Walt Disney. La historia de nuestras vidas. De cuando éramos pequeños, de cuando nuestros hijos eran pequeños, de cuando nuestros nietos son pequeños.
Mis hijas se sabían diálogos y canciones de memoria. Y los padres/madres también, de tanto repetirlas y escucharlas. Y nunca cansaban. Pasaba el tiempo y se volvía a ellas. Por Navidad, por vacaciones, por Semana Santa, porque era domingo… Se colocaban enfrente del televisor y a disfrutar de la magia Disney, porque era eso. Auténtica magia. Y si se podía ir al cine a ver alguno de los últimos estrenos, mejor que mejor. Entonces era una fiesta.
Y, debemos confesar sin miedo, que a todos, grandes y pequeños, nos gustaban. En algún momento hemos podido decir: “qué ñoñerías, qué de almíbar”, pero estoy seguro que una lágrima de emoción se resbalaba por nuestra mejilla en algún momento disimulado y, desde luego, las sonrisas estaban garantizadas.
El colorido, el ritmo, los personajes malvados, los personajes tiernos, el enrevesamiento de la trama, la cuestión social, la defensa de la naturaleza, los roles asignados que fueron, poco a poco, perdiendo fuelle y reivindicando los posicionamientos de género, las hadas, los animales, la familia, el amor, la historia de nuestras vidas. Y las canciones. Siempre aderezadas con magníficas canciones.
Y eso es lo que hoy nos trae la impecable compañía La Bicicleta del Teatro Sanpol. Un Viaje por la magia de Disney. El tributo a aquellas cintas de inolvidables voces, al principio dobladas con acentos latinoamericanos. Era el color en la voz. Eran las coreografías y el ingenio, era la musicalidad de los sentimientos, eran los sentidos a flor de piel.

En el escenario, superando la imagen plana de la gran pantalla o de la televisión, los personajes más emblemáticos de la factoría Disney, se hacen reales, Mary Poppins, Aladdin, Mulan, Frozen, La sirenita, La Bella y la Bestia, Hércules, Enredados,… accesibles, sin traducción, sin doblaje, cantando en voz viva, clara y limpia, proporcionando emoción, diversión, participación,… acogiéndonos en el seno de los buenos recuerdos.
Disney descongelado. Sencillo, abierto, integrado en nuestras vivencias, con unos magníficos vestuarios y efectos especiales de escenografía y luces, a lo que ya nos tiene acostumbrados este Teatro de todos los públicos.
Títulos y canciones que recordamos como nuestros, intrínsecamente mágicos, alucinados de música y alegría. Inocencia recuperada que nos hace mejores.
¡Ojalá realmente fuera así la historia de nuestras vidas!
Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.
