Perverso contrato de sumisión

Elijo las obras sin plantearme el género. Lo que busco son historias que me muevan como espectador

Valga esta máxima creativa de David Serrano, que ha concedido una extensa entrevista a este medio y que tendréis muy pronto DESDE MI BUTACA, para adentrarnos en la que es, sin lugar a dudas, una de las mejores funciones de la temporada. David Ives ha escrito un texto desconcertantemente atractivo en lo que a género se trata. Vanda entra en escena con una frescura que destila comicidad y las risas están aseguradas, ¿Es entonces una comedia? Si hablamos de ella como una Comedia negra con tintes de thriller y drama, podría ser que nos vayamos acercando… Es la protagonista de esta obra un personaje para el que Serrano necesitaba a una actriz sensual a la par que, y cito textualmente, «payasa». Algo que era difícil de conseguir, pero que reúne a la perfección la actriz del momento. Clara Lago se mete al público en el bolsillo nada más pisar las tablas con su frescura y terminamos hipnotizados por el influjo de su mirada al instante, con esa pizca de perversidad y de sadismo que se revela, cosas del personaje, unas escenas después. Diego del Pino, el protagonista masculino de esta verdadera joya de la cartelera, quiere que el público se pregunte quién es realmente Vanda y de alguna forma recibe respuesta en voz y carne de la protagonista de Ocho apellidos vascos. Simplemente, es un actriz jovencísima, que gracias al cuidado trabajo de David Serrano, ha sabido exprimir su talento interpretativo de una forma increíble y es da la sensación cuando la ves de que te encuentras ante toda una señora de la escena y, ojo al dato, ¡Con sólo 24 años! Diego del Pino, en la piel de un imponente Diego Martín, sólo puede caer rendido a sus pies y firmar este perverso contrato de sumisión, en el que perdido entre su realidad y la ficción de su obra, se establece este particular juego de seducción. Lo interesante de la apuesta de Serrano son los guiños metateatrales que ha incluido en su versión como guiño cómplice al público. Y así, navegando entre la realidad y la ficción, el espectador cae rendido a los pies de Vanda y firma, cual Diego del Pino, un perverso contrato de sumisión que podréis firmar hasta el 15 de junio  en las Naves del Matadero. 

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