Ni siquiera debió haber una pequeña crónica en los periódicos de la época, al fin y a la postre, la compañía “Carmela y Paulino, variedades a lo fino”, no existieron y la acción no ocurre en Belchite en marzo de 1938, pero podría haber sucedido y, posiblemente, así fuera y nos ha pasado desapercibida.
Para ello es necesario que un autor como José Sanchis Sinisterra la imagine y nos la cuente, y cree los personajes y, como consecuencia, sea tan real que ya nunca debamos olvidarla. Porque no, las guerras no hay que olvidarlas para que no haya que declararlas nunca más, en ningún sitio, en ningún país, bajo ningún concepto y por ninguna idea política, religiosa, económica o territorial.
Por eso es importante, también, revisitarlas con diferentes compañías e intérpretes, para que no se olvide y Carmela pueda regresar a visitar a Paulino, que se ha quedado solo, a la historia que siempre comienza, a la escena que se quedó vacía y sola con una única gramola.
Coral Ros, lanza su visión con la ternura necesaria, con la sensibilidad de aroma de otros tiempos que no son tan lejanos. Talla su dirección en madera buena. La de Nacho León y Laura Ginestar, que se duelen, que se compenetran, que se anteponen al artificio y resultan creíbles y fieramente humanos, aunque no existieran.
Como José Hierro dice en un verso suyo, “lo doloroso no es morir”, ni que te maten, lo que duele es que no valga para nada.
Y aquí sí hay fecundación, fuego encendido, héroes cotidianos, aunque se siga penando, y pensando que los artistas son solo monigotes para entretenernos, que se les puede manipular para hacer lo que otros quieren ver y oír y, mire usted, ¡no!, parece pensar Carmela, ¡Ay, Carmela! Pero nada pueden bombas, ¡Rumba la rumba la rum bam bam! donde sobra corazón, ¡Ay, Carmela, ay, Carmela!
Carmela no ha muerto por una causa justa. La han quitado de en medio porque era molesta, aunque fuera anónima, porque el odio no tiene reparos, porque esto es una guerra, ¡maldita!
El montaje está incluido en la programación como parte de la IX Muestra de Creación Escénica Surge Madrid en Otoño. Pero seguirá los jueves de octubre en el Teatro La Usina.
Consiguen que, estando a punto de llorar, nos riamos también, que no se apague el rescoldo de una hoguera que no debió encenderse, de unos disparos que no debieron hacerse, de un mal sueño que nos compete, de una verdad que no debe ocultarse por muchos años que pasen, aunque sea ficticia y nunca sucediese. Porque, realmente, ¿Quién sabe?
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
