Un artículo de Carlos Rivera Díaz
Fotos: Mario Wurzburger
El 31 de octubre no era una noche cualquiera en el Palau de la Música Catalana. Por primera vez se representaba un musical completo. No era cualquier título ni compositor. Era sin duda la cumbre del recientemente desaparecido Stephen Sondheim, al que le dedicamos un amplio especial. Era un reto desde luego con el precedente de las producciones dirigidas por Mario Gas, ambas protagonizadas por Vicky Peña y con Constantino Romero -versión en catalán- y Joan Crosas -en castellano tanto en el Español como en espacios como el Arriaga de Bilbao, donde pude disfrutarla yo allá por 2008. El propio Gas y Vicky Peña se dejaron ver en una noche memorable a la que no faltarían nombres de la escena como Ángel Llácer, que interpretó en el 2000 A little night music con dirección de Gas, o Carlos Latre, protagonista del Golfus de Roma que vimos en La Latina y del que nos habló en el citado especial sobre Sondheim.
Tras el animado preshow con personajes fantasmagóricos como Tita Tarántula con su risa de villana que parecía sacada de una película de Tim Burton, llegó el momento esperado. Sonaron las primeras notas de Sweeney Todd y el público, con un imponente Palau lleno hasta la bandera, concentrado en esta inolvidable velada.

Miquel Fernández vuelve a los musicales. Uno de los grandes alicientes de la noche no tardó en hacer su entrada en escena. Tenía muchas ganas de volver a ver a Miquel Fernández al frente de un musical tras tantos años en que el audiovisual nos le ha robado un poquito a los ‘teatreros’. Nadie como él podía cantarle con esa sutileza a su cuchilla en uno de los momentos más inspirados de la noche. Demostrando su habitual destreza vocal, el intérprete se volcó en su encarnación del brutal barbero de Fleet Street y uno solo puede fantasear con la idea de que la próxima vez que se monte el musical, que sea pronto por favor, podamos ver a Fernández al frente del reparto.

Una pareja con gran química. Otro reto importante le tocó a su partner in crime y nunca mejor dicho. Para mí, la Mrs Lovett de Vicky Peña, a la que tantas veces he escuchado en esa joya de disco que se editó en su momento y que atesoro como joya de colección, es algo simplemente irrepetible. La actriz ha nacido para dar vida a este personaje en mi cabeza. La elección de Anna Moliner que en principio no me terminaba de encajar, se solventa con una matrícula de honor. De hecho, es el mejor trabajo de los que he podido disfrutar de ella sobre los escenarios. Anna Moliner dota de una comicidad macabra al personaje que conecta con el público desde el primer momento. Impecable. Fernández y Moliner forman una gran pareja protagonista de TEATRO MUSICAL, así en mayúsculas. Ojalá pronto de nuevo juntos y si es con Sweeney Todd mejor claro.

Un elenco de altura. No me quiero olvidar del resto del elenco. Uno de los primeros personajes que aparece en escena es el misterioso personaje encarnada brillantemente por María Santallusia. A medio camino entre la ternura de un pasado que fue o quizás pudo ser y la locura que la ha llevado a ese estado. El esfuerzo de adelantarme a la barandilla por poder ver sus intervenciones en los laterales del escenario por la localización de mi asiento, mereció la pena. No me quiero olvidar de la melodiosa pareja de enamorados que forman unos siempre estupendos Ana San Martín y Eloi Gómez, que repiten con Sondheim (y como pareja) tras Golfus de Roma. Curioso fue lo que me pasó con Xavier Fernández. Su parecido físico con Xavier Ribera Vall, que interpretó el personaje con Gas, me hizo que la comparación fuera inevitable. Afortunadamente, su maestría escénica hizo brillar a este victoriano villano. Para el papel de Tobías Raff se ha optado por el jovencísimo Jan Gavilan que con desparpajo y simpatía interpretó a un personaje que en España suelen interpretar mujeres adultas como haría en su día Muntsa Rius. No me olvido del Beadle Bamford de Jordi Vidal al que imprime una alta dosis de comedia en momentos como el delirante ‘tocamiento’ del órgano del pianista. Dejo para el final a uno de los personajes bombón de la función. Me refiero claro a Pirelli. Hace solo unas semanas veía a Ivan Labanda como el mejor Billy Flint que he visto en España -olvidemos que alguna vez hizo ese personaje Carlos Lozano por favor. El intérprete salió del brete -ahí se ven las tablas- del fallo técnico con un gran aplauso del público sin dejar de ser el amanerado Pirelli. Una constatación más de la versatilidad vocal de este intérprete que hasta nos regaló un doblaje estupendo del protagonista de El retorno de Mary Poppins.

Un coro de lo más ‘juguetón’. Uno de los grandes aciertos de esta versión semiescenificada del musical ha sido el uso del coro. El coro joven del Orfeón Catalán -dirigido por Pablo Larraz y Oriol Castanyer- no solo narra la historia, también participa de la representación de la misma lo que va en consonancia de la propia concepción de la obra. Se convierten en dulces jilgueros, en locos del manicomio y participan en la representación -máscaras mediante- del pasado oscuro de los protagonistas.

La Orquesta Camerata Penedès, con dirección musical de Andreu Gallén, sonó precisa en cada nota pudiendo disfrutar del lirismo que impregna esta partitura de Sondheim. La puesta en escena quiso hacer partícipe de alguna forma al público y convirtió la batalla de los dos barberos en uno de los momentos más divertidos de la noche. Al final, público en pie para esta noche noche tan especial que contó con dirección de escena de Jordi Prat y Coll y las históricas e impecables traducciones de Roser Batalla y Roger Peña- lo bien que sigue sonando ese Dolces Dones del original Pretty Women. Ojalá más musicales en este espacio con equipos artísticos tan inspirados como el que pudimos ver en la noche del 31 de octubre.




