En días como hoy, tan tristes, tengo sentimientos encontrados. Por un lado, tengo ante mi la pérdida de alguien que gracias al camino que elegido ha sido mucho más que una actriz a la que he visto un montón de veces sobre el escenario. Por otro, pudo decir con orgullo que tuve cierta cercanía con Concha y eso es un privilegio que me ha dado mi trabajo. Aquí no leerán, para eso están las secciones de cultura de los periódicos, un parafraseo de su carrera. Aquí haré un acercamiento a la persona a través de mis pequeñas vivencias con la eterna chica yeyé.

Comienzo haciendo una confesión que no por tópica deja de ser real. Yo sí le dije a mi madre aquello de MAMÁ, QUIERO SER ARTISTA. Desde muy niño canté y participé en concursos emulando a Nino Bravo. Por eso, para mí encontrarme de niño con Concha Velasco fue una auténtica revelación. Tuve la inmensa suerte de que después de quedarme con la boca abierta viéndola en primera fila en Hello, Dolly! -gracias Reyes Magos por las entradas- pude conocerla en su camerino. Era además en un escenario simbólico para mí, la Sala Argenta del Palacio de Festivales de Cantabria donde años después como estudiante de teatro pude hacer el musical Oliver! Recuerdo cada instante de esa postfunción, como Concha abría de par en par las puertas de su camerino para recibir el cariño del público con su inseparable Paco Marsó. Esa noche le confesé que haría mi primera reseña sobre teatro sobre su Hello Dolly! Me dijo que se la mandara por fax y oh, destino, perdí la tarjeta y disgusto al canto- muchos años después en un rodaje de Cine de Barrio le conté la historia a la propia Concha. De esa noche mágica guardo momentos imborrables como esos autógrafos de la propia Concha y de mis queridos Marta Malone, Roberto Saiz y Juan Carlos Martín, con los que muchos años después hice un reencuentro radiofónico.

En este camino del periodismo tuve la suerte de cruzarme años después unas cuantas veces con Concha y desde los dos lados. Como entrevistador en entrevistas tan emocionantes y bonitas como la que la hice en su camerino del Teatro Arriaga cuando estaba ya sufriendo la enfermedad haciendo Hécuba. La artista se preparó para posar para mi modesta cámara. Se puso más guapa aún, si eso era posible y al final de la entrevista me dijo que no olvidara «mandar el enlace para el clipping de prensa». Hasta en eso estaba nuestra querida Concha.

En mi otra faceta profesional, la de agente de prensa, también de alguna forma fue una especie de ‘madrina’. Concha cumplía 75 años y cuando yo andaba dando mis primeros pasos en este camino se me ocurrió proponer que un grupo fuera a Cine de Barrio a cantarla el Cumpleaños Feliz. Bingo, mi primera tele como agente de prensa fue junto a Concha. Un programa inolvidable en el que viví de primera mano la profesionalidad de la artista que esperaba en plató los cambios entre actuación y actuación repasando guion y sembrando buen rollo con sus cariñosas palabras. Volvería un tiempo después al programa, esta vez de promo con mis queridos amigos de Teatro Tribueñe. Como siempre, fue Concha en estado puro. La vida profesional casi nos cruzó en una ocasión, pero no pudo ser finalmente y admito que es una espinita clavada, ese proyecto que iba a comunicar y que al final no pudo ser. Al menos pude coincidir muchas veces con Concha en noches tan bonitas como en la que recibió uno de los Premios del Teatro Musical en el Teatro Sanpol. De nuevo la vida poniéndola en un lugar y en unos premios que tendrían su lugar destacado en mi vida futura.

Hace un par de años quise despedirme de ella en el mejor sitio posible, el Teatro Arriaga. Aunque anunciaría su retirada unos días después tenía la sensación de que sería mi última vez para disfrutarla. Allí que me fui con mi amigo Adrián-«tienes que verla al menos una vez en la vida», para disfrutarla por última vez. No importaba que ya las fuerzas no fueran las de la actriz inmensa que en ese escenario me asombró con La vida por delante o aún a golpe de piernas de escándalo repasando su vida con Mamá, yo lo que quiero es bailar. Simplemente verla y sobre todo escucharla en esa representación de La habitación de María de su hijo Manuel -al que mando un abrazo inmenso en estos momentos- mereció la pena con ese discurso final que difundí en mis redes sociales. Era nuestra despedida querida Concha y ahora que te has ido solo puedo darte las GRACIAS por amar y dar dignidad a este sector que tanto he amado y de lo que tú tienes tanta culpa. Aquella noche a la salida, con mucha gente esperando a pesar del COVID que nos tenía sumidos en la tristeza entonces, quisiste sonreírle a tu público y me acordé de mi querido Juanjo Seoane que siempre me decía «hay pocas actrices que después de una doble función se tiren dos horas atendiendo al público a la salida y una de ellas es Concha Velasco». Dignidad hasta el último momento. Serás eterna en el recuerdo de tu público querida Concha.

