O O Lo húmedo seco, la luz oscurecida, lo sencillo complicado, lo fingido verdadero. A menudo la vida está llena de paradojas. En invierno el mal llamado buen tiempo prolongado es sequía, de siempre se ha hablado también, por ejemplo, de mala salud de hierro, de que los mejores sueños son los que se sueñan despiertos.
Teatro dentro del teatro, theatrum mundi (el teatro del mundo), vita-theatrum (la vida como teatro), quomodo fabula, sic vita (así como el teatro es la vida). Lo fingido verdadero. Para sentirnos identificados, para creernos que hay solución, para evadirnos de la realidad sin salirnos de ella.

Lope de Vega era fuente inagotable de recursos poéticos, teatrales y humanos. A veces, condensar en tres actos todo lo que nos quisiera decir se le quedaba corto. Por eso escribía tantas comedias. Porque quería crear un clima del corazón, sin olvidar de que somos de carne y hueso, aunque estemos revestidos de sentimientos. Vivientes conviviendo con fantasmas en forma de personajes. Personas y representantes (intérpretes) como se llamaba a los actores en su momento. El yo y sus sombras en un escenario.
Los personajes buscando un autor, el gran teatro del mundo, simbiosis entre lo real y lo ficticio.
En este drama en tres actos, Lope de Vega abarca tres aspectos de la vida en toda su grandeza. En el primero, la lucha por el poder, eterno litigio, las escaramuzas y los abusos, la venganza y los premios, ir de menos a más, pero también a la inversa. ¡Cuántas veces nos sucede esto!
En el segundo es el teatro por el teatro, la comedia, Lope en estado puro, la aplicación de sus principios en el Arte Nuevo de hacer comedias, los prototipos de los personajes, el amor y la huida, los celos, los juegos de palabras, el tortuoso camino de los desencuentros.
Y en el tercero la identificación y la búsqueda con uno mismo, la defensa de unas creencias más fuertes que las propias acciones, la fe y el sacrificio, salirse del guion, lo espiritual humano.
Lluís Homar dirige a la Compañía Nacional de Teatro Clásico en un montaje sobrio y de texto, donde destacan, de nuevo, Arturo Querejeta e Israel Elejalde, y cada uno de los intérpretes del elenco son uno, pero son muchos, del siglo XVII y del XXI, reales y tangibles, inventados y aparentes, lo fingido acertadamente verdadero.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
