Las reseñas de Alberto Morate: Qué! Infierno de Cabaret en los Luchana

El fantasma de Dante Alighieri pasaba por allí. El de los nueve círculos, el de la Divina Comedia que no es comedia ni divina, sino infernal, como la vida misma. Por eso hay que “alighierierla” y hablar de la muerte como algo inevitable y no tan trascendental, donde entrar suponga después no querer salir.

Y nada mejor que hacerlo desde el espectáculo. Desde la magia, el teatro, las canciones, los chistes, los Drags Queens, el infierno en llamas de mentira, el calor corporal de los cuerpos exultantes, la voz en off del mismo demonio o de las divas más descaradas de todos los tiempos.

Todo es competición. Hasta para entrar o salir del infierno. Aquí hay que demostrar que tienes valía y si no la tienes, vete aprendiendo. Esto es ¡Qué infierno de cabaret!, luces y plumas, vestuario y magia, risas y algarabía, el infinito hades como escenario obsceno.

Lady Savannah y María Edilia, son dos vedettes de confianza y búsqueda de placer extremo. No titubean, se enfrentan a Lucifer, hacen del negro averno un juego de luces y un divertimento.

Los acompaña, como si nada, nada menos que un mago, Manu Barea, un extraño para ellas, no tan extraño. Comparte con ellas trucos de magia, bailes, y pecados capitales, que es de lo que, supuestamente, estamos tratando, que para eso estamos condenados.

Surge la idea de espectáculo durante el periodo de confinamiento, otro infierno, precisamente por eso. Por la necesidad de volar como pájaros, de salir de nuestra jaulas, de abrazar la noche o a quien haga falta, de desafiar a los rayos.

Alucinando entre pesadillas, malos sueños, deseos lujuriosos, ganas de comer, imaginarios viajes, llegamos hasta el infierno para hacer realidad en forma de teatro, el rompimiento de muros, apagar la caldera aunque sea echando más leña al fuego, rasgar al cielo, que como dijo Lope de Vega, “creer que un cielo en un infierno cabe, dar vida al desengaño, esto es amor,…” esto es Cabaret, alma libre, manicomio sin locura, lágrimas de risa sin llanto, abrazos sin brazos, verdades con mentiras, todo dios disfrutando.

Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.

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