Tenía curiosidad por ver el nuevo musical jukebox de la cartelera madrileña, Marta tiene un marcapasos. Sí, también las canciones de Hombres G parece ser que merecían un musical en este frenesí de generar musicales como churros a partir de éxitos del pasado. Hasta de la copla hemos tenido musical… Como digo tenía curiosidad, pero no precisamente ganas… Desde el privilegiado asiento que tuve, pegadito a la orquesta, disfruté con el espectáculo. Y no, no es que el libreto me pareciese gran cosa, emula con descarado entusiasmo a Mamma Mía, sino que me quedé prendado de la energía, de la fuerza y del TALENTO de unos cuantos intérpretes del mismo. Siento verdadera debilidad por la forma de enfrentarse al escenario de Leo Rivera, con el comparto únicamente apellido, lo digo por si había alguna posibilidad de que algún lector pensase que es primo mío o algo… Es estimulante ver a un actor que se entrega tanto en cada función. Voy a ser sincero, era lo único que me atraía realmente de este montaje la verdad. Tiene la capacidad de conectar con el público, le he visto ya en unos cuantos musicales, y cuando está en escena te hace un poquito más feliz con esa energía tan especial que nos regala. Tiene esa capacidad, una comicidad que transmite al público. También me encanta ver encima del escenario del Compac Gran Vía a Nando González, eso se llama tener elegancia encima de un escenario con ese timbre de voz tan reconocible y especial. Y me quedé prendado, más en la parte musical que en la ‘chirriante’ parte hablada, de Rocío Madrid. En definitiva, no está entre lo mejorcito de la cartelera, pero tiene algunas coreografías acertadas, una efectivísima escenografía de Ana Garay, un reparto destacable y una historia que, dentro de lo previsible y de lo fútil del asunto, resulta divertida por momentos. Este musical-karaoke seguirá entusiasmando en la Gran Vía y me alegro por un puñado de actores de primera, de esos que hacen que el musical español al menos tenga artistas equiparables a las grandes potencias.