañamiento fundamental, Fernando Sansegundo, Ernesto Arias o Rafa Castejón, entre otros, aparecen en escena con la misma fuerza que pide el texto, con el mismo corazón que necesita el director y con el mismo orgullo de los personajes principales.
Mencionar también a Vicente Molina Foix que, impregnado de la maestría de Shakespeare, convierte sus palabras en vivas frases de tragedia y comedia, a modo de tener un ojo de cada de color.
Hay, por tanto, un poder de atracción que no es exclusivo de la pareja protagonista, también se da en los demás personajes y sus actitudes, en el dolor y en el placer, entre el deber y la fiesta, entre el poder y la retirada, entre el fracaso y la victoria.
Shakespeare nuestro, no dejes nunca de estar en los escenarios.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
