Concha Velasco acaba de estrenar Olivia y Eugenio, su vuelta a los escenarios tras el momento más difícil de su vida. Puede que no sea la mejor obra en la que haya participado últimamente- aún recuerdo trabajos recientes y diría que ‘antológicos’ como La vida por delante o esa Hécuba que casi la llevó al abismo- Digamos que el texto de Herbert Morote me interesa poco tirando a nada, aunque es cierto que la otra obra que recordaba de este autor, El guía del Hermitage, me sorprendió gratamente. Desde luego que es interesante subir a escena temas tan espinosos como la eutanasia o el Síndrome de Down, ¡Qué duda cabe!, pero en el fondo toda esta historia me suena a una canción mil veces escuchada. También puede ser que como últimamente Concha nos tiene acostumbrados a la excelencia pues este texto ‘normalito’ me parezca poca cosa para ella. Se levanta el telón y a los cinco minutos me olvido del texto y me concentro en ‘sentir’ el trabajo de Concha. Y de repente, la obra empieza a cobrar interés. Y de repente, Concha lo vuelve a hacer. Nos vuelve a emocionar con su entrega, su pasión y su saber hacer encima del escenario. Y hacemos el viaje con ella. Y nos vamos a la playa con su ángel, ese chico ‘normal’ que abraza a todo el mundo sin importarle su condición. Y de repente surge también la ternura en Concha junto a Rodrigo Raimondi, que debutaba ayer en Santander y ¡De qué manera! Concha está de vuelta en los escenarios y eso es siempre una alegría. Vayan a verla por el simple hecho de disfrutar de ‘La Velasco’, la ARTISTA por antonomasia de nuestro país.