El título me remite, irremediablemente, a “¡Qué noche la de aquel día!”, la película de Richard Lester sobre The Beatles, en las que el cuarteto de Liverpool, tenía que dar esquinazo a sus admiradoras, esquivar a los periodistas y desobedecer a sus representantes, en busca de una noche de libertad y desenfreno.
Ahí también hay música, y aventuras, y una larga noche después de un duro día. Pero, lógicamente, también ahí se acaban las causalidades. Aquí, en La noche del año, que es la noche por excelencia, que es el culmen de 365 días, con sus descansos respectivos, es cuando los jóvenes y no tan pipiolos, se preparan a pasar una noche de desmandada actividad, con canciones, bailes, alcohol, sexo, drogas, o lo que se tercie. (Nunca entendí por qué darle tanta importancia a esa noche en concreto, la de Nochevieja, cuando hacen lo mismo el resto de los viernes y sábados). Pero, elucubraciones aparte, de lo que se trata es, después de estar dos fines de año confinados o semienclaustrados, sacar nuestras mejores galas, íntimas y visibles, salir de casa con la sonrisa puesta, e ir a la caza de la diversión que no sabemos, finalmente, si será de nuestro agrado.

En esta tesitura, Lito, Noe y Lucía, amigos y convivientes, pero cada uno con su tendencia sexual y personal muy bien diferenciada, quieren no olvidar esta oportunidad de pasarlo mejor que bien. Mas hete aquí que es lo contrario. Y entre estos encajes de bolillos, por llamarlo de alguna manera, la escena de la noche se les vuelve oscura y con lagunas de acción que irán descubriendo poco. Algo así como los personajes de “El jinete polaco” o “El hijo del acordeonista”, donde memoria y deseo se confunden, acomodando lo que ha ocurrido a lo que anhelan realmente. Hay que sustituir los hechos de la realidad con lo que uno se está imaginando.
Para llegar a la conclusión de que nadie es totalmente lo que dice ser, o creer, y de que deslices los tenemos todos. Texto de Carlos Mesa, con dirección de Víctor Páez, con Sara Herranz, Laura Oliver y Juan Barahona. Los intérpretes sacan sus registros de personajes mediáticos (más o menos, léase Tamara Falcó, Lina Morgan, Jorge Javier Vázquez… o esa es la impresión que me dio y puedo estar equivocado, je, je). De cualquier forma, cuando la música no está demasiado estridente, se mueven con soltura y desparpajo, abiertos en su confusión e interaccionando con el público que se ríe pensando, “eso nos ha pasado a nosotros”, o “madre mía que forma de divertirse de estos hijos nuestros”.
“La noche del año”, a la larga, la noche más corta, del año.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
