Hacía tiempo que no salía con esta sensación del cine. Ver esta película ha supuesto todo un viaje. Eva es una película especial, única en su especie, que demuestra que en el cine español sabemos hacer más cosas que «españoladas».
En este puente en que la atención mediática se ha centrado en la irregular Tintín, descubrir la robótica historia de Eva resulta un verdadero soplo de aire fresco. Ciencia ficción, un género que parecía imposible de hacerse en España, se hace realidad en esta película sorprendente y cautivadora. Hemos visto muchas de robots, del futuro, pero nada parecido a lo que nos presenta el debutante Kike Maíllo.Maíllo ha creado un universo propio, que destila humanidad. Detrás de la historia de futuro, hay una gran historia de amor en esta «gélida» cinta por los parajes en los que trascurre. Lo que vemos en la pantalla nos «atrapa» por una simple razón: resulta creíble. Solo algunas cosas son artificiales en esta historia, derrochando más verdad que muchas películas pretendidamente realistas. Eva habla de sentimientos, de vida.
Aún me siento atrapado por los gélidos parajes y la enternecedora historia de Eva, una niña que se convierte en el patrón a seguir en un nuevo robot. Maíllo es un maestro del cine, solamente se puede decir eso de alguien que ha demostrado en esta película con pulso firme que tiene una firma propia. Cada vez hay menos autores y más «vendidos a la industria». El director demuestra que se pueden hacer historias de ciencia ficción que puedan conmover al espectador. Y esa es precisamente la nota que distingue la partitura de Maíllo de otras cintas de este género: la emoción que hay detrás de cada imagen, de cada plano, de cada fotograma milimetricamente planificado.
Hablar de Eva es hablar de amor por el cine, el que demuestra su director que da una verdadera lección de ritmo. La película engancha, te atrapa en su espiral robótico-humana para llevarte a un universo fascinante, agridulce, cual cuento para adultos con final imprevisible. Siendo una película por momentos «agria», es totalmente blanca y totalmente recomendable para cualquier tipo de públicos. No es para nada, y se agradece mucho en estos tiempos de lo «politicamente correcto, complaciente como no lo es la propia vida en la que se mezclan las luces y las sombras.
Reseña también merecen los actores, pero contar con semejante reparto, creo que ya era una garantía. Empezaré por Daniel Brühl. Lo primero manifestar mi admiración por la carrera internacional de este actor. Lo segundo, que está fantástico en ese personaje que vive a caballo entre un amor de otro tiempo y su pasión por la robótica. La elección para interpretar a Eva no podía haber sido más acertada. Claudia Vega es una actriz única, natural, con un desparpajo y una facilidad para emocionar poco propio de sus doce años. Huele a Goya. Marta Etura, otra vez en un peliculón. Vaya suerte de carrera y vaya suerte poder disfrutar de sus trabajos en el cine, ¿Para cuándo una obrita de teatro?. LLuis Homar es el mayordomo robótico del protagonista. El veterano intérprete se mete en la piel del personaje con asombroso tino, por momentos nos olvidamos de que estamos ante un GRAN ACTOR y descubrimos al fiel escudero cibernético del protagonista. ¿Por fin Goya para él?. Redondea el reparto el fantástico Alberto Ammann.
Casi se me olvida hablar de los efectos, cuando son uno de los atractivos del filme a primera vista. Al final, transciende más la historia que los propios efectos y eso se agradece. No obstante, son realmente impresionantes y merecen una mención por el paso adelante que suponen en nuestra industria. También destacables son la fotografía y una banda sonora simplemente electrizante.
Hacía tiempo que no sentía la magia del cine, ese momento en que se encienden las luces y tienes la sensación de que ese ratito de ocio se ha convertido en algo más, en un momento que jamás olvidarás y que quieres alargar eternamente como esas conversaciones de café cuando una obra de teatro te ha «tocado»…