De eterna y desgraciada actualidad, por más que hayan pasado más de 90 años. Un tema del que aún hoy se sigue hablando, y es porque aún muchas mujeres no han conseguido tener su independencia económica ni una habitación propia para escribir, pintar, estudiar, leer o, simplemente, hacer lo que les venga en gana.
Mujeres artistas, intelectuales, profesoras, escritoras, independientes y comprometidas, siempre han existido, siempre han estado ahí, y siempre han querido acallarlas. Por eso Clara Sanchis se viste de Virginia Woolf, y con la fuerza interpretativa y sensibilidad desbordadas, no nos cuenta unos valores del papel de la mujer en la sociedad, de su acceso al mundo cultural, de su integración en un espacio habitualmente reservado a los hombres, sino que nos hace partícipes de la reivindicación necesaria de la mujer en una época en la que nadie defiende tales conceptos. Pero es que nos sitúa aquel ayer en nuestro hoy, indaga en la raíz, en el problema que se mantiene, en una historia que se escribe día a día, pero que se niegan a que quede reflejado.

Clara Sanchis hace alarde también, sin egos, de tocar el piano, de saber mantener los silencios, de modular la voz con emoción, de mostrarse poeta en un recitado sin versos, es decir, de posicionarse en la sensibilidad de una ficción que es realidad, de una prosa que es una conferencia, de un ensayo que es un resultado del latido de un corazón que se está oyendo a través de su voz, de sus palabras, de su expresión, de su verdad, que es una crítica sarcástica a lo que sucedió y aún sigue ocurriendo.
Sí, no la dejan pisar la hierba, no la dejan salirse del sendero, pero desde ahí exaltará a la mujer porque, sin salirse del camino, irá más allá que cualquier hombre y con más acierto.
Mary, la narradora, en el cuerpo de Clara, se muestra terrenalmente presente. Es Mary, es Virginia, es Clara Sanchis, es María Ruiz que la materializa con rigor extremo, es el espectador, que somos todas nosotras, queriendo tener Una habitación propia, un teatro lleno, un libro abierto, un poema por escribir, una idea que no se volatilice, una actitud no beligerante, pero crítica, un relato de los hechos veraz, humano, sincero.
No es una conferencia, señores y señoras, no es un monólogo, no es una simple recreación de un texto, no es una interpretación con acierto, no es la constatación de un pensamiento, no es un ensayo sobre mujer y literatura, es… mucho más que eso. Tendrán que acudir a verlo y podrán comprobar lo que es bueno.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.

Brillante exposición, como no podía ser menos. Viniendo de una mente maravillosa y prilegiada. Un abrazo grandioso para ti querido Alberto. T