Es sabido que Don Miguel de Cervantes quiso triunfar como dramaturgo, pero la genialidad que imprimió en su obra cumbre no se trasladó a los escenarios. Era Lope de Vega el que triunfaba con sus «populares» obras.
Pero, ¿Y qué pasaría si le pusiesen en sus manos al autor de Rinconete y Cortadillo la posibilidad de impulsar su sueño de triunfar como empresario teatral a cambio de renunciar a su gran obra?
El Ministerio del Tiempo vuelve a poner en valor la cultura en Tiempo de Valientes. Y lo hace mirando de igual a igual, hablando de tú a los clásicos. Cervantes es un hombre movido por la ambición, por las ganas de arañar un poco de gloria teatral a Lope de Vega. Dos genios humanizados. Del Fénix de los Ingenios ya conocimos como le gustaban los placeres de la carne y que le elogiasen en la primera temporada. En este capítulo le tenemos de vuelta en la piel de un actorazo como Víctor Clavijo. Para hacerle frente está un imponente Pere Ponce en la piel del Manco de Lepanto. El capítulo se ha convertido de alguna forma también en un homenaje al arte de los cómicos viendo a algunos de nuestros protagonistas sobre el Corral de Comedias de Almagro.
Y ¿Qué decir de la vuelta del gran Miguel Rellán con su entrañable personaje citando El Crack, en la que que él mismo participo? Son esos guiños cómplices que hacen de esta serie algo mucho más especial y cercano al espectador.
Y si hablo del reparto no puedo olvidarme de ver en un papel episódico a un actor de la solvencia dramática de Manuel de Blas, a quien se puede ver ahora mismo en el Teatro Fernán Gómez con Salomé.
Y el momento cumbre del capítulo se ha convertido sin duda en uno de los homenajes más sinceros y emotivos que hemos visto en nuestra televisión a El Quijote con guiño incluido a la británica Doctor Who. En una escena onírica, Cervantes conoce de primera mano lo que su obra cumbre supondrá para la historia universal de la literatura. Y en ese momento la serie ha alcanzado una cuota de emoción enorme, al nivel del episodio Lorquiano. Y así casi de soslayo, un producto de la calidad de El Ministerio del Tiempo se convirtió en el mejor embajador del legado cervantino ante las nuevas generaciones. Tras este capítulo me siento más ministérico que nunca. Gracias a Javier Olivares y su equipo por regalarnos cada semana un trocito de deleite televisivo y cultural. Y añadiría que a la Televisión Pública por cumplir con su servicio público de difusión cultural con productos tan ricos como este ministerio.