En los últimos días, nuestra queridísima Concha Velasco ha reaparecido en algunos actos, como en una de las representaciones de la exitosa En el estanque dorado a la que asistió recientemente. Parece que las ganas de la actriz vallisoletana por seguir encima de un escenario no hacen más que crecer día a día y espera poder volver muy pronto a las tablas. En principio, su próximo estreno será Olivia y Eugenio, que dirigirá José Carlos Plaza, el que quizás sea el director que más veces ha dirigido a la protagonista de Las chicas de la Cruz Roja. Para el autor de este montaje que tiene su estreno previsto para el 26 de septiembre en el Teatro Principal de Zaragoza: «Tener a Concha Velasco llevando el peso del drama y a José Carlos Plaza como director es un orgullo muy grande para cualquier autor que pretende que su obra llegue a públicos comprometidos».
Madre e hijo se enfrentan una situación extrema donde se cuestionan valores que surgen en tiempo de crisis. La tragedia se acerca irremediablemente a Olivia, que rememora su pasado haciendo un sincero ajuste de cuentas con su marido, madre, amistades, médicos, y con todos aquellos que presumen de ser normales, como políticos, profesionales y deportistas con éxito. Sobre ellos Olivia se plantea si son más normales que su hijo Eugenio, un joven con síndrome de Down. Finalmente, ¿quién es normal en esta vida? Semejante argumento, seguro, hará brotar la emoción de ‘La Velasco’ en esta obra de Herbert Morote que producen Pentación y Focus.
En palabras de José Carlos Plaza:
«Hay obras de teatro que me producen admiración, otras sonrisas incluso carcajadas, otras penas o preocupación, las menos reflexión pero las hay que desde las primeras palabras simplemente te encogen el corazón, y no te sueltan hasta el último momento. Esto me ocurrió con Olivia y Eugenio. Una realidad dura y especifica, aparentemente inexorable, conduce la obra. Pero esas cualidades que hoy tenemos tan abandonadas como la ternura, la fe en nosotros mismos, la inmensidad del amor a la vida, la ingenuidad, la inocencia, la alegría de sentirse vivos y tantas y tantas otras, cambian esa realidad y nos muestran que siempre hay otros caminos, que el hombre es dueño de su propio destino digan lo que digan las circunstancias, los agoreros oficialistas y los erigidos como presbíteros incuestionables que tantas veces nos ciegan y nos impiden ver lo que es precisamente, la gran aventura de la vida. Un ser entrañable –de esos que calificamos con horrendos y equívocos epítetos para diferenciarlos de nosotros los patéticos normales. Un ser marginado socialmente, uno de esos seres que hemos decidido que estén aparte, nos da una lección de vida. Nos muestra donde está la autentica realidad, los auténticos valores, la vida auténtica. ¡Envidiable Eugenio!, ¡Afortunada Olivia que convives con él! Indiscutible luz en este mudo oscurecido por la mezquindad, la codicia y el desprecio a los demás. Lóbrego mundo que niegas cualquier ayuda a los mal llamados débiles, que llega hasta quitar la ayuda a los dependientes ante la actitud indolente de los demás, ¿cuántos Eugenio harían falta para modificarte? He dirigido ya mas de un centenar de obras pero Olivia y Eugenio es la que siempre permanecerá más cerca de mi corazón. He olvidado decir, porque carece de importancia, que Eugenio tiene síndrome de Down».
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