Nada es porque sí. Y todo tiene su aquel y su causa. Y cuando Alejandro Jodorowski escribe Ópera Pánica, cabaret trágico, con elementos surrealistas y simbolismos, nos dice y nos canta las verdades del barquero, que no sé cuáles son. Pero sí que hace crítica social, que estamos llenos de contradicciones, que muchas veces no escuchamos ni percibimos a los que tenemos alrededor, que algo negativo puede convertirse en positivo y viceversa, que la espontaneidad es necesaria, que la existencia es fácil o difícil según nos lo tomemos.
Alguien me recriminó o me puso en entredicho que cómo me atrevía a poner en escena un texto del filosófico, existencialista y esotérico Jodorowski, con un grupo de actrices, sí solo actrices, aficionadas, pero eso sí, con mucho espíritu interpretativo. Y no solo me he atrevido a hacerlo, sino que conociendo los inicios mímicos del autor, junto con Etiènne Decroux y Marcel Marceau, pensé que trasladarlo a un mundo clownesco, a una estética circense, no solo no le desagradaría, sino que lo vería con buenos ojos.

Y así, poquito a despacio, fuimos pergeñando el texto de Jodorowski, limando asperezas, desechando escenas, añadiendo otras personales y dotando al espectáculo, no de un cabaret trágico, que lo es, sino de una Bufonada de nada donde no se excluye la amargura de las relaciones personales, la socialización o aislamiento de ciertos personajes, la rehumanización de un realismo imposible.
El grupo, Ensayos Chucrum, siente la inquietud y la responsabilidad de comunicar, por un lado un espectáculo asequible y divertido, y por otro, la esencia de los argumentos de unos personajes sin nombre que representan a buena parte de la sociedad en la que todos convivimos.
Por eso, sin perderle en ningún momento el respeto, es verdad que queremos ser populares y sencillos pero, en la medida de nuestras posibilidades, ofrecer un vehículo de reflexión eficaz, directo, absoluto.
Es decir, no queremos abandonar la forma poética, pero tampoco el divertimento, no pretendemos competir con los grandes montajes de la cartelera madrileña, pero tampoco ser unos simples ejecutores de entretenimiento sin consecuencias personales.
Existe el talento en muchas facetas y formas de llevarlo a cabo. Una de ellas es a través de estos grupos de barrio, aficionados sí, pero entregados, necesarios para que después haya espectadores de teatro, útiles para el vehículo del conocimiento de autores, obras, salas, que serán el inicio de una forma de entender la vida y salir de la rutina del siempre lo mismo.
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
